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lunes, 8 de abril de 2019

La España vaciada: en los intersticios del capital

De niño estaba muy acostumbrado a este tipo de mapas:
Expansión musulmana
en los que el mundo conocido se extiende de forma continua, como una mancha de agua derramada, introduciéndose por los diferentes recovecos.

Pero, en la universidad, me acostumbré a ver el mundo de esta otra forma:
Tráfico global de internet

como un conjunto de nodos interconectados por una serie de enlaces, más o menos rápidos. Estudié telecomunicaciones, pero creo que sería igualmente válida para quien hubiera estudiado turismo o comercio internacional.

Aunque el mundo es igual ahora que hace 1000 años, la forma en que lo representamos y experimentamos ha cambiado significativamente.


Hace unas semanas tuvo lugar una manifestación en Madrid para llamar la atención sobre el decrecimiento de los pueblos en el interior de la península. Uno de los motivos que aducían era que la potenciación de ciertas formas de transporte: tren de alta velocidad, autopistas, aeropuertos... estaban produciendo un efecto túnel. Túneles que unen las grandes ciudades, a la vez que desconectan los pueblos -entre sí y también de las urbes-.

En un mundo de nodos interconectados no tienen sentido los pueblos, no pintan nada, a menos que conformen su propia red alternativa a menor escala. Quizá es un contrasentido manifestarse en Madrid, en el mismo lugar que es efecto y causa de la despoblación rural.

Yo vivo en una zona rural, pero conozco mejor Madrid o Barcelona que muchos de los pueblos que tengo más próximos. Cuando me hablan de alguno de ellos tengo que recurrir a un mapa porque no sé ni dónde están. Esta es una de las extrañas consecuencias de nuestra nueva forma de conocer y vivir el mundo.
Ahora podemos ir a cualquier ciudad del globo sin que nos resulte un lugar extraño o exótico. A las pocas horas de estancia ya sabemos manejarnos entre franquicias, anuncios, señales y medios de transporte. Todos sabemos hablar inglés -aunque sólo sea como los indios del lejano oeste- y se dan facilidades al turista, para que se desprenda de sus divisas.

El año pasado estuve por ocio en Canadá, en la costa oeste. Me llamó mucho la atención que la mayoría del país estuviera deshabitado. La población se concentra entorno a las 3 grandes ciudades, y también en la frontera con Estados Unidos. No existen pueblos como los entendemos en Europa: asentamientos humanos tradicionales adaptados al entorno y medio que les rodea. Al cambio, lo que hay, son carreteras que unen las ciudades y, en ciertos puntos entre medias, surgen algunas viviendas, muy separadas unas de otras pero conformando una cierta unidad. Parecen más una base de extracción de los recursos naturales de la zona que un asentamiento elegido para el bien vivir.

En historia, Marx popularizó el ejemplo de los "enclosures" -cercamientos-, paradigmático en la descripción del avance del capitalismo industrial en Inglaterra. Un proceso por el que las tierras comunales pasaron a manos privadas, a la vez que se tecnificaban las tareas agrícolas. De tal forma que, un gran propietario, con muy poca mano de obra podía producir una cantidad ingente de alimentos. Los pequeños agricultores no podían acceder a la tierra y su forma tradicional de vida se fue al garete.
El hambre y el paro aumentaron en las zonas rurales mientras que en las ciudades se demandaba gran cantidad de mano de obra, barata, para trabajar en las nuevas fábricas.
De alguna manera, se obligó a la población a abandonar el medio rural para hacinarse en las ciudades. El capitalismo opera así: extrayendo riquezas de diferentes caladeros para acumularla en unas pocas manos -en puntos concretos-.
Ha sido un proceso de vaciado de lo rural para concentrar la población donde convenía a los intereses del capital. Es por ello que, la manifestación en Madrid, hacía referencia a "la España vaciada": no se ha tratado de una emigración voluntaria, sino que ha sido forzada por el modelo capitalista del siglo XX.

