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martes, 16 de noviembre de 2021

La fiesta de la democracia y el pleno infantil

Nuestra Democracia no es una democracia plena -es una democracia en minúsculas-. Hay colectivos que quedan excluidos incluso de depositar el voto en la urna. Como es el caso de migrantes en situación irregular, o los menores de edad.
Ir a votar cada 4 años es la forma que tenemos de participar en el gobierno. Pero a eso no podemos llamarlo participar en la vida política. A poco que rasquemos, nos daremos cuenta que participar de la política requiere dedicación, comunicación, reuniones, discusiones... Conflictos y resolución de los mismos. Por ello, sólo ciertas élites liberadas de las cargas del trabajo y cuidados, están llamadas a formar parte activa de la vida política.
Esto ha sido así siempre. También desde los inicios de la democracia: primero los que participaban eran los hombres BBVA -Blancos Burgueses Varones Adultos- y, con el avanzar de la historia, se han ido incorporando cada vez más colectivos a la fiesta... Pero el núcleo donde se hace la política sigue siendo elitista -burgués-.
Y, esto, en el mejor de los casos. Porque, lo que más a menudo vivimos en nuestras democracias, es la ocupación del poder por las facciones más agresivas de la burguesía, que consiguen legitimarse a través del voto -con tácticas de guerrilla, propaganda y militancias de partido-.

Hace unos días, nos anunciaron que el ayuntamiento del pueblo iba a organizar un pleno infantil. La verdad que la idea nos pareció súper revolucionaria: un colectivo -la infancia- que no tiene voz ni voto, se iba a presentar en el lugar donde se planifica y dirige la vida pública del pueblo para plantear sus inquietudes, exponer sus problemas, debatir y tomar decisiones vinculantes -que se materializarían en la forma de organización del pueblo y sus infraestructuras-... Bueno, lo reconozco, me estoy flipando :-)
Realmente no creo que sea posible la participación política en esos términos. No porque no dispongamos de las capacidades y potencialidades, sino por la mochila cultural y experiencial con la que cargamos. Por ejemplo: con mucho esfuerzo, después de décadas de medrar, se consiguió la ruptura del bipartidismo; con el auge del feminismo empezamos a ver mujeres en las posiciones de poder y, poco a poco, se atisba cierto diálogo y negociación en los debates políticos a nivel nacional -con gobiernos de coalición-. Ya digo, con décadas y, en muchos casos, generaciones de lucha desde abajo. Pero, en la política local y regional -lejos de los grandes núcleos poblacionales-, estamos a años luz de una situación así. Ya lo hemos comentado en otras ocasiones en este blog, a raíz de la similitud política de nuestra localidad con la China del partido único: el Amado Líder tiene la última palabra y no sirve razonar la conveniencia o no de satisfacer los deseos y necesidades de otros colectivos, sólo los que se alinean con los del hombre BBVA.

Venimos de 40 años de dictadura y otros tantos de alternancia de los dos partidos dominantes -haciendo y deshaciendo en favor de los grandes grupos económicos que los ponían en el poder-. Así que, tenemos muy interiorizada la idea de que el poder no puede ser compartido, sino que debe ejercerse de arriba hacia abajo -y ese arriba se configura en torno a la posesión de la riqueza y el control de la economía-. Incluso nuestras instituciones públicas y privadas están diseñadas para satisfacer esa estructura: con una cabeza visible ante la que deben responder el resto de subalternos. Todo ello resulta en un completo analfabetismo político: no conseguimos organizarnos, no sabemos dialogar, negociar... En el mejor de los casos, nos imponemos por la fuerza, o nos sometemos a la violencia de los votos. 

Los procesos de diálogo y negociación son lentos, pero los tiempos que corren exigen aceleración: hay que planificar y ejecutar, llegar a una solución aceptable y comprometernos con ella. No es un problema de este pueblo, de este alcalde, o de cualquier otro. Es estructural. Sostenido en la desigualdad de gobernantes sobre gobernados. La desigualdad de los que materializan su idea de sociedad sobre las masas de trabajadores -remunerados o no- que se encargan de realizarla.

En algunas ocasiones, nos referimos a los días en que se va a votar, como la fiesta de la democracia... Y de eso se trata: de organizar una gran fiesta! Recaudar el excedente, ponerlo en común y hacerse con todo lo necesario para construir ese ambiente que nos permita satisfacer nuestros deseos. 

