Mostrando entradas con la etiqueta calor. Mostrar todas las entradas
Mostrando entradas con la etiqueta calor. Mostrar todas las entradas

lunes, 16 de agosto de 2021

NOticias siberianas de calor imposibles

Ante la presente ola de calor en La Siberia Extremeña, la asociación de empresarios decide permitir el libre acceso de todos los vecinos a las piscinas de hoteles y recintos de ocio. "El bienestar de nuestros vecinos está por encima del beneficio económico" - Ha declarado el promotor de Elysium City. Por su parte, los alcaldes de las diferentes localidades, bajo la amenaza de sabotear las instalaciones, presionan a las hidroeléctricas para eximir el pago del recibo de la luz a todos los vecinos -siempre que el termómetro supere los 38 grados-. "El agua se queda aquí hasta que se garantice la supervivencia de nuestros electores" - Han declarado ante las cámaras de la televisión regional. Mientras, gran parte de los presupuestos destinados a las fiestas patronales se han desviado para instalar aparatos de aire acondicionado en los hogares con menos recursos. 

La embotelladora de agua de la localidad anuncia la construcción de un gran acueducto desde Las Navas hasta la fuente de La Encalá para garantizar el suministro de agua de calidad a todos los herrereños. "Ya era hora de que se abordara el proyecto. La mayoría de las fuentes de la zona se están secando por la extracción ilegal y muchas están contaminadas por venenos y otros productos agrícolas" - Comentan ilusionados los gerentes de la multinacional.

En Helechosa se ha instalado una empresa alimenticia con la intención de convertir los peces del pantano de Cijara en palitos de surimi. "El nivel del agua ha bajado tanto que carpas, lucios, black basses... están muriendo por cientos de miles. Es necesario transformarlos en surimi antes de que se conviertan en un problema ecológico y de salud". La empresa generará 200 empleos directos y más de 1000 indirectos -todos dados de alta como falsos autónomos-. "Además, tenemos en mente otro proyecto para comercializar los lodos que se acumulan en el fondo como fertilizantes altamente contaminantes". "Aquí no hay conflictos por el agua, sólo oportunidades de negocio" - Ha declarado el director de Iberdrola.

La playa de Peloche se queda sin agua. Ante tal catástrofe, el alcalde de Herrera, decide subcontratar un ejército de vigilante/socorristas que patrullarán las orillas del pantano para que nadie se bañe o extraiga agua en el término municipal si no es previa reserva por el procedimiento ordinario 598 y el pago de las tasas que se estimen pertinentes. "El agua es un bien escaso, no podemos permitir que esté al alcance de todos"- Ha declarado.

Ante la sequía, los ganaderos de la zona tienen problemas para dar de beber a sus reses y están trabajando en varias medidas para dar salida a su carne. Han patentado el helado de chuletillas de cordero. "Se está vendiendo muy bien en toda la costa del levante. A los nuevos turistas chinos les encantan estas cosas tan raras". Además, han propuesto a los ayuntamientos de la zona sustituir los toros de lidia por ganado manso. "Se puede regular el grado de peligrosidad retorciéndoles el rabo y, al ser más voluminosos, lucen más las fiestas".

Un equipo de científicos de la UNESCO se desplaza a estas localidades extremeñas para hacer tests masivos a la población que forma parte de la reserva de la biosfera. Gracias a sus investigaciones concluyen que el Coronavirus muere tras una exposición a 45 grados centígrados durante más de una hora. Todos los trabajadores que estaban poniendo alquitrán en el desdoble de la Nacional 430 han quedado inmunizados por varias generaciones. Se cree que los trabajadores de las vías del AVE Madrid-Lisboa podrían estar en la misma situación. "Se me averió el aire acondicionado en la Puebla de Don Rodrigo y he tenido que venir todo el trayecto con las ventanillas bajadas. Así que creo que yo también estoy inmunizado" - Comenta un camionero en Santa Amalia.

lunes, 20 de julio de 2020

Te la mereces

A un día de calor le seguía otro día de aún más calor. Las temperaturas eran obscenamente altas: 38, 39, 40, 41 grados... Por las noches no corría el aire -y, si lo hacía, era un aire sucio y caliente-. Sólo entre las 6 y las 7 de la mañana una ligera brisa fresca entraba por la ventana a acariciarte el rostro y... despedirse fugazmente. El mes de julio era odioso en aquel lugar.

En los últimos dos años había un cierto empeño en promocionar turísticamente la comarca. Pero el verano hablaba por sí sólo... Y decía cosas horribles sobre aquella latitud y altitud. Seguro que a Stephen King le inspiraría historias bien macabras ese calor infernal.
Quienes podían permitírselo tenían piscinas particulares en las que refrescarse. Otros, hablaban de las bondades de las casas antiguas de planta baja en las que habían invertido millonadas para reformar. Pero lo cierto es que, los de  la tienda de electrodomésticos, andaban muy atareados clavando aires acondicionados en cualquier pared. A mediados de julio ya nadie recordaba qué era respirar un  aire decente que no hubiera atravesado uno de esos inversores de temperatura.