La era industrial ya quedó atrás pero la producción, los centros de negocio y comercio, siguen estando en las grandes urbes. El campo está cada vez más tecnificado e intensificado -tanto que empieza a cuestionarse su salubridad y sostenibilidad- así que, necesita poca mano de obra.
El mundo rural ha quedado como un reducto de las administraciones públicas y las empresas extractivas por mantener el control de territorio y, en el mejor de los casos, como absurdos parques temáticos para el turismo gastronómico y de naturaleza.

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Recuerdo que hace años vi esa imagen por internet...

Imagen relacionada

¡Y me pareció genial! Porque explicaba muy bien lo que siempre había entendido por conocimiento: La capacidad de dotar de orden y coherencia información aparentemente difusa, confusa o, incluso, contradictoria.
Otra vez, nodos interconectados... Aunque sabemos que en el mundo real no existen piezas aisladas, sino que hay un continuo fluir de un lugar a otro, que entre el blanco y el negro hay una infinita escala de grises, que si una mariposa bate sus alas en Hong Kong puede provocar una tormenta en Nueva York...
Modelar, esquematizar, representar... siempre conllevan ese riesgo: que todo lo que tiene una magnitud despreciable se ignora y, al final, nuestro mundo conocido y vivido se parece a eso, a un puñado de puntos unidos por trazos rápidos... un frágil esqueleto flotando en un inmenso vacío. Un vacío en el que naufraga lo rural...

sábado, 30 de septiembre de 2017

Lo ecológico de los tomates Vs la industria alimentaria

El otro día acabé leyendo este artículo: "El valle ecológico: fruta y verdura ecológica directa a Madrid" sobre un chico de mi pueblo que se ha lanzado a la aventura de crear un huerto ecológico, no como un hobbit o un negocio lucrativo, sino como un oficio y una forma de ganarse la vida (coherente con su sistema de valores, y también con el ambiente y medio que le rodean). 

El artículo está bien, merece la pena leerlo: porque narra una historia de superación personal (y de búsqueda de un bien medio ambiental, común), porque plantea interrogantes y muestra alternativas (al sistema de consumo alimentario actual). Alternativas que ya están en funcionamiento.

Es verdad que habría que preguntarse por qué los alimentos en intensivo y altamente tecnificados son tan baratos ¿Quién está asumiendo los costes?  Seguramente el medio ambiente, nuestro medio: ese basurero que parece no tener límites para tragarse todo. Pero también nuestra salud y nuestra capacidad de disfrutar comiendo. No, no es lo mismo un tomate cultivado en un huerto (recolectado en su momento) que esas piezas rojas, brillantes, perfectas, que nos ofrecen en los supermercados, durante todo el año... Deberían cambiarles el nombre, no sé "tecnomate"... o algo así.

Hubo un tiempo, no tan lejano, en que cultivar o criar animales formaba parte de la cultura popular, como pueden formar hoy día el conocimiento de las TIC... Vivimos un mundo en que los niños nacen con una pantalla táctil en la mano y, sin embargo, se nos priva de ciertos conocimientos y prácticas: cultivar un huerto, alimentar unas gallinas, arrancar "malas" hiervas, dejar las buenas, eliminar babosas, evitar gusanos...
La especialización ha convertido estas tareas del saber colectivo en un asunto de científicos, ingenieros agrícolas, industriales... Y el resto de la población ignoramos totalmente los ciclos agroganaderos, los productos que consiguen evitar las plagas, vacunas, fertilizantes, sustratos, la maquinaria que arranca la planta y se queda solo el tomate...

La zona en que vivo no se distingue precisamente por una agricultura industrial. En realidad es casi de subsistencia, de consumo propio. Pero la química, la maquinaria y las semillas de la agricultura industrial lo invaden todo. Conozco muy poca gente que conserve sus propias semillas de hortalizas o cereales. Y es verdad que resulta más cómodo echar un veneno en el suelo que solo mate las "malas" hiervas, que doblar el lomo para arrancarlas a mano. Los motocultores y los tractores han sustituido a mulas y burros... En un proceso lento, silencioso. Mis hijas no recordarán nada de eso, no sentirán añoranza, porque no formará parte de su vivencia y crecerán con la idea de que los alimentos son un producto industrial más, como los teléfonos móviles o los coches.