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Nosotros tenemos un grupo de amigos bastante grande. Organizamos fiestas frecuentemente. Lo pasamos bien, pese a los conflictos y el trabajo que acarrean. Pero, en esta fiesta de la democracia, uno tiene la impresión de que sólo unos pocos lo pasan bien -a costa del malestar de muchos-.

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Se celebró el pleno infantil. Lxs niñxs llevaban escritos unos discursos y manifiestos que parecían preparados por adultos. Todo era muy serio. Incluso quienes asistíamos como público permanecíamos en riguroso silencio. Entre las preocupaciones de la infancia estaban la falta de pistas polideportivas gratuitas y parques -o su mal estado-. Querían más papeleras y mejor iluminación en las calles, más actividades, torneos... Les preocupaba el medio ambiente, el civismo, el reciclaje, el desarrollo sostenible... y, a lxs pobres, les habían plantado delante unas botellas de agua de plástico, de esas de un sólo uso.

Lxs voluntarixs del Pleno Infantil. Todxs con su botellita de plástico... ¿Todxs? ¡No! Una aldea poblada por irreductibles galos resiste, todavía y como siempre, al invasor. Imagen extraída del perfil de Facebook del Ayuntamiento de Herrera del Duque
 

Después, el alcalde, habló mucho rato de proyectos que ya estaban en marcha para satisfacer las demandas que le acababan de plantear lxs niñxs. Todos proyectos costosos, a largo plazo...

Bueno -pensé-: ya hemos vuelto a silenciar las voces de lxs niñxs y les hemos hecho caminar por los senderos que tenemos bien trillados. Entonces... Un niño alzó tímidamente la voz -justo cuando ya nos habíamos levantado para largarnos de allí-.
-Se me acaba de venir... Podrían abrir las pistas del cole y el insti por las tardes? Cuando no las utiliza nadie.
Apenas se le escuchó. Así que, algunos adultos trataron de traducir lo que el niño acababa de decir. Y, aquella intervención, fue lo mejor del evento -quizá lo único auténtico-. Supongo que el chaval pensó lo mismo que estábamos pensando todos: Que esto se acaba y salimos de aquí con las manos vacías -sólo promesas vanas, a largo plazo, de proyectos muy cuquis-. Queremos sitios para jugar y los queremos ya! Los vemos todos los días, vacíos, desaprovechados...

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En el pleno infantil el Alcalde comentó que estaban pendientes de resolver unos temas legales con la Iglesia, por la remodelación del entorno en que se asienta la parroquia. También nos dijo que andaban adquiriendo terrenos para hacer parques y zonas verdes. Uno de esos terrenos es donde se asienta la más antigua de las cooperativas de la localidad. Al parecer, habían aprovechado un pleno para declarar el terreno como dotacional -los cooperativistas se enteraron más tarde, cuando se publicó en el Boletín Oficial-. Es una práctica habitual en los ayuntamientos de la zona, aprovechar los plenos para desencadenar la maquinaria burocrática que lleve a los vecinos de cabeza hasta que asimilan el cambio -la imposición-.
Aún siendo los plenos algo público y de libre acceso, nadie asiste a los mismos -porque son un tostón-. Yo alguna vez he intentado ver alguno. Normalmente utilizan un lenguaje críptico y oscuro, enrevesado y lleno de acrónimos. Vamos, que resulta muy difícil enterarse de lo que se está hablando, a menos que lo hayas preparado a conciencia. Ocurre, además, que el partido en el poder tiene mayoría absoluta, así que no tiene mucha importancia lo que cualquier opositor tenga que decir -tendría voz, pero no voto- y creo que ese es el principal motivo por el que nadie asiste. 

Esto de pretender desplazar de lugar los edificios de la cooperativa es la última comidilla del pueblo. Un hecho tan aparentemente insignificante como llevar más a las afueras una asociación de ganaderos y agricultores que, además, huele a pan recién hecho -también es panadería-, se me apareció como un intento de eliminar toda ruralidad del pueblo -este es un pueblo moderno y no puede mancillarse con los olores del campo-. Y se me ocurrió pensar el ayuntamiento como un organismo agresivo que arremete con virulencia contra la Iglesia, contra la cooperativa, contra los vecinos de Peloche -a los que tiene en pie de guerra por su empeño en cobrar por acceder a la playa de cemento-... El ayuntamiento como una fuente de malestar y discordia, un organismo que se dedica a sembrar la crispación entre la población, dividirla, con la intención de imponer un modelo de localidad que, no sólo nadie ha pedido, sino que muy pocos desean. Un modelo urbanita, generalista, turistificable, impersonal, amable con el visitante y segmentado en zonas de: ocio, industria, patrimonio, cultura, deporte, consumo, vivienda... En fin, un modelo en el que no cabe la ruralidad y en el que no entran los vecinos -si no es como usuarios o trabajadores-. Un modelo alineado con los intereses del hombre BBVA: con el movimiento de la economía, el gasto como inversión -sobre todo si es con el dinero de otros-, la foto del calendario, lo suntuoso, la repercusión en las esferas de otros hombres de negocio...

