viernes, 28 de diciembre de 2018

Del salario mínimo interprofesional y la huella ecológica al colapso del capitalismo

Hace unas semanas, los partidos a la izquierda del espectro político español, anunciaron como un gran logro la subida del salario mínimo interprofesional a 900€. Curiosamente, el sueldo de cualquier político o funcionario es muy superior a esa cantidad, aún así, también anunciaron subidas de sueldo para los funcionarios.

Los salarios se establecen en función de la oferta y la demanda. Excepto políticos y empleados públicos, que están excluidos de esa lógica de mercado.
Y, aunque nadie necesita un político que le represente (porque los adultos ya sabemos cómo nos gustaría vivir y el tipo de sociedad que queremos construir), les pagamos su abultado sueldo y aplaudimos que sean garantes de una cierta idea de democracia y progreso.
El caso de los funcionarios es diferente: están ahí para garantizar que los servicios universales que ofrece el Estado a sus habitantes queden cubiertos. Definen y defienden el marco legal en que las empresas realizan sus transacciones económicas y mantienen una cierta uniformidad cultural y moral dentro del territorio (educación, policía, eventos culturales...).

El político, desde su torre de marfil, pone precio a las 40 horas semanales de trabajo. Pero el político es un representante, no un trabajador. Además, muchos de los políticos no han trabajado nunca y, muchos de los que lo han hecho, ha sido en el sector público. Así que, su consciencia de la presión que ejercen los mercados sobre las clases trabajadoras, queda limitada a la empatía que sean capaces de sentir por situaciones que nunca han vivido y nunca padecerán.

Sube el salario mínimo y sube el de los funcionarios. No se trata de una medida de equidad o justicia social (lo sería si solo subiera el salario mínimo). Se trata de una medida que ahonda en el expansionismo económico, en el crecimiento y en el aumento de los niveles de consumo y endeudamiento.

¿Cuánto dinero es el mínimo que necesita una persona para sobrevivir? Y ¿Para vivir dignamente? Y ¿Para vivir lujosamente? ¿Es justo que una persona que trabaja 40 horas semanales sea pobre?
Al final, la cantidad de dinero que necesita una persona para vivir viene marcado por los que viven lujosamente en su misma sociedad. Ellos son los que encarecen los productos, los que marcan el modelo a seguir, y al que aspiran el resto de clases que se encuentran por debajo. Por eso, la cantidad es muy diferente dependiendo del país donde habites.

Coche siniestrado, en el mismo año en que el diésel empieza a estar en el punto de mira de los grandes ayuntamientos (Noviembre de 2018).

Todos queremos vivir mejor: el que cobra el salario mínimo quiere cobrar por encima de esa cantidad, el funcionario de tipo C quiere ser como el de tipo A. El que se dedica a la cría de cordero quiere vender más y a mayor precio... Y nadie cuestiona ese esquema de crecimiento. Aún sabiendo que no se puede crecer indefinidamente en un planeta finito: eso es lo que postula el concepto de huella ecológica.
"Los españoles necesitan de media 3,7 hectáreas para satisfacer sus consumos y absorber sus residuos. Es decir, casi el triple de lo que el territorio español ofrece. Con el ritmo de vida de los españoles, sería necesario que España fuera 2,94 veces mayor."

Parece intuitivo que en los países occidentales consumimos por encima de lo que trabajamos, es decir, que no somos autosuficientes. ¿De dónde sale todo ese excedente del que nos apropiamos? ¿Cuándo comenzó esa tendencia?
Quizá puedan verse antecedentes en la antigüedad clásica, cuando griegos, romanos y árabes se lanzaban a la conquista de otros pueblos, para obtener los recursos que les permitieran seguir acumulando riquezas (entre los habitantes que se habían organizado para someter a los "bárbaros"). Todos estos imperios acabaron colapsando una vez que los pueblos conquistados eran integrados en el sistema y el poder comenzaba a fragmentarse. Sin embargo, a escala global, hubiesen podido mantenerse sin necesidad de planetas adicionales.

Es en la Modernidad cuando parece asentarse un sistema económico de crecimiento basado en la búsqueda de recursos en cualquier parte del globo. Empezaron los portugueses y españoles extrayendo especias y metales preciosos de Asia y el nuevo continente. Los anglosajones cerraron el círculo vendiendo manufacturas en las colonias, donde obtenían materias primas a cambio de mano de obra esclava capturada en África.
Europa se lanzó a la tarea de acumular la riqueza que se extraía del resto de continentes. Cuanta más población y territorios se incorporan a ese esquema de extracción de riqueza, más complejo se volvía el sistema. Más aún, a medida que se iban agotando los caladeros de recursos.

Ahora, empezamos a ver algunas de las nefastas consecuencias de ese sistema: degradación de la naturaleza, alteración del clima, agotamiento de combustibles fósiles, paro y pobreza sistémicas (que alimentan el mercado laboral con mano de obra barata), conflictos bélicos por el dominio de áreas estratégicas, auge de los fascismos y nacionalismos (que tratan de mantener los privilegios de sectores reducidos de población), flujos migratorios masivos hacia las áreas donde se concentra la riqueza... ¿Nos encontramos a las puertas del colapso del capitalismo?

Más información sobre estos y otros temas, en los podscasts del programa de radio "La linterna de Diógenes"
Colapso. Capitalismo terminal, transición ecosocial, ecofascismo
Capitalismo y Esclavitud. El Tráfico de esclavos

martes, 11 de diciembre de 2018

De la hipertrofia de derechas a izquierdas canijas

Hace unos días se revelaron los resultados de las elecciones andaluzas... Y todo el país se llevó las manos a la cabeza cuando vieron la gran cantidad de votos obtenidos por VOX (un partido político considerado de extrema derecha).
Y es que, VOX, se ha atrevido a hacer explícitas pulsiones que ya estaban latentes entre los principales partidos a la derecha del espectro político. Tanto en el ámbito de lo económico como de lo moral y cultural.

Ciudadanos, como gran defensor del neoliberalismo económico, ya lleva tiempo tratando de erosionar el raquítico estado de bienestar. En favor de un estado dirigido por la iniciativa privada. El PP y el PSOE ya habían conseguido erosionar ese estado con sus continuos casos de corrupción y con la externalización de servicios y concesiones a grandes empresas privadas.
Así que, en su discurso económico, VOX, no aporta ninguna novedad. Lo único que hace es señalar esa dirección, sin ningún tipo de remilgos: -Lo privado es más eficiente, está exento de burocracia y ofrece calidades adaptadas a todos los bolsillos.
La tendencia general, a nivel mundial, parece ser la de seguir ahondando en un capitalismo de consumo, con escasas restricciones al libre mercado. Así que, todos estos partidos van en la buena dirección: en la dirección que marcan los grandes grupos financieros, controlados por unas pequeñas élites que escenifican sus juegos financieros en el gran tablero global.

En el plano moral y cultural es donde más se diferencia VOX. Realiza una apuesta clara por los valores del nacional catolicismo franquista. Que se podía ya descubrir en los sectores más rancios del PP, pero que no se atrevían a manifestar tan abiertamente, quizá por no levantar la sospecha de que el PP seguía siendo el brazo democrático de las élites de la dictadura.
VOX, además, añade su toque racista, para simpatizar con las clases bajas: aquellas que conviven más estrechamente con la inmigración. Y un toque misógino, como contrapartida a todas las políticas en favor de la igualdad de género que se vienen desarrollando, en mayor o menor medida, por los dos grandes partidos que se alternan en el poder. Estas políticas de igualdad parecen haber ofendido al hombre blanco heterosexual.

Quizá, lo que más ha popularizado a VOX, haya sido el "conflicto catalán". Y su apuesta por "Una grande y libre": "España no se rompe"; "Hay que luchar contra los golpistas independentistas"...
La verdad que han desplegado una simbología muy potente. Han hecho suyo el lema de "¡A por ellos, oé!" y han ensalzado los cuerpos y fuerzas de "seguridad" (represión) del Estado, y todo su aparato legal de crimen y castigo.