Y, cuándo recorramos las carreteras de la agrosfera, quizá pregunten:
-¿Por qué las rotondas de la Vega del Guadiana se tiñen de rojo al final del verano?
-¿Por qué Almería es un mar de plástico?
-¿Por qué los trabajadores de la agricultura son Africanos?
-¿Por qué hay tanto trasvase y tanto pantano?
Mis respuestas tendrán siempre un regusto amargo y una añoranza de los sabores verdaderos: del huerto del abuelo, de los pollos y corderos criados en el campo... - Mirad hijas... esto es el progreso. Así podéis dedicaros de lleno a cazar Pokemons.


Hemos conseguido alimentos comestibles, agua potable, aire respirable, tierra productiva... nos conformamos con muy poco.Y en eso consiste: en vivir cada vez mejor, ser más felices, más ociosos, más ricos. No queríamos trabajar la tierra y, al cambio, tenemos alimentos homogéneos e insaboros, todo el año, al precio de la oferta y la demanda. Quizá algún día no quede nadie capaz de producir alimentos como los entendíamos hasta ahora... quizá acabe siendo un lujo al alcance de muy pocos...
Esa es la lógica del capital y, para mí, ese es el lado más oscuro de lo "ecológico": su origen. Hace 50 años no tenía ningún sentido la etiqueta de "ecológico", porque una gran mayoría ya consumía ese tipo de productos, porque era lo más lógico. Mientras lo industrial, lo barato, se iba adueñando de nuestras mesas, empezando por las de las clases más desfavorecidas. Así que, lo ecológico ha quedado como esa limosna que donamos al pobre medio ambiente, para acallar nuestras conciencias, mientras seguimos con el consumo desenfrenado...

Desde luego que todo el que cultiva en ecológico, hoy día, merece nuestro respeto, son héroes. Y su oficio está revestido de una autoridad moral al alcance de muy pocos: son los que aman, los que aman la tierra, su entorno, y el de todos, para los que el Ambiente no es solo un medio, sino un fin en sí mismo. Claro que habrán los que cultiven ecológico porque obtengan un mayor beneficio económico, porque hayan encontrado un nicho de mercado, por una subvención... pero esos no son nada más que gente normal, prostitutas... Y, si queremos salvar el Medio Ambiente, necesitamos que lo ecológico se prostituya... mucho.

¿Qué culpa tienen el tomate ni la hierva de los caminos?

Al final, este post, no es más que otra vuelta de tuerca a lo que tratamos, hace ya un año, en El Olivo, ecologismo y hormigas atrapadas en la miel. Aunque, ahora, más centrados en los productos ecológicos que en el movimiento ecologista (el que alerta sobre los problemas medioambientales a gran escala y trata de corregirlos) Será que en el Otoño se nos cae la hoja, nos volvemos melancólicos y queremos volver a la Tierra, como las nueces y las castañas.

martes, 3 de noviembre de 2015

No recomendado para menores

A veces tengo ganas de ver una peli, videos musicales, documentales... y los que más me gustan son de contenidos "chungos": palabras malsonantes,  sexo, violencia, sangre, drogas, excrementos... Todo eso se considera no apropiado para menores de edad... Y es verdad, a mi hija de dos años no le interesa un carajo, prefiere ver imágenes saturadas de color, sonidos repetitivos y estridentes, risas y agudos chillidos...
Así que me parece estupendo que exista una clasificación "positiva" de los contenidos. Porque es cierto que no vas a conseguir mantener la atención de los niños con "El día de la bestia" o un documental de la Segunda Guerra Mundial (por muy interesante o entretenido que a un adulto le pueda parecer).
No me parece tan estupenda la clasificación "negativa": -No puedes ver eso porque es para mayores.- Y aquí entran un montón de cosas por circunstancias varias:
El porno, que no es para mayores, es para su consumo furtivo. La violencia, que no queremos cerca pero que toleramos o somos cómplices de ella, ya sea dejándola en manos del Estado (policía) o encerrándola en guetos de marginalidad. La sangre, vísceras, caca, culo, pedo, pis... cosas de sádicos o del paleolítico; no queremos saber cómo ha llegado ese filete a nuestra mesa y, mucho menos, de dónde procede o a dónde va cuando sale de nuestro ano. Debemos estar siempre limpios y eliminar cualquier olor que pueda parecer humano.