Cualquier atisbo de proyecto común, de organización colectiva, pacífica, en busca de un buen vivir, queda así arrollado por esta maquinaria de hombres BBVA. Y poco importa si son hombres o mujeres, si están al frente de instituciones públicas o privadas.

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Aquel pleno tenía poco de de infantil -sólo la presencia de niñxs-. Se trataba realmente un marcaje de límites y fronteras -un aleccionamiento-. -Sí, podéis venir aquí a hablar y expresar vuestros anhelos e ilusiones. Pero sólo serán satisfechos en la medida en que se alineen con los intereses de los que tenemos el poder: los adultos serios, los hombres de negocios...

viernes, 30 de abril de 2021

Remodelación de los sentimientos religiosos

No suelo escribir sobre temas de candente actualidad pero, como en los últimos días este asunto ha sido la comidilla del pueblo -y lo tengo fresco-, le he dedicado unas líneas. Porque, como cantan los Punsetes:

"España necesita conocer tu opinión de mierda.
La gente necesita que le des tu opinión de mierda.
Un montón de temas sueltos e inconexos.
Aguardan el veredicto del experto.
"

 

Hace unos días, el alcalde del pueblo anunció la presentación del proyecto de remodelación de las traseras de la iglesia. Y, claro, los vecinos estaban expectantes -porque nadie tenía ni puta idea de qué se iba a hacer ahí-. Estos proyectos caen siempre como si fueran un regalo de los Reyes Magos -pero sin escribir carta ni nada-. Se diseña el espacio, los materiales... y, cuando ya está cerrado, se dice a la gente: -¡Mira! Os vamos a hacer esto ¿Os gusta?... Más vale que os guste, porque cuesta un pastizal y lo pagáis vosotros.

Creo que el párroco y la diócesis no estaban muy de acuerdo, posiblemente por meras cuestiones económicas. La Iglesia siempre está ávida de pasar el cestillo. No es como los políticos, que pueden obligarte a soltar la pasta.

Los vecinos. Bueno... Los vecinos supongo están contentos con el proyecto. Después de todo, consiste en tirar un solar con un muro bastante alto que delimita el patio de la iglesia -con algunas edificaciones de uso parroquial-. Vamos, que ganan en amplitud y luminosidad, en un barrio antiguo de calles estrechas y tortuosas.
 

Iglesia en su estado actual, antes de la remodelación. Imagen extraída de Google Earth en Abril de 2021

Después de la presentación se hizo pública la maqueta y un vídeo simulación. Queda chulo. Mejor que estaba. La Iglesia pierde parte de sus espacios y, también, la casa del cura -parece que se llevarán a un lugar menos relevante-.

 

Maqueta del proyecto de remodelación. Extraída del perfil de Facebook del ayuntamiento

 

Para mí, esta reorganización del espacio no deja de ser el síntoma de la pérdida de fuerza de la religión en nuestra sociedad.

Seguramente, en otro tiempo pasado, cualquier remodelación de ese entorno hubiese tenido que ver con los sentimientos y las prácticas religiosas: construir la casa del cura pegada a la parroquia, un edificio para impartir la catequesis -o cualquier otro tipo de cursos-, talleres para reparar y guardar las imágenes... Yo no estoy pendiente de la vida religiosa del pueblo pero, tengo la sensación que, quitando ciertos actos puntuales -bodas, entierros y procesiones-, la gente no participa de la religiosidad, no entiende la religión como una práctica. No se niega la fe cristiana, pero muy pocos se partirían la cara por ella. Está ahí, como un residuo de otro tiempo, como el fantasma de una tradición superada.

La remodelación pone de manifiesto que lo importante de la iglesia es su carácter como edificio, su potencial turístico. Una construcción antigua que queda en medio de una plaza casi futurista. Deja de estar parapetada tras sus muros para quedar expuesta a las miradas despreocupadas. Y, aún así, seguirá siendo una iglesia aislada, separada de la gente. En un páramo diáfano, iluminada -para deleite de los fotógrafos y paseantes nocturnos-. Seguramente nada de eso conjuga muy bien con la concepción cristiana de casa de Dios, austeridad, acogimiento... 