Mientras cruzábamos la presa del pantano, me preguntaba si aquella gran cantidad de agua embalsada no tendría nada que ver...
Mirando las orillas escarpadas, muertas, donde brillaban las pizarras y la tierra suelta... -¿Dónde fue la vegetación ribereña? -Quizá esté ardiendo en el más allá para calentar el más acá?

Sí, la única posibilidad era huir de allí. Conocía un montón de lugares donde el mes de julio era mucho más llevadero: al norte, o hacia cualquier punto de la costa. -¡Que se jodan los de las piscinas con su cloro, sus depuradoras y toda la mierda que vierten en esos circuitos cerrados de agua! ¡Que les follen a los de las plantas bajas y sus aires acondicionados clausurados en una siesta perpetua! 

Llegando a Valencia, la temperatura bajó drásticamente. Continuamos mucho más al norte, hacia el Maresme. Sí, había humedad. El sudor era molesto y pegajoso, pero el termómetro no pasaba de los 30 en las peores horas del mediodía.

Recordó el cartel promocional de su comarca: una foto de algún pantano, contrastando el marrón de las orillas peladas contra el azul del cielo reflejado en las aguas... Como si se tratase de un gran lago cristalino.

Llegamos tarde a la playa, pero conseguimos aparcar cerca. Había gente, pero todos mantenían la distancia de seguridad. Me metí en el agua -¡Aquello sí que era refrescante! ¡Joder! Si hasta me veía los pies! Nadé un poco y me tendí en la arena, el sol estaba bajo y no era necesaria la sombrilla.
Cogí el móvil y busqué la foto. "Te la Mereces" rezaba con una cálida y amorosa tipografía. Recordé el pantano -que estaba muy bajo esos días, con sus aguas turbias de micro-algas y sedimentos-, el calor infernal, el continuo run run de los aires acondicionados, la cerveza tibia al segundo de abrir la lata, la gente asándose, encabronada... -¡No! ¡Aquello no se lo merecía nadie!



domingo, 8 de julio de 2012

Sueños de una tormenta de verano

Llegó la lluvia y sopló el viento desde las montañas; por un día se endureció la arena de la playa y asentó el polvo donde debe estar: en el suelo. Un día sin sudar, un día de descanso, en un verano sin tregua, de los que no dejan dormir ni descansar. El infierno es siempre un lugar cálido. Hay mitos respecto al viento: que vuelve loca a la gente; sin embargo, el calor, parece requisito indispensable para la madurez: de la fruta, del cereal... del tontito al que le falta un hervor.
El calor tiene un lado perverso y oscuro. Y no es sólo por la carne de los cuerpos que se expone sin pudor a los rayos afilados del sol. Además es el catalizador de las pulsiones de muerte, la llave de esas puertas que dejamos mal cerradas cuando preferimos olvidarnos de los traumas infantiles o adultos, para seguir adelante. Porque matar o dejarse morir es malo por igual, aunque las buenas personas prefiramos dejarnos morir...
Costaba entender porqué existía esa veneración incondicional hacia el verano. Porqué todos se dejaban arrastrar por sus instintos más destructores y se lanzaban a un ocio de sol, tabaco, alcohol, temperaturas extremas, comidas copiosas, músicas chillonas, sexo, adulterio, drogas... cáncer. Sufría, sufría por todos ellos, mientras el aire acondicionado le helaba los huesos en aquella oficina gris y oscura, después de un fin de semana de contrastes de temperatura.
Delante de la epiléptica pantalla de ordenador soñaba con vacaciones, en un lugar frío, quizá Siberia, viendo corretear los renos desde debajo de su gorro polar, mientras la nieve golpeaba con furia el grueso abrigo. De pequeño adoraba los cuentos populares rusos, recordaba perfectamente los dos tomos de pasta dura de la biblioteca del pueblo. Había leído cientos de aquellas historias de caballos semi-mágicos, expirando fuego en medio de la estepa helada, ayudando al joven de buen corazón (pero bolsillos vacíos) a conseguir el amor de la hermosa princesa. De pequeño siempre estaba en las nubes, quizá no le había dado lo suficiente el sol, de pequeño...
Odiaba el calor y el aire acondicionado; además tenía un corazón salvaje, como los jóvenes de los cuentos populares: por eso siempre estaba sudando. Quizá su fascinación por Rusia no era algo irracional, ni sus sueños marxista-leninistas... la comunión de bienes.

Una rata gorda y peluda se posó a su lado; con sus manitas pequeñas y desnudas parecía querer decirle algo. No era más que el jefe del departamento de cuentas. -¿Qué cojones querría ahora!-. Esta gente parecía no enterarse que el calor le ponía de mal humor. -De acuerdo- Le espetó -Sin ni siquiera pensar lo que le había dicho (siempre eran pequeños detalles que no le interesaban lo más mínimo)-. Le vio alejarse arrastrando su cola carnosa tras el traje negro. Fijó la mirada en la pantalla: -¡Mierda!- El protector de pantalla se pavoneaba con mil colores, ahora entendía a qué había venido ese ser agorero. Era un Lunes de Julio, después de un fin de semana de cáncer e infarto. Una salida de la autopista de la rutina, tan intenso como desconcertante. Pero el señor rata no sabía nada de eso y prefería importunarle cuando observaba inexpresivo los renos de su amada Siberia.