Así que, sí, VOX reúne todos los requisitos para ser un partido de derechas. Ellos se siente orgullosos pregonándolo y, las izquierdas (y el centro), se sienten aliviados al poder señalar a tan peligroso enemigo de la democracia... Quizá, pasando un poco por encima el hecho de que VOX está jugando a la democracia representativa, igual que ellos, aunque no estén de acuerdo con sus propuestas políticas. Y el juego democrático parece que se les da bastante bien a las derechas (más o menos extremas). Ya existen numerosos casos de éxito fuera de nuestras fronteras: Donald Trump en EEUU, Marine Le Pen en Francia, Bolsonaro en Brasil...

En el caso de las elecciones andaluzas, lo que sorprendió fue que, entre los tres partidos que se consideran abiertamente de derechas (PP, Ciudadanos y VOX), obtuvieran mayoría parlamentaria. Por primera vez desde la muerte del dictador. Mientras que el PSOE se llevaba el gran batacazo (ya no podrá seguir gobernando en Andalucía) y las confluencias de izquierda (Izquierda Unida y Podemos) perdía algunos de sus votos.

Para muchos, lo ocurrido en Andalucía es preludio de lo que podría ocurrir en las elecciones generales. Y todos quieren aprender de esta experiencia.
Quizá, lo más significativo, es que la derecha, tradicionalmente representada por un único partido (el PP, los herederos de los que ganaron la Guerra Civil), se encuentre más fragmentada que nunca y que, a pesar de esa fragmentación, haya cobrado fuerza. Vamos, que han tenido éxito haciendo justo lo contrario que han hecho las izquierdas con su reagrupación (Podemos + Izquierda Unida: un conglomerado descafeinado de socialdemocracia).
Mientras, el PSOE se ha quedado en tierra de nadie, en una posición de derechas en lo económico y cierto progresismo de izquierdas en lo moral ("Todo por el pueblo, pero sin el pueblo").

La derecha ha ganado posiciones con su radicalismo. Y la izquierda las ha perdido con su afán de girar al centro, tratando de complacer a las élites, a la vez que hace concesiones a las masas de trabajadores y desempleados. La izquierda se ha acomodado: a sus escaños, a sus posiciones en las diferentes instituciones del Estado... Y, en ese acomodo, las grandes fortunas le han ganado la partida. Aumentado la desigualdad hasta el punto en que: los mileuristas se han convertido en la nueva clase media y, los funcionarios de tipo C, en la nueva burguesía. Sostenidos, todos ellos, por una masa de precarios e inmigrantes, apremiados a trabajar bajo la amenaza del paro y la exclusión social.

Así que, si las izquierdas siguen defendiendo sus posiciones elitistas de gobernantes, dirigentes y cargos públicos, frente a una masa de ciudadanos pasivos. Todavía tiene muchos votos que perder, porque a elitistas no pueden ganar a VOX.

Si hay hueco para la ultraderecha, tiene que haberlo también para otras izquierdas, unas que defiendan un mundo más justo para todos, más participativo, menos penoso... Un mejor mundo posible, más allá del capitalismo de consumo y más allá de la democracia representativa. Un mundo donde "nadie escupa sangre para que otro viva mejor".
Un objetivo muy ambicioso pero, al menos, algo que no nos arroje a un fascismo 2.0: un fascismo votado.

Imagen extraída de la revista de humor "El Jueves": Santiago Abascal quiere limpiar España de Pokémons Y combinada con "Communist Valor!" de Knackebruh

"No imaginarias todo el beneficio 
que sale de ese precipicio 
llamado trabajo 
al que vas cada día.
Esto es sencillo:
no toleramos ni hoces ni martillos.
Siete gritones de muertos por el comunismo.
Y tenemos un plan:
Santiago Abascal montado en Charizard"
Fragmento de "Napalm de libre mercado" - Sons Of Aguirre & Scila

viernes, 30 de noviembre de 2018

El "Homenaje a Cataluña" de George Orwell

Hace unos días terminé de leer esta novela. La verdad que me enganchó desde el principio. Y es que ofrece una visión de la Guerra Civil Española a la que no está uno acostumbrado.
Supongo que la guerra debió de vivirse de muy diversas formas dependiendo del lugar donde pillara a aquellas pobres gentes, y dependiendo del bando en que les tocara posicionarse.
El relato de Orwell transcurre entre Cataluña y el frente de Aragón, que fueron las últimas zonas en caer bajo el control de las tropas franquistas.

Durante los casi cuarenta años de dictadura, el relato dominante había sido el de los que ganaron la guerra. Con la muerte del dictador empezó a cobrar relevancia el de los vencidos (concretamente el de los que ganaron las elecciones, los socialistas, a los que Orwell consideraría socialistas de derechas). Y lo que nos ha llegado a las generaciones posteriores es esa dualidad: vencedores-vencidos, izquierda-derecha, fascistas-antifascistas, dictadura-democracia.
Pero en "Homenaje a Cataluña" se describe una complejidad mucho mayor: división entre comunistas, socialistas, anarquistas, trotskistas, el gobierno catalán... con una única cosa en común: el enemigo fascista.

Orwell describe la situación desde su óptica de miliciano extranjero que combate en las líneas del POUM (un partido comunista trotskista, opuesto a al comunismo institucional de Rusia).

[...]La «línea» del POUM era aproximadamente la que sigue: «Carece de sentido hablar de oponerse al fascismo por medio de una democracia burguesa. La "democracia" burguesa es sólo otro nombre del capitalismo y lo mismo ocurre con el fascismo; luchar contra el fascismo en nombre de la "democracia" significa luchar contra una forma de capitalismo en nombre de otra forma que es susceptible de convertirse en la primera en cualquier momento. La única alternativa real al fascismo es el control obrero [...]»

Estas milicias de voluntarios, que contaban con muy escasos medios materiales (armas obsoletas, artillería pesada y municiones casi inexistentes), fueron las que consiguieron frenar el avance de las tropas franquistas por la península. Creando un cierto aislamiento del conflicto en la zona tras el frente de Aragón. Quizá, eso permitió fantasear durante los primeros meses de contienda con la posibilidad de una Revolución Obrera que llevase a una sociedad autogestionada.

[...]Cuando llegué a Barcelona por primera vez, me pareció una ciudad donde las distinciones de clases y las grandes diferencias económicas casi no existían. Eso era, desde luego, lo que parecía. Las ropas «elegantes» constituían una anormalidad, nadie se rebajaba ni aceptaba propinas; los camareros, las floristas y los limpiabotas te miraban a los ojos y te llamaban «camarada». Yo no había captado que se trataba en lo esencial de una mezcla de esperanza y camuflaje. Los trabajadores creían en la revolución, que había comenzado sin llegar a consolidarse, y los burgueses, atemorizados, se disfrazaban temporalmente de obreros. En los primeros meses de la revolución hubo seguramente miles de personas que deliberadamente se pusieron mono proletario y gritaron lemas revolucionarios para salvar el pellejo. Ahora las cosas estaban volviendo a sus cauces normales.[...]

Orwell terminó de escribir el libro antes de que finalizara la guerra. Los que nacimos ya en la democracia burguesa sabemos cual fue el desastroso final, y cómo el fascismo arrasó Europa en los años posteriores...
Es extraño, porque parece que no hayamos aprendido lo suficiente de aquella época: en occidente parecen tomar fuerza de nuevo los movimientos nacionalistas; el racismo y la xenofobia se ha volcado contra los inmigrantes del tercer mundo; los ejércitos siguen armados y bien armados.
Ahora sería muy difícil formar milicias de ciudadanos, porque, eso sí, los estados se han alzado con el monopolio del armamento. El capitalismo ya no tiene opositores, ni contraejemplos vigentes, campa a sus anchas por todo el globo, sometiendo a la miseria a un gran porcentaje de la población, contaminando, esquilmando recursos... Y todo para que unos pocos vivan muy bien. Aún así, en sus periódicas crisis, se atreve a decirnos que vivimos por encima de nuestras posibilidades. Cuando dedicamos largas jornadas de trabajo para subsistir en un frenético consumo. Cuando no dejamos de ver noticias de hambre y guerra en nuestros televisores. -¡Que nos nos engañen! ¡Vivimos muy por debajo de nuestras posibilidades!-

Cuando terminé de leer la novela estaba en Berlín. Una ciudad que había sido arrasada en la Segunda Guerra Mundial, y vuelta a construir.
Nos contaron historias de vallas y muros que dividían familias, a las que apenas separaban unos cientos de metros. Nos acordamos de Ceuta y Melilla, de México, EEUU... De barrios ricos y barrios pobres en toda gran urbe.
Todo es nuevo en Berlín. No queda ni rastro del nazismo. -Está prohibido exhibir cualquier símbolo nazi. -Nos comentó el guía turístico-. Como si los alemanes se avergonzaran profundamente de que aquel tipejo del bigote les hubiese engañado para satisfacer su afán de dominación expansionista.