Muy pocos, hoy día, se atreverían a defender su fe ante las provocaciones racionalistas de ateos y agnósticos. Se revelarían como locos vehementes y sufrirían el rechazo mayoritario. Aquí, incluso los que se denominan católicos, se refieren con el término despectivo de "beatas" a esas personas que sí que practican y viven su religiosidad. Un colectivo que, hasta no hace mucho, tenía cierto poder y podía influir la vida pública del pueblo, porque su espectro de influencia era realmente amplio: colegios, partidos, militares, clases altas... Parece que eso ya pasó y, ahora, nadie se atrevería a anteponer razones espirituales a argumentos económicos, utilitaristas o políticos. Lo religioso convive con lo profano, pero lo hace en un plano de inferioridad, el plano de lo espiritual: una suerte de terapia o comunidad de frikis, sin fuerza para transformar la realidad.

Seguramente el pueblo tenga las mismas posibilidades de convertirse en un atractivo turístico de las que tenga para convertirse en capital de su propia diócesis. Pero el imaginario del turismo, la modernidad y el progreso económico son mucho más atractivos y canalizan mucho mejor el deseo que la culpa, la austeridad y la caridad que predica la Iglesia.

Realmente me sorprendió que no se hicieran críticas al proyecto desde lo religioso. Porque lo fácil es decir: -Eso es lo mismo que se ha hecho en otras plazas. -Resulta muy hostil sin sombra y sin vegetación. -No es un sitio para estar. -Falta un bar. -No hay parque para lxs niñxs. -¿Y el aparcamiento?... Bueno, realmente, lo fácil es subirse al tren acelerado de lo contemporáneo y decir: -¡Qué chulada! Ya era hora de que se hiciera algo aquí, no tenemos porqué pagar con incomodidad la religiosidad de los demás.

sábado, 21 de marzo de 2020

Del estado de alarma al giro autoritario

Ante la emergencia sanitaria creada por el COVID-19, se han tomado un montón de medidas de control y vigilancia sobre los cuerpos de los habitantes: confinamiento en casa, limitaciones en los desplazamientos, distanciamiento entre individuos... 
No obstante, el primer país en afrontar el virus fue China -que tiene fama en occidente de ser un tanto totalitario-. Y, claro, su modelo se ha tomado como referente -ya que ha resultado exitoso-.

Llevamos ya unos años en que el mundo occidental mira con cierta admiración al gigante asiático: su crecimiento económico, sus métodos para afrontar crisis medioambientales, sus avances tecnológicos... En fin, su modelo capitalista apoyado con mano firme desde un estado fuerte.

Y no es sólo China, también Rusia es alabada por la contundencia de su presidente -que lleva ya más de 20 años en el poder-.
En general, la mayoría de las grandes potencias internacionales, parecen haber sufrido un giro autoritario en sus gobiernos -hombres duros, preocupados por los negocios, la seguridad y el control de la población-: Bolsonaro en Brasil, Trump en EEUU...

En la vieja Europa empiezan a tomar relevancia los partidos denominados de "extrema derecha". Con programas políticos muy en sintonía con el giro autoritario: control de la población -inmigrantes-, relevancia de la policía y los ejércitos y, por supuesto, un liberalismo absoluto en el plano económico.
Aunque luego resulte que eso de la libre competencia está muy bien para aplicárselo a la población general, pero no tanto para las grandes empresas que compiten en los mercados internacionales. Todo el aparato del Estado parece estar puesto a su servicio -entre todos hemos de sostener a estas empresas y grupos financieros, expandirlos y mantener sus condiciones de posibilidad: mano de obra, seguridad, comunicaciones, formación...-
Ya existen muchos ejemplos que han sido noticia: China apoyando los intereses de Huawey, EEUU los de Google...

Parece haber grandes bloques económicos que compiten en el tablero global y, para seguir en el juego, necesitan del control de los cuerpos de sus habitantes. Y, digo los cuerpos, porque las mentes -sus opiniones y los temas que las mantienen ocupadas- ya parecen estar absolutamente bajo control -logrado a través de la educación universal, los medios de comunicación de masas, redes sociales, publicidad...-
Se tolera la disidencia porque, aunque pueda resultar molesta a ciertos sectores del poder, resulta inocua ante la tendencia general.

