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sábado, 23 de marzo de 2019

This magic moment en edificaciones antiguas abandonadas

No solo suelo revisitar las fotografías. En ocasiones vuelvo a los mismos lugares, buscando una luz mejor, el encuadre, el ángulo, las nubes, los pájaros, las flores... Ningún lugar es siempre el mismo... Nosotros también cambiamos continuamente.


Es inicio de la primavera y el convento ha florecido, las cigüeñas empollan sus huevos y parece que el edificio estuviera volviendo a sus orígenes... engullido por el paisaje.


No es una construcción industrial pero, seguro, tiene muchas batallitas a contar. Seguro que arquitectos como Juan Domingo Santos estarían encantados de sentarse en su interior a escucharlas. El entorno también está constantemente transmitiendo sonidos, sonidos relajantes. Porque su abandono huele a Naturaleza viva. A Naturaleza que fagocita, que se empodera y reclama lo que le fue arrebatado.


Siempre me pareció que Herrera era un pueblo muy feo -en contraste con el entorno, que es una maravilla-. Exceptuando el Convento, la Iglesia y alrededores -el casco antiguo- creo que cualquiera suscribiría esa afirmación. Y es algo que pasa en la mayoría de pueblos de la península. Excepto en aquellos que se reservan al turismo y se establecen normativas para respetar una cierta estética... Pueblos bonitos, pintorescos... Siempre que paseo por alguno de ellos temo encontrarme con algún vecino de verdad, con su ameba pegada al cráneo.
Herrera, en ese sentido, es un pueblo muy punk, como si en los últimos 50 años cada uno hubiera construido según su libre arbitrio y, por supuesto, cada vez más lejos de lo ya existente... Nuevos espacios donde comenzar vidas más acordes a los modernos paradigmas de consumo.


Pegado al Convento está "la Escuela Hogar", un edificio en uso hasta hace un puñado de años, para fines diversos. Yo había ido allí de niño a recibir clases de pintura. Las impartía un señor muy mayor aficionado al vino y los pinceles. Ya, en aquellos entonces, el edificio me parecía viejo... como me lo puede parecer ahora guarrear lienzos con óleo...
Hay también una pista polideportiva. Esta sí que recuerdo cuando se hizo. Era la mejor y más nueva que había en el pueblo, servía para todo: tenis, baloncesto... Estaba siempre a tope de niños que iban allí a jugar, físicamente.

Así que, cuando hace unos días me colé en el complejo por la parte de atrás... fue como colarme en la memoria colectiva del pueblo. Y fue un contraste tremendo verme inmerso en ese gran espacio vacío -que había almacenado en mis recuerdos plagado de gente-.
Los recuerdos son historias que nos contamos a nosotros mismos, pero este abandono era un cuento nuevo. Y me gustaba cómo sonaba, como si estuviera escuchando "This magic moment" a la voz de Lou Reed.

Se me ocurrió pensar que era muy afortunado de haber presenciado la ruina de ese edificio, mientras yo seguía tan joven y lozano... Y que, quizá, debería colarme de nuevo con unos botes de pintura -ahora acrílica- para llenar de color esas muros tan fríos.

Un lugar con un gran potencial, como tantos otros que me habían entusiasmado en las grandes ciudades. Donde las edificaciones industriales se habían convertido en centros sociales okupados o espacios institucionales para acoger la música y las expresiones artísticas en los márgenes y las periferias.

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"[...] Los humanos hemos estado dejando nuestra huella en forma de edificaciones, que se acaban convirtiendo en ruina y que explican la historia de nuestras civilizaciones, creando un registro cambiante de cómo los humanos nos hemos ido relacionando con nuestro entorno..."

Hoy, en El Escarabajo Verde, hablaban de grandes construcciones, también industriales, clavadas en paisajes rurales... Algo siempre extraño -porque pequeñas comunidades no necesitamos de megaestructuras para subsistir-. 

Las edificaciones se abandonan con el cambio de hábitos sociales o prioridades económicas. El turismo y la vegetación se van apropiando de las ruinas. Todo es turisficable -también las ruínas-: estaciones de tren, centrales nucleares, paisajes contaminados, conventos, campos de exterminio, borrachera, sol, playa, barrios pobres de grandes urbes y hasta los pequeños pueblos pintorescos... La sociedad actual nos dice: -Si no estás turisficando, estás perdiendo dinero.

domingo, 22 de marzo de 2015

The old bridge

Los viernes solemos visitar "El Puente Viejo", apenas 15' caminando, despacito, por la vereda de la puerta de atrás del pueblo: Atravesando colectores de aguas residuales -con filtraciones a arroyos y acuíferos subterráneos-, pequeñas explotaciones ganaderas -un complemento a la economía familiar-, parcelas divididas por muros de piedra -lascas de pizarra-...
Los habitantes del lugar decimos que el puente es de origen romano, de cuando el Imperio Romano se extendía por todo el Mediterráneo. Y pudiera ser, porque es muy robusto... no como las cosas que se hacen ahora, con fecha de caducidad y modernidad.