Mientras, aquí, en España, todavía consentimos que el golpista que nos sumió en casi 40 años de dictadura tenga un monumento de dimensiones ciclópeas en el corazón del país; que todavía muchos digan que "con Franco se vivía mejor"; que incluso se paseen por el centro de la capital con sus banderas y cánticos para rendirle homenaje, en las inmediaciones del palacio donde vive el mismo rey que el dictador dejó al cargo de sus súbditos.

No sé si Orwell reconocería esta España nuestra, donde no existen alternativas políticas que cuestionen el capitalismo (ni a la izquierda, ni mucho menos a la derecha). Y es que, son muchos los que dicen que vivimos más en la distopía futurista descrita por Aldoux Huxley en "Un mundo feliz", que en el Estado de control policial descrito por Orwell en su más famosa novela "1984", seguramente muy influida por la experiencia vivida en la guerra civil española.
Toro de Osborne y edificio ruinoso junto a la autopista que une Zaragoza con Barcelona - 1 de Noviembre de 2018

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"Cuánto horror habrá que ver,
cuántos golpes recibir,
cuánta gente
tendrá que morir.

La cabeza bien cuidada
o muy bien estropeada
y nada
nada que agradecer.

Dentro de nuestro vacío
sólo queda en pie el orgullo,
por eso
seguiremos de pie.

Mogollón de gente
vive tristemente
y van a morir
democráticamente
y yo, y yo, y yo
no quiero callarme.

La moral prohíbe
que nadie proteste,
ellos dicen mierda,
nosotros amén,
amén, amén, amén,
a menudo llueve."
Fragmento de "Ellos dicen mierda"  - La Polla Records

viernes, 16 de noviembre de 2018

Redes sociales: de realidades edulcoradas al "coño insumiso"


En nuestro post anterior, vimos como ha ocurrido una especialización -cercamiento-, en áreas muy concretas de la fotografía. Estas áreas se han delimitado en el plano de las temáticas -y sus técnicas y tecnologías asociadas- pero también en el ámbito de los profesionales y aficionados.

En el terreno de la Estética podríamos, a su vez, pensar en los cercamientos que convirtieron los campos de labor comunales de la sensibilidad estética premoderna en los pastos académicos y los cotos de caza en los que ha medrado el arte desde el romanticismo hasta la postmodernidad, plácidos pastos y cotos de donde –huelga decirlo– han desaparecido las competencias instituyentes, y donde sólo a unos pocos se les permite ser productivos.1

Estas áreas delimitadas, además, se ven atravesadas por una confluencia hacia una cierta realidad ideal, que aproxima las imágenes fotográficas con las creadas enteramente por ordenador.

Ahora veremos como esta confluencia hacia una realidad ideal tiene diferentes efectos en las diferentes áreas de especialización de la fotografía, y en ese cajón de sastre en que se han convertido las redes sociales e internet -entendido como el conjunto de informaciones al que acudimos a resolver nuestras dudas-.


Siempre había tenido cámara de fotos -de carrete y después digital-. Me gustaba utilizarlas, enseñar las fotos, comentarlas con amigos y familiares. Con la fotografía digital cambiaron un poco las costumbres: había que proyectar las fotos en una televisión u ordenador y, en lugar de seleccionar copias, se grababan todas en un CD y se pasaban al interesado. Con las redes sociales se produjo un giro de tuerca más: ahora sí que era fácil compartir y comentar fotografías.

Así que, muchos nos lanzamos de lleno al proyecto de volcado de la realidad en el mundo digital. Para rellenar ese inmenso espacio vacío con vivencias y contenidos.
El retrato -y sobre todo el autoretrato- resultan imprescindibles en este medio. Hay que dotarse de una identidad: en cualquier avatar de red social, en foros especializados, cursos virtuales, currículums… Dependiendo de la red a la que vaya destinada la fotografía, puede moverse en la faceta de lo pictórico o de lo documental.
Utilizamos fotografías en las que nos vemos favorecidos, o en las que causamos una impresión acorde al contexto, igual que cuando salimos a la calle nos arreglamos -aunque solo sea mínimamente-. La foto nos confiere realidad, es la prueba de que si coincidimos en el espacio-tiempo con otros habitantes de la red podremos reconocernos -por muy peregrinas y absurdos que puedan resultar nuestras opiniones y comentarios en el mundo virtual-.

El que, con las primeras cámaras digitales, las fotografías pasaran directamente al ordenador, facilitó mucho el proceso de asociar nuestra identidad virtual a una foto real: el mismo dispositivo en que almacenábamos nuestras fotografías era el que utilizábamos para comunicarnos. Y la tendencia ha seguido en esa dirección: hoy día, cualquier aparato de comunicación lleva una cámara de fotos integrada -y un sistema de posicionamiento y diversas herramientas de control-.

Otra consecuencia de que nuestras fotografías se encontraran en el ordenador fue que: estaban directamente accesibles para un número cada vez mayor de herramientas de retoque fotográfico y creación de imágenes. Muchas de estas herramientas se utilizan tanto para retoque como para creación, así que, la convergencia que hemos visto antes, no solo ocurre en el plano estético, sino también en un planto técnico. Actualmente, en aparatos electrónicos que no disponen de la versatilidad y potencia de los ordenadores, es habitual que existan aplicaciones que se encargan de aplicar los retoques más populares a nuestras fotos, sin la necesidad de tener que manejar complicadas herramientas.
Esto ha hecho del retoque fotográfico casi una norma y que, la mayoría de fotografías que utilizamos en nuestras redes, tengan algún tipo de alteración.

Así que, aunque el retoque fotográfico existe desde el inicio de la fotografía, ahora está al alcance de un abanico muy amplio de población. No es necesario ser artista dadaísta, o poseer un taller de revelado, cualquiera puede crear un “meme”2 potencialmente gracioso y viral con el amplio catálogo de imágenes de internet, y un poco de imaginación. Todos podemos convertirnos en proveedores de contenidos y ser mundialmente conocidos... aunque, en la práctica, toda esa actividad quede reducida a círculos más o menos estrechos.

Esta alteración sistemática de la fotografía no ocurre solo en el retrato, sino también en otras áreas. En fotografía de monumentos y edificios es común utilizar el HDR para eliminar los molestos efectos de un excesivo contraste entre claros y oscuros. En fotos de naturaleza también es muy habitual recurrir a retoques fotográficos, después de todo, estamos acostumbrados a las imágenes de plantas y animales dibujadas a mano alzada por zoólogos y botánicos. En noticias de prensa se usan montajes para poner juntos personajes que se desea relacionar argumentalmente -normalmente, si se obra de buena fe, son montajes burdos para dejar claro que la imagen es una superposición y que la relación es argumental-.
Luego están las imágenes de las carteleras de películas, que prácticamente constituyen un género en sí mismas, donde sí que se emplean técnicas muy sofisticadas para dotar a las imágenes de un gran impacto -imágenes que mezclan fantasía y realidad sin ningún tipo de pudor-.
En la publicidad ocurre algo similar a las imágenes creadas para el cine ya que, en el fondo, la finalidad es muy similar en los dos ámbitos: captar la atención de los potenciales consumidores y convencerlos de que compren su producto.
Los publicistas se ven así forzados a afilar sus herramientas para captar la atención de un público cada vez más disperso.