El control de los cuerpos resulta más complicado: necesita otros cuerpos para saber dónde se encuentran y forzarlos a moverse en una u otra dirección. Pero los avances de ciertas tecnologías están permitiendo un control más fino. Ese es el caso de la explosión de uso de los smartphones -herramientas absolutas que utilizamos para informarnos, relacionarnos con nuestros seres cercanos, orientarnos en los viajes, contar nuestros pasos, medir el ritmo cardíaco, trabajar...- y que van expandiendo sus posibilidades de control con los avances en biometría, reconocimiento facial... Dejando la toma de huellas dactilares y el uso de cámaras de video vigilancia como herramientas rudimentarias, incapaces de competir con los datos masivos alimentados desde cualquiera de los dispositivos electrónicos con los que nos comunicamos a través de la red.

Los empresas que operan en los mercados necesitan información fiable, necesitan conocer nuestros gustos, intereses... A su vez, los estados deben garantizar la seguridad y estabilidad de los mercados. Así que, mercados y estados, aúnan intereses para mantener y actualizar las estadísticas de vigilancia y control, para conseguir que sus campañas sean efectivas y, en última instancia, incrementar sus beneficios económicos y tasas de poder.

Imagen extraída de https://www.arteinformado.com/galeria/tetsuya-ishida/prisionero-28796


El coronavirus parece que ha venido para ahondar en estas formas de control. En un breve espacio de tiempo hemos pasado de reírnos de los chinos y la "gripe" que los tenía paralizados, a estar nosotros mismos atemorizados y encerrados en nuestras casas.
En los primeros momentos, se plantearon una serie de medidas que apelaban a nuestra propia consciencia y responsabilidad para, a los pocos días -aprovechando el estado de pánico generado desde las autoridades sanitarias, y elevado a su máxima potencia por los medios de comunicación-, afianzar esas medidas con sanciones y control policial.

Para reforzar la idea de que tenemos una Europa fuerte y unida, se exhibe a España e Italia como trofeos: dos países de pandereta, sangría, sol, pizza, playa... que han sido capaces de materializar medidas tan drásticas como recluir toda su población en casa y reducir los transportes y la actividad económica a mínimos imposibles de imaginar por el más optimista de los ecologistas en la lucha contra el cambio climático.

Pareciera que, con el coronavirus, hemos encontrado nuestra fuente de placer fascista definitiva. Disfrutamos del sadismo que todos podemos ejercer en cualquiera de nuestros roles sociales: desde vecinos denunciando a otros por salir de casa -de forma "irresponsable"-, a ayuntamientos y organismos que deciden aplicar normas sancionadoras para los que sacan demasiado a pasear al perro, o van muchas veces a comprar, pasando por empresas y organismos que pretenden inocular el trabajo a distancia para mantener la misma productividad. El autoritarismo no es solo una cuestión de Estado sino que se sustenta sobre todas las capas de la sociedad.

Yo vivo esta situación desde un pueblo chico, en el que ha habido un único caso de coronavirus. Pero las medidas que se aplican son las mismas que en Madrid -una mega urbe de 6 millones de habitantes, conviviendo todos juntitos en un espacio muy reducido-.
Y, la verdad... Flipo con algunas de las medidas: no salir a pasear o hacer deporte al campo -ni solo, ni acompañado-, no desplazarse a las casas de campo... Como si saliendo al campo fueras a encontrarte con miles de personas -igual que cuando vas al retiro o al parque con los niños-.
Y, es tanto el nivel de paranoia, que la gente incluso aplaude estas medidas, y le importaría poco que hubiera un francotirador apostado en tu puerta dispuesto a dispararte en cuanto asomaras la cabeza... No sé, me parece muy loco todo esto.

Hemos pasado de la sobreinformación en medidas para evitar el contagio, a un estado de las cosas en el que parece que con solo salir a la calle estás arriesgando tu vida y la de toda la humanidad.
Ya no se trata de prevenir el contagio, sino de cumplir las normas dictadas desde arriba. Y el discurso ha pasado del: lavarse mucho las manos, llevar mascarilla y evitar contacto humano; a: ser disciplinados y obedecer -todo ello acompañado de infinidad de símiles bélicos y militares: esto es una lucha de todos contra el virus, debemos estar unidos, no podemos permitirnos bajas por la irresponsabilidad de unos pocos-.