El puente es muy estrecho, justo pasa un coche -que yo lo he visto!-. Aunque son más los paseantes, jinetes y ciclistas quienes lo utilizan. Un río pequeño -el Pelochejo- completamente seco en verano y los primeros meses del otoño.
Aquí los ríos grandes los estrangulan, para inundar los terrenos, producir electricidad y regar plantas exóticas en lugares alejados -la extraña lógica del progreso-.
Apenas hay árboles... son siglos de actividad humana, podando, dejando morir, talando... Aunque algunas espartanas encinas se empeñan en sujetar la tierra y dar sombra a las ovejas.
La vegetación de la zona es muy curiosa. A primera vista lo que llama la atención son las tamujas: esos matorrales lilas, que parecen más muertos que vivos, pero llenos de pinchos... para que cuando los abraces te atraviesen el corazón.


A lo lejos, los desafiantes almendros y sus flores... Las gigantescas retamas están por todas partes.
Es fácil encontrar cigüeñas, patos, garzas, el martín pescador, ranas, renacuajos, galápagos...
Todo esto con un escaso cauce, poco más que un arroyo! Así que, al observar las riveras muertas de nuestros pantanos, uno se pregunta ¿Qué cantidad de vida no habría cuando el Guadiana era río!


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El Sábado fuimos a comer a Cañamero, a un restaurante muy molón que regentan unos extranjeros -"Algo así", se llama-.
Por la comarca se produjo un gran incendio, hace años... Hay muchas plantaciones de pinos -no falta quien a esto lo llama bosque y, es verdad, desde la carretera los árboles no dejan ver el bosque, sólo los efectos de una devastadora guerra del hombre contra la Naturaleza-.


También hay plantaciones de placas solares, una central nuclear desmantelada, pantanos... y muchas autopistas de la electricidad.


Pero la Naturaleza no se doblega, ni parece guardarnos rencor... sigue con su trabajo diario, dando sus frutos, tendiendo puentes... Con su idea clara de progreso. Trabajando y trabajando, de forma anónima, sin esperar reconocimiento. Al menos, no el reconocimiento de unos seres, los humanos, que en sus proyectos parecen buscar sólo destrucción... cobrar todo el protagonismo.


Claro que, los principales agentes humanos que toman las decisiones que transforman el paisaje y conforman nuestro estilo de vida, no viven (de) estas tierras, no las conocen, no les conmueven... sólo les interesa su energía o las actividades de recreo que puedan practicar en ellas.

martes, 18 de julio de 2006

Pesadilla

¡Miras por dentro de mí! ¡Te he descubierto! Y la verdad es... que no te entiendo. ¿Qué esperas encontrar? No hay más de lo que ves, así de simple es la historia. Podrás seguir haciendo estúpidas suposiciones y seguirás siendo igual de ignorante, en tu búsqueda de personas de tu misma condición.
Y me desperté, ¡por fin! De esta pesadilla. Me desperté empapado en sudor, envuelto en un olor como a patata podrida. Te vi junto a mí, y no comprendía como podías emanar tanto calor, ni ese hedor tuyo, que asfixiaba hasta los calcetines sucios junto a la cama. Ahora comprenderás porqué me fui, porqué no dejé ni una insignificante nota. Ahora sabes que tipo de psicótico soy, ahora no puedes mirar por dentro de mí. Te lo dije, no hay dentro ni fuera, sólo un cúmulo de sensaciones y circunstancias.
Bajé la escalera, ansiando una bocanada de aire fresco mientras me atormentaba por mi huida cobarde. Nunca conseguí no castigarme por tomar una decisión y dejar otra de lado. Es parte de mí, toda alegría me supone un gran dolor. La brisa de la mañana azotó mi rostro, el aire era tan limpio, tan libre... No quería volver a tu sucio agujero, aunque debiera, aunque me torturase por ello toda la vida. Quería ser del aire, de aire.
Caminé calle arriba, calle abajo. Todo se volvía color, cantos de pájaros, frondosos árboles agitados por el viento, calles semidesiertas... ¡Y qué temperatura! Una temperatura ideal, no podía existir un mejor ambiente, si hasta el sol parecía refrescante cuando impactaba de lleno en la piel. De repente quería vivir, quería hacer un montón de cosas, ya no me acordaba de ti, me sentía feliz.
Olvidé, empecé una nueva vida. Y ayer, encontré uno de nuestros recuerdos, en un polvoriento cajón. Y me alegré de haber huido, porque nunca sentí pena por abandonarte, aún me repugna el recuerdo de tu olor. No es crueldad, sólo la satisfacción ante una firme decisión.