Somos constantemente bombardeados por imágenes de todo tipo: fotografías tomadas de forma instantánea con teléfonos móviles, imágenes históricas, de fotógrafos aficionados o profesionales, procesadas, retocadas, borrosas, difusas, producidas con diferentes técnicas y herramientas de diseño…
Imágenes de publicidad, historias personales, chistes gráficos, noticias reales, noticias falsas… todo se mezcla en internet y las redes sociales, todo se muestra en las pantallas de nuestros ordenadores y teléfonos móviles. Hemos aprendido a orientarnos en este aparente caos, identificamos rápidamente a qué categoría pertenece cada imagen, cada texto.

En cierta medida, todos somos conscientes de que la mayoría de imágenes que se nos presentan hoy día en los medios han sufrido algún tipo de procesado. No es solo que se hayan tomado en el momento oportuno: justo cuando la luz es menos dura, el momento justo del salto… Pero no nos importan mucho los detalles, ¿Cómo consiguieron llegar a ese resultado? Intuimos que la teoría y la práctica detrás de todo eso pueden ser excesivamente complejas y preferimos no complicarnos la vida. Aceptamos ese grado de fantasía, en lo que nos presentan, como la captura de un instante real.
Convivimos con esas imágenes que tienen algo de misterioso y mucho de atractivo, nos acostumbramos a ellas.
La visión, puesta en jaque por las revelaciones de los fotógrafos, tiende a adecuarse a las fotografías3
 
Todas las imágenes tienen mucho de artificial, pero queremos creer en su posibilidad, en su espejismo. Las imágenes nos hacen ilusionarnos con esos mundos y seres mágicos, casi mitológicos, que nos muestran las fotografías retocadas y las imágenes digitales. Una experiencia envolvente.
Como cada fotografía es un mero fragmento, su peso moral y emocional depende de dónde se inserta. Una fotografía cambia según el contexto donde se ve: así, las fotografías de Smith en Minamata lucirán diferentes en una hoja de contactos, una galería, una manifestación política, un archivo policial, una revista fotográfica, una revista de noticias generales, un libro, la pared de un salón. Cada una de estas situaciones propone un uso diferente para las fotografías pero ninguna de ellas puede asegurar su significado. Con cada fotografía ocurre lo que Wittgenstein argumentaba sobre las palabras: su significado es el uso. Y por eso mismo la presencia y proliferación de todas las fotografías contribuye a la erosión de la noción misma de significado, a esa partición de la verdad en verdades relativas que la conciencia liberal moderna da por sentada.4

Pero, con internet, nos encontramos con que todo es susceptible de aparecer fuera de contexto, en el contexto de las pantallas. Todo es susceptible de mezclarse: en los resultados de un buscador, en la línea de tiempo de redes sociales...

Con esta profusión de imágenes se constituye esa realidad ideal a la que hemos aludido antes. Una realidad que, al estar controlada y dirigida por intereses de mercado, de entrada, es mentirosa: idolatra la tecnología -es el avance tecnológico el que la ha hecho posible-, edulcora la realidad -eliminando lo que molesta-, ensalza una cierta idea de belleza antinatural-no hay más que ver la cantidad de “Photoshop” que lleva cualquier fotografía de modelos- y unos estilos de vida y políticas del crecimiento que nos llevan en la dirección de lo social y medioambientalmente insostenible.


El Coño Insumiso en el Valle de los Caídos. Imagen de portada en el perfil de Facebook de Willy Toledo (desde el 6 julio de 2018)

Conclusión

Si algo tiene apariencia de fotografía tendemos a pensar que es real. Nuestro pensamiento y nuestra práctica diaria nos dicen que con una cámara capturas imágenes de lo que tienes delante, lo que está pasando o posando. Así que, nos habíamos acostumbrado a que las imágenes nos dijeran qué podíamos exigir a la realidad. Pero, en el mundo actual de las pantallas, ya ni tan siquiera tiene sentido la frase de “una imagen vale más que mil palabras”. Necesitamos manejar el contexto, un contexto mucho más amplio que en los orígenes de la fotografía, porque ahora cualquier imagen puede ser inventada.

Necesitamos algún relato que las conecte y las dote de sentido. Que las confiera algún poder de transformación.

Quizá, un relato como el que hace un tiempo protagonizó el actor “Willy Toledo”, tras ser encarcelado por una denuncia de ofensa a los sentimientos religiosos por parte de una asociación de abogados católicos y no presentarse al juzgado5.
El caso saltó de las redes sociales a los medios de comunicación de masas, incluida la televisión. La ofensa la había realizado el actor a través de su perfil de Facebook, así que, los medios se vieron obligados a mostrar imágenes de dicho perfil. Y fue bastante extravagante, porque la foto de portada era un fotomontaje -muy burdo- del Valle de los Caídos, donde se había sustituido la cruz por una enorme vulva rosada -“el coño insumiso”-. Y, además, se mostraban por escrito los comentarios -blasfemias- que había proferido el actor desde su perfil. En un horario de máxima audiencia, como es el de los telediarios.
Podría decirse que, el de Willy Toledo, es un caso de éxito: había conseguido trascender del mundo virtual al real, para llamar la atención sobre una serie de leyes que protegen los sentimientos de una determinada religión -la católica- en un Estado supuestamente aconfesional. De forma que un gran número de personas conocieran los hechos, se forjaran una opinión y abrieran un debate.
El tirón del caso duró apenas unos días, porque los medios continuaron inundando todo con otras noticias. Pero lo cierto es que el caso generó un hilo de interés que podía ser fácilmente seguido a través de internet.

La imagen del coño insumiso servía muy bien al relato del actor en su cruzada contra aquellas leyes que, desde el franquismo, perduran en el código penal español. El Valle de los caídos es un símbolo del nacional catolicismo y, sustituir la cruz por un coño, no deja de ser una ofensa a esos sentimientos católicos que, durante siglos, reprimieron toda sexualidad -especialmente la femenina-.
Seguramente no podría haber sido considerada una obra de “bellas artes”, pero estaba inserta en un contexto, y servía a un relato que se sale del habitual del capitalismo de consumo.

Posiblemente, las imágenes de guerra de los fotógrafos del siglo pasado tuvieron su efectividad: hoy día puede decirse que apenas hay guerras -en los países occidentales-. También en este batiburrillo de posibilidades -lo disposicional- que se presenta en la nueva fotografía y los medios de comunicación acabe surgiendo un repertorio que resulte efectivo en lo social.

[...]es imprescindible que recordemos que esa repertorialidad sólo puede darse mediada por un nivel disposicional, un nivel constituido por las competencias y los contextos de actuación que permiten actualizar y desplegar las formas, haciéndolas operativas.6


Referencias

1 Claramonte, 200.
2 «Meme de internet», Wikipedia, la enciclopedia libre, 30 de septiembre de 2018, https://es.wikipedia.org/w/index.php?title=Meme_de_internet&oldid=110952875.
3 Sontag, Sobre la fotografía, 144.
4 Sontag, cap. El heroísmo de la visión.
5 «Detenido Willy Toledo para que declare mañana ante el juez», www.efe.com, accedido 30 de septiembre de 2018, https://www.efe.com/efe/espana/sociedad/detenido-willy-toledo-para-que-declare-manana-ante-el-juez/10004-3747458.
6 Claramonte, La república de los fines, 224.

miércoles, 31 de octubre de 2018

Del revelado creativo a la construcción de imágenes de una realidad ideal


En nuestro post anterior, centramos el análisis en lo que puede llamarse fotografía canónica y sus dos principales facetas: la documental y la pictórica. Poniendo especial énfasis en lo pictórico, que resulta lo más relevante en un análisis estético de la fotografía, y es lo que permite enmarcar la fotografía dentro del concepto de arte actual. Aunque no conviene perder de vista el carácter documental, en cuanto a reproducción de las cosas y ese halo de constatación de la realidad que confiere a las fotos.


De la fotografía canónica a las Bellas Artes
 
Hemos visto que la fotografía canónica ya dispone de un gran abanico de posibilidades a la hora de capturar imágenes de forma creativa, ensalzando ciertos valores estéticos: belleza, dramatismo, realismo, ensoñación…
Esto nos lleva a un tipo de fotografía que se aleja un tanto de la fotografía documental. Esta última es la que estamos más acostumbrados a observar en los medios de comunicación de masas: periódicos y televisión. Ya que, a los medios, les conviene presentar sus contenidos bajo la apariencia del realismo y la imparcialidad.
Pero, la fotografía en que vamos a poner el foco, concentra su valor en lo estético. Se aleja del canon de lo documental y empieza a reflejar una cierta intencionalidad del fotógrafo y una cierta sacudida en la sensibilidad o estados de consciencia de los receptores. 