Los primeros días, circulaban algunas visiones optimista de esta crisis, quizá alentadas por los comentarios, noticias y comunicados que apelaban a la responsabilidad, el apoyo y los cuidados mutuos, para conseguir contener un virus que nos afecta a todos por igual -hombre o mujer, rica o pobre-. Un optimismo que abogaba por una toma de consciencia de lo importante que resulta una sanidad pública para todos, y que veía en los parones de los primeros días -cuando muchos negocios cerraron de forma voluntaria- una forma poderosa de colaboración entre iguales.
Pero lo cierto es que la crisis ha tomado tintes cada vez más totalitarios. Algunos desafían la autoridad escapando de las ciudades para ir a sus segundas residencias -Colapso en las carreteras de Madrid, Barcelona y València pese a las restricciones de tráfico-. Y, otros, la secundan pidiendo multas y mano dura contra todos los que se atreven a infringir la norma.
Así, las predicciones se tornan más pesimistas y apuntan a que saldremos de esta crisis de forma similar a como lo hicimos de la de 2008: con más precariedad, más desigualdad y con más riqueza concentrada en menos manos -además de las muertes de aquellos que no puedan ser atendidos por una sanidad pública desbordada-.


No es lo mismo que te quedes en casa por responsabilidad social, a que lo hagas porque te lo impone el Estado -utilizando el monopolio de la violencia y su aparato de control- sin ninguna racionalidad, sin excepción, aplicando la misma ley en cualquier lugar y circunstancia... Asumiendo que todos somos menores de edad y no podemos tomar una actitud responsable sino es bajo la amenaza del castigo.
No es lo mismo trabajar desde casa porque es lo que tú has elegido, a verte obligado a hacerlo a marchas forzadas, sin disponer de un espacio, sin la infraestructura empresarial necesaria... Muchos de los que se han visto obligados a hacerlo, se encuentran todo el día empantanados con el trabajo y no consigue desacoplarlo de su vida privada.
Con las medidas autoritarias pasa un poco lo mismo: al final uno no sabe si se está protegiendo contra el virus o, simplemente, siendo disciplinado. Y, en el hogar, se funde todo en una densa amalgama de trabajo, vida privada, hipocondría y observancia de la ley.

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Desde el confinamiento de mi ventana. Herrera del Duque - 16 de Marzo, 2020

Por las calles del pueblo patrullaba el coche de la guardia civil, proyectando un pandémico mensaje a todos los vecinos. Se trataba de un audio pregrabado -con voz robótica- que se repetía una y otra vez:
-Se ruega a todos los vecinos que se encuentren en la calle, sin causa justificada, que vuelvan a sus hogares. Nos encontramos en un estado de alarma...
Estaba nublado, hacía un aire bastante desagradable. Las calles estaban desiertas -en esas circunstancias siempre suelen estarlo-. Algunos se asomaban al balcón y las ventanas para ver qué pasaba... No pasaba nada, solo el coche de la guardia civil, solo. Bajo un cielo gris que hacía aún más deprimente su color verde oscuro y más fantasmagóricas las luces azules de emergencia.

Desde luego, la imagen distópica no tenía nada que ver con las grandes ciudades futuristas a que nos tiene acostumbrados el cine, en películas como Blade Runner, 12 monos, Matrix, Soy leyenda...



martes, 31 de octubre de 2017

República catalana y autoritarismo

El pasado viernes, 27 de Octubre, el parlamento catalán espoleado por sus socios de gobierno, el clamor popular y el acoso del gobierno central, declaró de forma unilateral la República catalana.
A sabiendas de que no iba a materializarse, porque no contaba con el reconocimiento de España, ni de ningún otro país, dentro o fuera de la unión europea. Además, había un sector importante de la sociedad catalana que no estaba a favor de esta separación del estado español: unos porque reprobaban cómo se estaba haciendo (a las bravas, sin mayorías claras y en contra de la ley), otros porque se sienten españoles y no quieren perder el vínculo con el gobierno central.

La declaración de la República hizo que, inmediatamente, el gobierno del PP (apoyado por el resto de partidos "constitucionalistas") interviniera y se pusiera al mando de todos los órganos de poder de la generalitat catalana. Los dirigentes republicanos manifestaron públicamente no reconocer esta intervención del reino de España sobre sus instituciones. Y, durante ese fin de semana, algunos tuvimos dudas sobre lo que ocurriría porque: por un lado estaban los líderes catalanes (elegidos por su pueblo) que sostenían la vigencia de la República y, por otro, el estado español (dirigido por el PP, un partido con escasa representación en Cataluña y tradicionalmente odiado por amplios sectores de su sociedad) que negaba esta vigencia y, además, se autoproclamaba gobierno legítimo de la comunidad autónoma.
Había dos gobiernos, dos sistemas legales, y cabía la duda de cuál obedecerían los funcionarios -los únicos trabajadores que tienen algún vínculo de lealtad con el estado-.