El infierno está lleno de calor y el mal tiene rabo. El deseo sexual se disfraza de voluptuosidad, el verdadero mal habita en mugrientas oficinas y sobre todo en las de amplias cristaleras. Después de la tormenta siempre llega la calma y le deja a uno tirado en medio de una realidad absurda, extraña, ajena... una especie de Matrix al que todos vivimos enganchados, engañados... como el Buda que no quiere saber de las pasiones.

La psicodelia del protector de pantalla le transportó a la noche del fin de semana, a la oscuridad de un antro en el centro de la ciudad donde se sorprendió mirando sus brazos, repletos de gruesas venas, como raíces de un gran árbol. Se giró para comentarlo a un colega, pero estaba en medio de un grupo que no era el suyo; una chica le preguntó algo, la música siempre estaba demasiado alta, o quizá  era extranjera; le señaló sus brazos, pero no pareció ver nada raro. Todos reían, bailaban y se movían muy rápido, así que pensó que sería el cóctel de drogas; que había llegado el momento de buscar al hombre sin química, aquel que habita más allá de los sueños, al otro lado de las sábanas, en el mediodía siguiente. Se fue a casa, sin despedirse, tampoco sabría de quien hacerlo, todos le resultaban conocidos. Fumando, tosiendo y sudando, con el sol asomándose para verle abrir la última puerta; se quitó la ropa y se metió en la cama, mientras pensaba que había vivido momentos de magia, que había visitado el lugar donde nace el narco iris y juegan los pequeños ponis. El calor y la humedad fueron especialmente insoportables, así que no descansó, sólo de vez en cuando susurraba -Mañana lloverá y arrastrará al mar este onírico malestar, las imágenes ya borrosas y los sentimientos de culpa, por no haber actuado acorde a la prudencia, la razón y el decoro.

El día siguiente amaneció un Domingo de tormentas, un regalo del Cielo. Dios le amaba. Después de todo, no había sido tan malo. Aunque no hacía falta que se lo confirmaran: él sabía que era de los buenos, de los que aman; los que odian prefieren de lunes a viernes: no piensan en la felicidad ni tienen raíces en los brazos y, por supuesto, no sueñan con árboles de vida y muerte.

viernes, 22 de junio de 2012

La caló

En carne viva...
tirados en la arena infestada de ceniza:
Deformes, radioactivos y sedientos;
enterrando sucias colillas
justo bajo el Sol abrasador.

El polvo follando con la bruma, la humedad...
Plástico y medusas al compás de las olas del mar.
En los pies: diminutas lapas de oro industrial.
De fondo: horrendas canciones,
interfiriendo con cuchillos de niño
y parloteo desenfrenado;
olor a fritanga, paella, creps...
La superficie untada de orín y crema solar.

"La gente asándose, 
hambrienta y sedienta 
de obsesivo descanso antinatural"

En el interior de la ciudad:
La vida discurre pesada,
incrustada en el asfalto gelatinoso.
Se hace difícil el respirar;
la atmósfera densa de tubos de escape,
aire de vicio: húmedo y calenturiento.
Cuerpos semidesnudos y marcas de sudor,
huyendo de los motores...
Buscando un aire en condiciones.

lunes, 22 de agosto de 2011

Siberia Extremeña




El verano... época atroz, de pastos dorados, caminos polvorientos, con el verde de las encinas y arbustos desgastado por el sol. Imagen de sabana africana. Estampa vaporosa y ardiente, cual flama de dragón. Reafirmando la idea anglosajona de que el continente africano comenzara al sur de los Pirineos.
Esa región, maldita, hacía honor a su nombre. En verano, la siesta era obligación, los rayos de sol incidían con tal violencia que tenías la sensación de desvanecerte bajo una lluvia de ácidos sulfurosos. La caída de la tarde se recibía como milagro divino, el momento en que la gente se atrevía, tímidamente, a abandonar sus refugios de ladrillo y cemento, hábilmente encalados, intentando reflejar los rayos abrasadores más allá de donde habita el sueño de mediodía.

En verano todo parecía raquítico, como si el sol y el aire polvoriento y caliente no dejasen levantar cabeza ni a las robustas encinas, o incluso a las tranquilas piedras. Sólo las chicharras disfrutaban. Por eso el atardecer era tan espectacular, mágico, diría yo. Con una belleza totalmente distinta a la de cualquier otro lugar. El Sol ocultándose llenaba a todos de esperanza: - “Un día menos”, “Seguro que pronto refrescará”, “Esta noche no será tan calurosa”...


Mientras los últimos rayos anaranjados del astro rey se reflejan en la superficie pulida de algún pantano, los murciélagos comienzan su frenética caza de insectos. Las ánimas se despiertan. Hasta la oscura noche, que a menudo se nos torna amenazadora, resulta ahora, en su escala de grises y negros, el más acogedor de los hogares, bajo un brillante e impoluto techo de estrellas.