Estaríamos hablando de lo que ha venido en llamarse “fotografía de Bellas Artes3. Que abre el abanico de posibilidades de la fotografía: jugando con efectos de la toma de imagen, o del revelado, que habitualmente se consideran fallos en la fotografía (subexposiciones, desenfocados, tiempos de exposición no adecuados para objetos en movimiento, saturación de los colores...).
En este punto, puede que el fotógrafo se sienta más cercano al pintor. Utilizando categorías estéticas más propias de la pintura, para conseguir la foto deseada: armonía de colores, contrastes de luces, dramatismo, suavidad, ensoñación...
Pero, aún aquí, tiene unos límites y reglas claras a las que atenerse. Reglas restringidas a lo que se puede conseguir de forma mecánica con la cámara y las técnicas de revelado tradicionales. Reglas que hacen que la fotografía sea claramente diferenciable de una imagen pintada manualmente.


La fotografía y la producción en serie

En su libro "La cámara lúcida" Roland Barthes hace un desarrollo muy interesante de lo que denomina el “studium” en la fotografía.
[...]la aplicación a una cosa, el gusto por alguien, una suerte de dedicación general, ciertamente afanosa, pero sin agudeza especial1
Y lo enfrenta al “punctum”
[…] ese azar que en ella [la fotografía] me despunta (pero que también me lastima, me punza)2

Con las cámaras actuales es posible realizar millones de fotos. No sería difícil que alguien, con un poco de suerte, pudiera hacer una buena foto sin tener ningún tipo de pretensión artística. Y no habría forma de diferenciar esa foto de la realizada por un profesional. No es difícil que un profesional realice millones de buenas fotos a lo largo de su carrera. Así que, no es de extrañar que Barthes se preocupe por encontrar un criterio que le ayude a centrar su atención en un puñado de fotos. 
Esto no deja de ser un asunto relevante hoy día, dado el número creciente de imágenes con que los medios de comunicación nos inundan a diario, arrojándonos al borde de la sobreestimulación.


Carencias técnicas y alteración de la realidad

La fotografía tiene una serie de carencias técnicas que hacen que los resultados no sean tan buenos como lo que es posible percibir a simple vista. Así que, han empezado a surgir numerosos procesos para conseguir suplirlas. Por ejemplo las “imágenes de alto rango dinámico” o ARD (High Dynamic Range en inglés, o HDR)4, donde se superponen diferentes imágenes para conseguir una con mayor detalle, tanto en las zonas muy iluminadas como en las oscuras. El resultado es una fotografía “extraña”, quizá parecida a un cuadro hiperrealista. 
Ya son varios siglos conviviendo con las fotografías, con lo que nos hemos acostumbrado a esas carencias y, cuando nos presentan este tipo de imágenes, sentimos una especie de admiración y rechazo a la vez: admiración porque resultan imágenes impactantes, con gran profusión de detalles; y rechazo porque intuimos que hay algo falso, retocado.

Los programas informáticos utilizados para estos tratamientos de mejora de la imagen permiten, además de corregir las carencias propias de la tecnología de captura, corregir también las carencias de la realidad: eliminar un cable de la electricidad que no “debería” estar; estilizar la silueta de las modelos; ensalzar el color de los ojos; eliminar al mendigo de la puerta de la iglesia… Consiguiendo imágenes realmente impactantes, que llamen nuestra atención, aunque solo sea durante los pocos segundos que necesita el publicista. Ya no es necesario ir observando imágenes de forma metódica en busca de ese “punctum” que nos conmueva. Las imágenes son afiladas utilizando diferentes técnicas psicológicas y se nos arrojan en los momentos que determinan las estadísticas y necesidades del mercado como más efectivos (de activos buscadores de tesoros, hemos pasado a consumidores pasivos de un exceso de imágenes que nos abruma).


Convergencia entre la fotografía y el arte digital

Las imágenes retocadas se parecen cada vez más a las creadas enteramente por ordenador, sobre todo para películas y videojuegos. Muchas de las películas actuales transcurren en escenarios totalmente virtuales donde, más que corregir los “defectos” de la realidad o de las cámaras, es necesario introducirlos para que parezcan más creíbles. Y, donde actores de carne y hueso, interactúan con personajes digitales. Películas que llegan a todos los públicos: Space Jam, Batman, Avatar...

Así que, por un lado, tenemos imágenes fotográficas que, con diferentes técnicas de procesado y retoque, intentan “mostrar” una realidad más ideal (creo que, llegados a este punto, ya no podemos hablar de “capturar” la imagen, porque el fotógrafo se ha convertido más un “hacedor de imágenes”). Y por otro, tenemos imágenes enteramente creadas por ordenador, que pueden ajustarse a cualquier modelo, también al de esa realidad ideal.

Cabría preguntarse quién o qué configura ese ideal al que convergen la fotografía y el arte digital. ¿Qué aspectos son los que molestan de la realidad y cuáles son aquellos que se quieren potenciar?


La especialización y el consumo

Por otro lado, ha ocurrido que, con el avance tecnología fotográfica y los diferentes usos recibidos, han surgido numerosos ámbitos especializados de la fotografía. Bien porque requieran unos equipos y habilidades muy específicas (objetivos, iluminación); o bien, por el tipo de medios de difusión al que van dirigidos.
Esta especialización, delimita en el plano económico el ámbito de los “aficionados” (con equipamientos más baratos) frente al de los “profesionales” (con equipos caros y específicos en continua evolución). Una especialización que se amolda como un guante a las dinámicas del capitalismo de consumo y a su división en sectores de mercado.
Un mercado que no para de ofrecernos nuevos complementos mientras nos mantiene expectantes a sus novedades:
Si ilusión es el «concepto, imagen, representación sin verdadera realidad, sugeridos por la imaginación o causados por engaño de los sentidos» (RAE) entonces con esta ilusión reaccionamos también ante las novedades tecnológicas que nos entregan periódicamente otros magos (de la tecnología) y reyes (de la economía).5

Como ámbitos especializados de la fotografía, cabe destacar: el fotoperiodismo, las fotografía de naturaleza, deportiva... Fotografías demandadas por medios de comunicación que requieren equipos caros (teleobjetivos, rapidez de obturación...) y unas habilidades técnicas muy desarrolladas, tanto para manejar los equipos, como para provocar las situaciones deseadas, o encontrar el lugar exacto donde esas situaciones ocurrirán.
El retrato tiene también una gran importancia. Siempre la ha tenido, desde los primeros daguerrotipos hasta la actualidad. Tanto en el ámbito de lo personal como en el de los grandes medios de comunicación y el arte. Quizá por esa fascinación que nos causa observar los efectos del tiempo sobre nuestra apariencia física, o nuestra indumentaria. En cualquier reportaje monográfico, o entrevista a un personaje, es necesaria la fotografía. Si no, pareciera que nos estuvieran ocultando algo.

Cabría preguntarse porque estamos tan familiarizados con este tipo de fotografías, y porqué se exhiben en los medios. ¿Quizá porque no cuestionan ni comprometen nuestro estilo de vida?


Añoranza de tiempos pasados y el arte como reducto aislado

Lejos queda el tipo de fotografía más populares del siglo pasado, que contraponían conflictos bélicos, ambientes marginales y hambrunas a nuevas arquitecturas y lujos de clases adineradas. Una fotografía que combinaba lo pictórico y lo documental, que buscaba sacudir las conciencias de los espectadores. Muchos de cuyos autores menciona Susan Sontag en su libro “Sobre la fotografía”: Walt Whitman, Diane Arbus, Felix Greene…
Una época, aquella, en que el arte de la fotografía acumulaba su negatividad retratando la marginalidad, lo bizarro, lo absurdo, lo ambiguo… Y los reporteros de los grandes medios aprovechaban sus circunstancias para invertir tiempo en sus proyectos artísticos personales. De forma que existía un cierto trasvase de esa negatividad del arte fotográfico a la realidad que reflejaban los medios de masas.