Personalmente, me adscribo a la línea de los que sostienen que el proceso independentista no debería haberse iniciado en ese momento, porque no se disponía de mayorías abrumadoras, así que, era imposible que se llegara a ningún sitio. Porque la única arma de la que dispone cataluña es el clamor popular. Además, plantear un referéndum a la población con una pregunta de tipo sí/no y consecuencias irreversibles, me parece tan simplista y arriesgado como lanzar una moneda al aire. Y bueno, es una forma como cualquier otra de introducir posibles mejoras, ensayar soluciones, etc. Pero, ya que somos seres racionales y tenemos mecanismos de comunicación que permiten participación e interacción entre grandes masas de personas, podrían emplearse protocolos más ricos y complejos de autogobierno.

Al final, ocurrió lo peor: el gobierno de España, utilizando la fuerza de la ley (respaldada por los cuerpos y fuerzas de seguridad), tomó el poder en Cataluña. Y todo los órganos de poder del mundo entero respiraron por fin tranquilos: porque se había vuelto a restablecer la ley. Ya todo el mundo sabía qué tenía que hacer, no porque fuese lógico o deseable, sino porque estaba escrito en unos documentos redactados en 1978. Y, para mí, eso es lo más perverso de todo este proceso: la constatación de que el poder (y no sólo el español, sino a nivel global) no está dispuesto a ceder ni un sólo ápice de su autoritarismo. Y que, además, este autoritarismo queda reforzado por las nefastas consecuencias que ha tenido el proceso independentista catalán: sociedad divida(entre los del sí y los del no), resto de comunidades autónomas demencialmente en contra; en fin, refuerzo y fanatismo de los nacionalismos.

Muchos dirán que no vivimos en estados autoritarios, que gozamos de gran libertad como individuos. Y es cierto, como individuos tenemos gran libertad de pensamiento, e incluso de acción, (dentro del amplio marco de la ley, que garantiza la convivencia en nuestras sociedades masificadas).
Hay leyes para todo, así que el nivel de represión, burocracia y control es alto: parece que es el precio que hay que pagar por vivir en este tipo de sociedad.
Pero los estados (las clases dirigentes) tienen sus propias ideas de progreso, que refuerzan con propaganda e incentivos económicos, y también defienden con la fuerza de la ley. Por supuesto, no están dispuestos a renunciar a ninguna de sus parcelas de poder y control.
Es decir: como individuos gozamos de bastante libertad (siempre que no se rebase el ámbito de lo privado), pero como grupo no se nos permite cuestionar el poder. Prueba de ello es el que todavía sea necesario mantener cuerpos policiales, para reprimir y amedrentar con fuerza física estas revueltas internas. Revueltas que no consiguen apaciguar la educación ni la propaganda.

Sí, el estado es necesariamente represor. Porque su origen, y su propia idiosincrasia, se basan en la imposición violenta de la voluntad ciertas clases sociales sobre el conjunto de la población.
Lo que querían los nacionalistas catalanes, aunque partieran de un proceso emancipatorio pacífico, era también un estado, en las mismas condiciones que el anterior, pero más pequeñito, más manejable. En estos tiempos en que el capitalismo salvaje pide pequeños grupos autónomos, emprendedores, que luchen las batallas de las grandes empresas y no acaben resultando una carga cuando el escenario cambia.

"Sabemos que la actual democracia no es más que un bonito cuento alimentado por nuestros políticos, jueces y académicos del sistema, que quieren creer en ella porque esta hace ver como que ellos gobiernan [...]
Sabemos que los señoritos globales de las multinacionales, las corporaciones financieras y sus servidores patrios se reparten criminalmente grandes beneficios hundiendo el mundo del trabajo, la economía, la sociedad y el medio ambiente y sin que por ello paguen ningún impuesto o contra-prestación a la sociedad."


sábado, 7 de octubre de 2017

Fascismo 2.0 y el independentismo catalán

Si entendemos el fascismo como un autoritarismo de Estado, fundado en el sentimiento nacional y perpetuado por la represión violenta... -¿Cuántos fascismos podrías reconocer hoy en España?: Siendo estrictos: sólo uno, porque estados Españoles sólo hay uno; actualmente gobernado por un partido mafioso, heredero de la dictadura franquista (el verdadero fascismo 1.0, nacido en el siglo XX). 8 millones de votos (de los 46 millones de personas que habitan el territorio) lo avalan en el poder.