El porno es algo demasiado explícito, muy orientado a cubrir fantasías específicas de adultos retorcidos por el control social. Aunque también está el porno de calidad, el de la gente normal: mujeres llamativas, depiladas, atletas del sexo... el que debe gustar, al "hombre normal". En internet el porno está por todas partes, tiene muchos adeptos. Y es claro que es una forma de sometimiento de los actores, a la ley del dinero y a los instintos más bajos y vergonzosos de una masa informe de consumidores. Pero hasta el porno, como industria, hay un montón de escalones intermedios: Sexo consentido, más o menos explícito, cuerpos desnudos, pelos, tetas y culos, culos y tetas... que seguramente no interesen a los niños, y a los adultos nos inspire cierto pudor. Pero el pudor se puede y debe vencer, no es como la prostitución que en general se considera vicio, y del malo: del que necesita denigrar al otro (utilizarlo como un medio).
El porno es fatal, para menores y adultos, te fríe el cerebro, te lo deja líquido, merma la voluntad, la imaginación, además, para producirlo, es necesario denigrar y someter a otrxs.
En cambio, las muñecas "barbie": bulímicas y anoréxicas, se muestran sin pudor a niños y adolescentes. O los guerreros: anabolizados y violentos... Vaya modelos! Prohibir tetas y culos en favor de disfunciones alimenticias. Los juguetes que vendemos a nuestros niños dicen mucho de nuestra suciedad. Una sociedad que marca con trazo firme, desde la infancia, los roles masculino/femenino, obsesionada por la juventud, por un concepto de salud basado en unos cánones estéticos, antinaturales, enfermizos... Si alguna vez has revisado un catálogo de juguetes de niñxs... resultan ofensivos: es fácil identificar edades y sexos, solo con los colores.
El mercado se adapta a nuestra demanda? Todos somos críticos con la sociedad: lo puedes escuchar en las noticias, en las conversaciones del bar. Un acto de coherencia con este espíritu crítico sería no replicar los patrones sociales que denigramos, en nuestros hijos. Está claro que no se puede estar siempre alerta, que en ocasiones nos dejamos llevar, no reparamos en todos los detalles y, como conocemos los vicios, los repetimos: alabamos esa belleza enfermiza, ridiculizamos las actitudes lujuriosas de las mujeres, somos complacientes con la violencia contra "otros"...

También están las drogas, que no nos cansamos de repetir a nuestros menores que son muy malas, mientras nos ponemos hasta el culo y exhibimos su consumo sin ningún pudor: alcohol, tabaco, café... Las peores de las drogas son las ilegales, porque para su consumo es necesario ir contra la ley... Y la ley es la represión más violenta que la sociedad ejerce contra sí misma... mucho más que el control social, que las opiniones y las habladurías. Obviamente, nadie quiere que sus hijos tengan problemas con la ley y la justicia. Y para protegerlos de ella negamos la existencia de las drogas, les hacemos creer que no existen, que es algo marginal, que son todas igual de destructivas...

Lo de la sangre, vísceras... supongo que lo consideramos no apto para menores porque nos da asco, porque lo asociamos con la violencia y no queremos que los niños se familiaricen con ella... Otra vez los engañamos, queremos protegerlos del mundo que hemos creado, pero no haciendo de este un Mundo mejor, sino escondiendo la mierda debajo de la alfombra.

No tenemos tiempo para pensar, y negamos a nuestros hijos el contacto con ciertos contenidos sólo porque aparentemente se parecen a lo que consideramos malo: desnudos = porno; droga = delincuencia;  sangre = violencia. Más aún, no nos atrevemos a asumir la responsabilidad de la educación de nuestros hijos, porque desde la cuna nos han forzado a la especialización, a dejar en manos de expertos todo lo que sale fuera del estrecho ámbito de nuestro oficio. Se nos olvida que los que más saben de sus hijos y del entorno donde se desenvuelven son sus propios padres y que, ante la duda, uno siempre puede utilizar su capacidad de razonamiento o su intuición, antes de pasar a la prohibición sin más, antes de contribuir a la segmentación de la sociedad en grupos de edad.