Ciertamente, la del siglo pasado, resulta un tipo de fotografía que podríamos relacionar con lo que este arte tiene de repertorial (como lo describe Jordi Claramonte en “La república de los fines”). Y que hoy puede tener sentido en los circuitos en que ha quedado recluido el arte, pero que difícilmente puede alcanzar relevancia en las dinámicas de consumo autocomplaciente en que nos encontramos inmersos.

En términos de construcción política, podemos asignarle al nivel de lo repertorial el claro objetivo de vindicar la existencia y la resistencia de una multitud de formas de organización de la percepción, la temporalidad, las relaciones sociales, los materiales, una multitud de modos de relación en suma que el capitalismo globalizado puede querer suprimir por falta de rentabilidad o de conexión con las lógicas del mercado.6

Embalse de García Sola (Puerto Peña) - Septiembre 2017. Foto construída con varias superposiciones de imágenes con diferentes exposiciones

Referencias:

1 Roland Barthes y Joaquim Sala-Sanahuja, La cámara lúcida: nota sobre la fotografía (Barcelona: Paidós, 2007), 64.
2 Barthes y Sala-Sanahuja, 65.
3 «Fotografía de Bellas Artes», Wikipedia, la enciclopedia libre, 20 de mayo de 2018, https://es.wikipedia.org/w/index.php?title=Fotografía_de_Bellas_Artes&oldid=107995795.
4 «Imágenes de alto rango dinámico», Wikipedia, la enciclopedia libre, 30 de junio de 2018, https://es.wikipedia.org/w/index.php?title=Imágenes_de_alto_rango_dinámico&oldid=109034207.
5 Bez, «Nuestros Reyes Magos», Bez.es, 7 de enero de 2017, https://www.bez.es/937310832/Nuestros-Reyes-Magos.html.
6 Jordi Claramonte, La república de los fines: contribución a una crítica de la autonomía del arte y la sensibilidad (Murcia: CENDEAC, 2011), 224.

miércoles, 24 de octubre de 2018

Del registro gráfico a una visión estética y artística de la fotografía

Hace 4 años me regalaron una cámara réflex. Y, con ello, cambió radicalmente mi forma de ver la fotografía. Eso sí, fue un cambio lento y progresivo -no fue el hecho de poseer la cámara, sino el interés que fue despertando en mí-.

Yo había sido siempre bastante reacio a la fotografía, sobre todo a la fotografía digital. Me parecía que las personas perdían demasiado tiempo fotografiando compulsivamente espacios o experiencias, en lugar de disfrutarlas sin más. ¿Qué sentido tenía hacer fotos para mirarlas en la pequeña pantalla de nuestros dispositivos electrónicos? ¿Qué buscamos en el acto de fotografiar? Me hubiese gustado encontrar una respuesta unificadora pero, cuanto más reflexionaba sobre ello, una mayor diversidad y multiplicidad de motivaciones iban apareciendo: capturar escenas sorprendentes, bellas, curiosas, emotivas, personales, universales... que tuvieran un cierto valor estético (aunque solo sea en el estrecho ámbito de nuestro mundo vivido). Encontrar nuestro perfil bueno, retener un recuerdo de las personas que nos acompañaron en cierta ocasión, obtener un documento que atestigüe que estuvimos en cierto lugar...

Cuando por fin decidí que me gustaba la fotografía, y le dedicaba tiempo y esfuerzo, descubrí que también buscaba cierto reconocimiento público, aunque solo fuera en el ámbito familiar o mi comunidad más cercana. Intentaba captar el instante clave, reflejar el carácter de la persona fotografiada, las mejores combinaciones de luces, el mejor encuadre que resaltase el motivo que consideraba más importante… Para conseguir que los que me rodeaban miraran las fotos con interés (no solo por compromiso).


Pero, desde mi infancia, el papel principal de la fotografía había sido el de aportar un documento gráfico en el que apoyar el relato de unas vacaciones o de algún acontecimiento relevante: fiestas, bodas... Narrar mis batallitas con imágenes que describieran todo aquello que no conseguía comunicar con palabras, y aportando detalles que podría haber ignorado en el momento de la experiencia vivida.
Con la fotografía, cualquiera con un mínimo de interés, puede construir y mostrar el relato de su vida, puede apuntalar el “andamiaje de su mitología personal”.

Fotografiamos para reforzar la felicidad de estos momentos. Para afirmar aquello que nos complace, para cubrir ausencias, para detener el tiempo y, al menos ilusoriamente, posponer la ineludibilidad de la muerte. Fotografiamos para preservar el andamiaje de nuestra mitología personal."1

Vamos, que mi percepción de la fotografía era la de un instrumento documental, testimonial. El registro de la realidad con un aparato mecánico. Y, cuando empecé a familiarizarme con mi cámara réflex, empecé a darme cuenta de que mi mirada había estado condicionada por el tipo de cámaras que había utilizado para realizar fotografías. 
 
La mayoría de cámaras convencionales, y las de los dispositivos móviles, tienen un único modo de funcionamiento, el automático, el que hace las fotos como “deben ser”: con una exposición correcta, a la mayor velocidad que permita la luz disponible y con el menor ruido posible. Así que, solo había que pulsar el botón y la realidad quedaba registrada tal como es, o ¿Tal como debía quedar registrada según diferentes parámetros técnicos y comerciales? Esa era la imagen verdadera, el instante mismo capturado y almacenado en un negativo o un puñado de píxeles.
Por supuesto, cuanto más avanzara la tecnología, cuanto más cara y elitista fuera esa tecnología, más detalles y más realidad quedarían atrapadas en la imagen.

Por otro lado, sabía que en los museos se solían organizar exposiciones fotográficas, y me resultaba ciertamente extraño. El arte, para mí, eran básicamente la pintura y la escultura: lo que tiene mayor relevancia en el ámbito museístico y en la educación básica. Así que, durante la mayor parte de mi vida había estado considerando el arte en su concepción moderna. Tal como eran descritas las “bellas artes” en el siglo XIX: como algo producido por hombres habilidosos, con una cierta intencionalidad estética, buscando la belleza, o con actitudes moralizantes.

[...]El término <<bellas artes>> se incorporó al habla de los eruditos del siglo XVIII y siguió manteniéndose en el siglo siguiente. Se trataba de un término que tenía un campo bastante claro: Bateaux presentó una lista en la que incluía a cinco de las bellas artes -pintura, escultura, música, poesia y danza- añadiendo dos más que estaban relacionadas, la arquitectura y la elocuencia. Esta clasificación se aceptó a nivel universal, estableciéndose no sólo el concepto de las bellas artes, sino también el de su clasificación, el sistema de las bellas artes, que después de añadir la arquitectura y la elocuencia formaron un número de siete.3

Pero la fotografía no es más que el reflejo automático de un cierto instante y espacio. Me costaba concebirla como arte. Hasta cierto punto, podía pensarla como apoyo de un proyecto artístico más amplio: como esas series de fotografías tan impactantes de conflictos bélicos que pretenden llamar nuestra atención sobre las consecuencias de las guerras. Desde luego, nunca hubiese considerado una fotografía aislada como arte. Pero sí lo hubiese hecho con un cuadro aislado.
La falta de esfuerzo y pericia que se le presupone a la fotografía, el que se puedan tomar miles de fotografías en un solo día, la hacían parecer poca cosa.

[…]Nada sería menos característico de la sacrificada labor de un artista como Proust que la facilidad de la fotografía, que debe de ser la única actividad productora de obras de arte acreditadas en que basta un simple movimiento, una presión digital, para obtener una obra completa. Mientras los afanes proustianos presuponen que la realidad es distante, la fotografía implica un acceso instantáneo a lo real.”2

Si miramos una fotografía como una obra de la humanidad a lo largo de los últimos siglos: desde el desarrollo de los primeros daguerrotipos obtenidos a finales del siglo XIX, hasta las últimas cámaras digitales de la actualidad. Vemos que una fotografía no es algo tan sencillo, sino que condensa un conocimiento y una habilidad técnica que, junto con los usos e intereses que la humanidad ha puesto en ella, han dado como resultado las actuales cámaras fotográficas y el tipo de fotografía que conocemos hoy día.