Pero, puesto que los gobernantes han sido avalados con el voto democrático de la población, no podemos llamarlo propiamente estado fascista. Además, en la Europa del siglo XXI, no está bien visto que los estados repriman a su población haciendo uso de la violencia física, ni que agredan a otros estados miembro. Ahora tenemos métodos de control más sutiles: los medios de comunicación, la educación, leyes, incentivos económicos, multas...
Eso sí, la exaltación nacional se sigue utilizando por parte de los estados actuales como elemento unificador. Y tiene su sentido, porque, en gran medida, las fronteras de los estados modernos se fijaron atendiendo a esas identidades nacionales y culturales. Aunque estas hubiesen venido impuestas de forma sangrienta por regímenes patriarcales y absolutistas, en cruentos enfrentamientos contra el otro, el bárbaro, el extranjero. Enfrentamientos bélicos, que arrasaron Europa desde... que el hombre se organizó en sociedades.
Pero los estados no renuncian a ese legado de odio y siguen utilizando el sentimiento nacional como herramienta de cohesión. Recurriendo a símbolos y mitos como: banderas, reyes, transición, idioma, chistes, religión...

El Estado es, además, quien monopoliza el control sobre los medios de violencia: policía y ejército.

En la tecnología web, se utiliza el concepto 2.0 para indicar que los contenidos web ya no son estáticos y fijos, sino que es posible que el usuario interactúe con los mismos y se convierta en productor de contenidos.

A nivel global, los estados han perdido gran parte de su poder de intervención sobre lo económico que, en general, está en manos de grandes grupos empresariales que operan a nivel internacional. Así, el Estado queda como una especie de regulador del territorio que: administra justicia, previene frente a los abusos del capitalismo sobre la población, es garante de la propiedad privada y se encarga de mantener las infraestructuras que permiten las transacciones económicas.
En las luchas obreras del pasado siglo se consiguió, además de la democracia representativa, garantizar cierta protección a las clases trabajadoras (eran tiempos de pleno empleo): salud pública, educación universal básica (con su contrapartida de adoctrinamiento), subsidio de desempleo, jubilación...

Y sí, ahora a nuestros estados los llamamos democracias representativas, pero también podríamos usar el término fascismo 2.0: un fascismo votado, en que los usuarios customizan ciertos contenidos, pero que, sigue gobernado desde arriba hacia abajo. Con una alternancia en el poder de partidos que no cuestionan este esquema de: autoritarismo, sentimiento nacional y monopolio sobre el aparato represor.


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El pasado 1 de octubre, la población catalana, con aspiraciones a convertirse en estado independiente (basándose en su propio sentimiento de identidad nacional) había organizado un referéndum para votar su salida de España. Y, esa votación, que previamente había sido declarada ilegal desde el gobierno central, fue además reprimida con el uso de la violencia... Un acto bochornoso, que obligó al gobierno a poner en marcha todo su aparato propagandístico, para justificar ante la opinión pública lo que era abiertamente un atentado contra su propia población. El fascismo había quedado al descubierto (fascismo del bueno, el de siempre, 1.0).

Yo no soy independentista, me cuesta mucho apoyar cualquier movimiento basado en identidades nacionales, de raza, culturales, religiosas... y menos, un movimiento que lo único que pretende es sustituir un estado por otro.
Aún podría apoyar un nuevo estado que conlleve renuncias de este a parte de su totalitarismo y control de la población.

Es verdad que el independentismo catalán no es sólo un movimiento de arriba hacia abajo, que también hay un pueblo que pide autonomía: para gestionar su cultura, leyes, el marco en que desarrollar la economía... En ese sentido, es difícil no simpatizar: en el sentido de que el pueblo asuma su mayoría de edad y se autogobierne, de forma participativa, no sólo avalando con el voto.

El problema es el sentimiento de nación, que se traga todas las injusticias sociales, incluso las acrecienta (señalando y excluyendo al otro, al extranjero). Provocando que las clases dominantes sigan acaparando el poder y utilizándolo contra el resto de la ciudadanía que, queda expuesta a los intereses de corporaciones económicas transnacionales y a regímenes corruptos.