En su obra “Historia de 6 ideas”, Tatarkiewicz ofrece una definición de arte que puede considerarse válida para lo que entendemos por arte en la época actual:

El arte es la reproducción de las cosas o la construcción de formas nuevas, o la expresión de experiencias - siempre y cuando el producto de esta reproducción, construcción y expresión puede deleitar o emocionar o conmocionar4

La definición que ofrece Tatarkiewicz es lo suficientemente genérica como para incluir la multiplicidad de técnicas, acciones, materiales, etc. con las que se produce arte hoy día. El cine y la fotografía caben también dentro del amplio concepto de arte que manejamos. Aunque, comúnmente, los empleemos como piezas documentales para apoyar nuestro relato (o el de las revistas, periódicos y telediarios) sin ninguna intención artística o estética, incluso como mera herramienta práctica o de entretenimiento.

Está claro que con la cámara podemos reproducir las cosas tal como eran en el instante en que se tomó la fotografía. Pero también es cierto que permite construir formas nuevas. Ahora estamos acostumbrados a las imágenes en color, con tiempos de exposición muy cortos, pero no son el único tipo de imágenes que podemos tomar con una cámara.
Por ejemplo, Joan Fontcuberta describe en su libro “El beso de Judas. Fotografía y verdad” el uso que hace Martí Llorens de la cámara estenopeica, un tipo de cámara rudimentaria que requiere muy largos tiempos de exposición (horas) para que la imagen quede grabada en el material fotosensible utilizado. De esta forma, consigue captar en una imagen instantes de tiempo superpuestos, instantes de tiempo muy largos. Por tanto, el tipo de fotografía capturada con un móvil, no se parecerá mucho a la que Martí Llorens pueda tomar con su cámara estenopeica.


Me costó bastante hacerme con el funcionamiento de mi cámara réflex. Ya no era tan sencillo como en las cámaras que había tenido anteriormente, en las que bastaba con pulsar un botón (aunque, realmente, mi cámara disponía de un modo “automático” que permitía tomar fotografías con unos resultados técnicamente buenos, vistosos e impactantes).
Con un artefacto de estos entre las manos, mi curiosidad fue creciendo. 

Es fácil informarse en revistas y foros de internet e ir descubriendo que puede utilizarse para realizar muy diferentes tipos de fotografía. Que se puede jugar con el zoom, con el tipo de objetivo (permitiendo seleccionar ángulos de visión más restringidos que el total del campo que tienes delante). Que se puede focalizar a distancias concretas (de forma que el resto de lo que no te interesa de la imagen quede difuminado). Puedes jugar con la velocidad de apertura (tiempo de exposición): para congelar el instante, o bien, dar cierta sensación de movimiento…
La tecnología disponible y las condiciones ambientales (luz, movimiento, distancia...) en que se toma la fotografía, permiten a los fotógrafos jugar con los ajustes de la máquina, para remarcar ciertos detalles, o dotar a la imagen de dramatismo, vitalidad, orden, belleza… Hay un amplio repertorio de posibilidades más allá del modo automático.

El repertorio de posibilidades es amplio pero, al final, en la cámara, lo único que queda es la luz ambiente recogida por el sensor. De forma que tenemos una versión minimizada de lo que podemos ver a simple vista. Después es necesario realizar un proceso que convierta la información almacenada en el sensor en una imagen representada sobre un papel o una pantalla: el revelado.

Lo que queda capturado en el sensor no tiene porqué ser necesariamente igual a lo que ve el ojo humano. El ojo humano capta un rango de colores muy amplio y puede focalizar diferentes profundidades de campo. Además, puede adaptarse a la cantidad de luz del entorno y sacar la información de las zonas más claras y también de las oscuras. Mientras que, en fotografía, en entornos con fuertes contrastes lumínicos, hay que sacrificar la luz o la sombra.
El revelado también permite jugar con la imagen: colores, texturas, contrastes… Y paliar algunas de las limitaciones de la luz capturada por el sensor, para obtener una imagen más acorde a lo que ve el ojo humano.

Partiendo de la realidad, pasando por los procesos de captura y revelado, se consigue una imagen coherente con el gusto del fotógrafo o apta para satisfacer ciertos fines: publicitarios, apoyar un relato, conseguir “me gusta” en una red social, etc.
Comparado con lo que se puede hacer con la pintura, puede considerarse ridículo y muy limitado. Pero resulta mucho más rápido y tiene ese halo de realidad de las imágenes fotográficas. Aunque esa realidad queda supeditada a las limitaciones técnicas y a la creatividad del fotógrafo.

Por tanto, vemos que la fotografía exige una cierta habilidad de los fotógrafos y también una intencionalidad: para captar la imagen con las herramientas y parámetros adecuados, los que mejor se ajusten a la idea o emoción que se quieran transmitir. 
 
Por aproximar más la fotografía a la idea renacentista de arte podemos, incluso, hablar de reglas y límites que no deben sobrepasarse para considerar una fotografía pura, canónica (no retocada) y que pueden encontrarse en las bases de diferentes concursos fotográficos. 

Y, desde luego, la fotografía puede reproducir todo tipo de objetos y experiencias, además de permitirnos la construcción de nuestra historia -personal o colectiva- en la que seleccionamos los momentos, objetos y personas que merecen la pena ser retratados. Nos permite también expresarnos y mostrar aquellos lugares que nos conmueven, aquellos detalles que se escapan en la oralidad, transmitir y contagiar emociones, denunciar injusticias... 
Así que, sí, la fotografía es una herramienta que nos permite un registro gráfico de la realidad, en ese sentido nos es útil. Pero tiene también una función estética y transformadora como expresión artística.


Fotografía pura: reflejo en el río Pelochejo de madre e hija sobre el Puente Viejo (Herrera del Duque) - Marzo de 2017


Referencias:
 
1 Joan Fontcuberta, El beso de Judas: Fotografía y verdad (Barcelona: Editorial Gustavo Gili, 2015), cap. EL ARTE DE LA AMNESIA.

2 Susan Sontag, Sobre la fotografía (Madrid: Alfaguara, 2007), cap. El mundo de la imagen.

3 Wladyslaw Tatarkiewicz, Historia de seis ideas: arte, belleza, forma, creatividad, mímesis, experiencia estética (Madrid: Editorial Tecnos, 2001), 49.

4 Tatarkiewicz, Historia de seis ideas, 67.

miércoles, 17 de octubre de 2018

La radio y la actualidad

Hoy participé en una tertulia de actualidad, en un programa de la radio local... no sé porqué me meto en estos berenjenales, si la actualidad la vivo con retardo: no escucho la radio y no veo las noticias, ni tertulias. Además, con esta experiencia, me he dado cuenta de que a nivel regional y comarcal estoy aún menos informado.

Ha empezado el programa hablando del tren de Extremadura. Dada la serie de incidentes sufridos durante el puente del 12 de Octubre, parece estar sumido en la más absoluta dejadez (de esta noticia me enteré mientras estaba allí, sentado en la sala de la radio).
La verdad que he cogido muy pocas veces el tren para moverme en la comunidad autónoma (Herrera, mi pueblo, está muy lejos de cualquier vía de tren). Y, cuando lo he cogido, para ir de Madrid a Cáceres, resultaba muy romántico, bucólico... pero, como medio de transporte, el autobús era más rápido (de esto hará ya 20 años, y parece que nada ha cambiado desde entonces). Extremadura tiene pocos habitantes y la mayoría concentrados en en las Vegas del Guadiana, Cáceres, Mérida... está cerca de Lisboa. Seguramente, con unas buenas comunicaciones por tren, podría evitarse mucho tráfico rodado y quedarían las carreteras más despejadas, y en mejor estado, para los pobres diablos que nos movemos por las zonas más agrestes.
Me parecería bien que arreglasen o mejorasen el tren aunque, por mi circunstancia, estoy más interesado en que mejoren las comunicaciones con Barcelona. No sé por qué, nunca conseguí que invadiera el sentimiento patriótico extremeño. Así que, no consigo centrar mi interés en lo que cae dentro de esas divisiones tan extrañas que son las comunidades autónomas. Supongo que también influye el que la Siberia, mi comarca, sea fronteriza con Castilla la Mancha, que la mayoría de gente de por aquí se va a currar a Madrid, que mi padre es de Cuenca y que he tenido la suerte de estar danzando por la capital y por Barcelona bastante tiempo.

Después ha seguido el debate con el anuncio del arreglo de una carretera que une varias pequeñas poblaciones de la comarca: Helechosa, Villarta y Bohonal. Otro asunto de absoluta dejadez que, al menos, con la información de que disponemos, parece se va a solucionar. Han hablado sobre los detalles de la operación y las diferentes administraciones y partidos políticos implicados. Había oído algunas cosas antes, en las típicas conversaciones de bar y en comentarios en Facebook, pero no había llegado a formarme una opinión más allá del "ya era hora".
Se trata de una demanda histórica de la población de la comarca, y no creo que sea asunto de discusión de dónde salga el dinero porque: tanto si lo hace confederación hidrográfica del Guadiana, la junta de Extremadura o la diputación, el dinero sale siempre de nuestros bolsillos. Y nos gusta que nuestro dinero se emplee en cosas útiles, buenas y para las que existe un consenso generalizado. Cualquiera que haya pasado por esa carretera sabe que no se trata de un lujo innecesario.

Así que, me había encerrado en una conversación pública para debatir sobre unos hechos de los que prácticamente me estaba enterando en el momento... Y no soy persona de hablar por hablar... Mejor dicho, no soy persona de hablar. Paso mucho tiempo solo y la mayor parte del día no cruzo una palabra con nadie. Pero sí me gusta expresarme. Y también me gusta enterarme de estos asuntos que, en el fondo, sí me afectan, a mí y a los que me rodean. Y, la verdad, que la charla debate es muy amena, cada uno suelta lo que le parece, sin ofender, pero sin la necesidad de fundamentar o aportar datos objetivos concretos. Algo que no estoy muy acostumbrado a hacer: ni en mi vida como estudiante, ni en el rígido mundo ingenieril de la creación de software.

Así que, mis intervenciones fueron bastante patéticas y si no me hubieran interpelado o aludido creo que no hubiera dicho ni una palabra.

Como se trataba de un ambiente distendido y sin un guion fijo, la conversación acabó derivando hacia la juventud, su pasividad y poca implicación en la vida pública, los ninis (los que ni estudian, ni trabajan)... Y yo tengo ya 37 tacos, no me veo precisamente joven.
Pero sí que creo que la gente de mi generación y más jóvenes no nos implicamos en la vida pública. O no nos implicamos en la forma que lo hacían nuestros padres o generaciones anteriores. Y creo que es porque hemos perdido la esperanza en que los organismos del estado o la política (encarnada en la actual "democracia") vayan a venir a sacarnos las castañas del fuego.

Nuestros padres venían del fantasma de la guerra civil, y de casi cuarenta años de fascismo represor. Debió de suponer un gran subidón que el dictador muriera y se abriera un nuevo período lleno de posibilidades e ilusión. Una época de crecimiento económico y de asentamiento del estado del bienestar. Un apogeo que no debió de durar ni un par de décadas.
Para cuando los de mi generación y posteriores empezábamos a estar en edad de trabajar ya no se empleaba esa expresión sino "incorporarse al mercado laboral". Ya éramos un producto más del mercado y el capitalismo de consumo había invadido todos los ámbitos: desde el ocio a las relaciones con nuestros congéneres (haciendo necesarios artilugios cada vez más sofisticados y caros para intercambiar cuatro palabras).

Así que, para mí, el Estado es solo un aliado de esos mercados que nos utilizan como mano de obra (y como consumidores) para alimentar una maquinaria expansionista, esquilmadora de recursos naturales y generadora de desigualdad.

Uno de los tertulianos (creo que fue Antonio) dijo: "Los partidos políticos son como ejércitos". Y es cierto, utilizan tácticas de guerrilla para alzarse con el poder. Una de las actitudes, de la gente que se afilia a un partido, que me resulta más patética y dañina, es defender a capa y espada una serie de posiciones solo porque se ha dicho desde "el partido". Consignas sencillas, fáciles de recordar y difíciles de fundamentar, que acaban incorporándose al imaginario colectivo, resultando tremendamente dañinas para el conjunto de la sociedad (sirva como ejemplo el ataque que se realiza desde las "derechas" hacia la medida de subida del salario mínimo interprofesional)

Se habló de tirarnos a las barricadas, como los jubilados de Euskal Herria. Esto creo que sí lo hace la gente joven... Pero son manifestaciones muy específicas, muy vinculadas a identidades particulares: independentistas catalanes, feministas, el colectivo LGTBIQ, animalistas, conservacionistas, antiabortistas... La sociedad parece estar completamente fraccionada en grupos de interés. Que van consiguiendo sus pequeñas victorias. Pero nadie parece tomar consciencia de que la mayoría del malestar en nuestra sociedad viene del plano material: existe poca gente muy rica y mucha gente extremadamente pobre.

La mecanización y la automatización han conseguido que sea necesaria cada vez menos mano de obra, en prácticamente todos los sectores. Las sucesivas crisis han conseguido disminuir los salarios, precarizar los trabajos y reducir el estado de bienestar.

A los jóvenes de las clases medias y bajas se nos desarraiga y se nos educa para emprender nuevas profesiones, lejos de cualquier tradición familiar. Así, solo disponemos de nuestra fuerza de trabajo, una fuerza de trabajo que es prescindible, puesto que existe una alta tasa de paro. A esto se suman las continuas amenazas de deslocalización y flujos migratorios del mercado global: se pueden exportar las actividades económicas a cualquier parte del mundo o atraer flujos migratorios de personas desde más allá de cualquier océano.
Este dinamismo de los mercados y esta precarización se ceba sobre todo en los jóvenes, que acabamos encontrando estabilidad ya muy mayores (los que la encuentran). Y, esa falta de estabilidad y estar vagando de un puesto de trabajo a otro, de un emprendimiento a otro, con condiciones totalmente dispares entre trabajadores de una misma zona, hace muy difícil plantear una lucha en las mismas condiciones que las grandes huelgas del pasado siglo.

Así que, sí, puede que seamos pasivos, que estemos desencantados, desarraigados, disgregados... o puede que estemos buscando objetivos, alguna forma de lucha que sea realmente efectiva. Alguna forma de conseguir un mejor mundo posible, más equitativo y sostenible.

Mientras tanto, intentamos técnicas de desgaste y erosión. Nos contentamos con pequeños gestos (dentro de los márgenes que nos marcan las tendencias de mercado): como el consumo responsable, darle me gusta a los contenidos que nos parecen socialmente comprometidos, o apoyar movimientos sociales. Acciones en el plano simbólico que raramente trascienden al plano material. Pareciera que cualquier golpe o rabieta, por fuerte que sean, acaban absorbidos por el capital y el sistema "democrático"* de partidos.

Después del 15M, aparecieron en el escenario político Podemos y su antagonista Ciudadanos. Por fin se había acabado la alternancia de partidos en el poder... y, bueno, al menos ahora, los partidos políticos tienen que dialogar entre ellos para decidir sobre nosotros.
Se han conseguido algunas victorias en cuanto a mejoras sociales, transparencia y lucha contra la corrupción. Pero parecen más el resultado de una toma de conciencia y concesiones por parte de las grandes empresas y Alemania, que los logros de una disputa política. Como si la lucha política fuese el trámite burocrático que hay que cumplimentar para que el capital nos conceda cierto crédito.

Vivimos un mundo en que los Estados van perdiendo sus poderes en favor de la mano invisible del mercado. Así, aunque la mayoría de la población, la clase trabajadora, lograra hacerse con el control de las instituciones, los partidos y los medios de producción ¿Conseguirían hacer frente a un capitalismo que permanentemente amenaza con deslocalizar sus actividades? ¿El Estado ha muerto? O ¿Ha quedado solo como un garante de la propiedad privada y de las condiciones materiales de la actividad económica en un territorio?

*Lo llaman democracia y no lo es: lo llamaremos fascismo 2.0
Como una masa de hormigas ahogadas en el mismo tarro de miel que nos da de comer