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viernes, 9 de febrero de 2024

Estampas de invierno

"Por San Blas la cigüeña verás y, si no la vieres, año de nieves". Y "año de nieves, año de bienes"... Y podríamos seguir ensartando refranes, uno detrás de otro -como hiciera Sancho Panza-, hasta darnos cuenta de ya no tienen sentido. No porque no vengan a colación, sino porque el mundo que habitamos ha cambiado. Y estas reglas mnemotécnicas, que sintetizaban estadísticas meteorológicas sedimentadas durante generaciones, ya no aciertan. Las cigüeñas se quedan entre nosotros pasando el invierno -que se ha convertido en un breve impasse entre el otoño y la primavera-; y, en las estaciones de esquí, tienen máquinas que escupen la nieve que ya no llega de forma natural.

Pero lxs danzantes de Garbayuela lo hacen muy bien: su entre chocar de palos sigue asemejando el castañeo del pico de la cigüeña y la alegre musiquilla nos lleva por los senderos llenos de vivos colores de la primavera.
 
Fiesta de San Blas. Garbayuela 2024.

 
Hoy me invitaron de nuevo a ir con lxs niñxs de 5º y 6º a plantar encinas a nuestra Dehesa... Van unos cuantos años ya, pero este había una sorpresa especial: una encina -de alguna campaña anterior- estaba viva! Y menuda fuerza tenía la tía!
Es dura la vida de encina en la Dehesa, sobre todo cuando son tan pequeñas y vulnerables. Esta conservaba su protector. De forma milagrosa había sobrevivido al último incendio -y a dos veranos de calor extremo-. Ahí, sola, aferrándose al terreno, extendiendo sus raíces, sujetando el suelo, sin posibilidad de huir.
Hay vidas que valen mucho, como esta. Y no es por su precio o su utilidad. Es por la esperanza y el abanico de posibilidades que proyectan: una vida joven entre encinas viejas y troncos secos, el renuevo generacional, la continuidad de un paisaje construido con el trabajo de muchas generaciones, el llenarse de una Dehesa vaciada... Pero no un llenarse de cualquier cosa, sino un llenarse de lo suyo, de lo que le da su identidad.
Así que, hoy, la vida en la Dehesa no era dura. Era pura alegría: niñxs correteando por aquí y allá -azada en mano-, la hierba verde, las flores, el agua... Hoy, quizá, cobraba sentido sufrir y padecer los rigores del verano, sólo por poder asistir a ese espectáculo de luces, olores y color -esperanza-.
 
Plantabosques cole. 8 de febrero 2024
 
La verdad que en otoño hubiese sido mejor época. Pero al final estas cosas cuesta organizarlas, hay que hablar con mucha gente: ayuntamiento, cole, asociaciones, viveros... Afortunadamente las personas que han pasado, y quien está ahora al cargo de una cosa llamada "Ciudades saludables" -un puesto de carácter temporal en el ayuntamiento-, se implican mucho en esta actividad y acaba saliendo adelante. Pero es algo que parte prácticamente de la iniciativa personal de quien se encuentra en esa plaza. Yo algún año me encargué de coordinarlo y es bastante follón para alguien que no está vinculado al ayuntamiento. 
Yo siempre que puedo colaboro. Me parece que la Dehesa es una construcción humana que además de bonita y llena de vida es muy útil -en un montón de planos, no sólo el económico- y acercarla a los niños y presentarles los problemas que la amenazan siempre está bien, además lo disfrutan un montón. Y bueno, la idea es que la conozcan, porque una vez que conoces la Dehesa es imposible no amarla por su belleza y complejidad. Quizá consigamos que las próximas generaciones la tratan mejor de lo que lo han hecho las nuestras.

martes, 4 de septiembre de 2018

De cuando la boda no tuvo lugar

Todas las cosas que importan tienen su lugar, ocupan un espacio, físico. Aunque esas cosas sean tan etéreas o imaginarias como: dios (las iglesias), el conocimiento (las bibliotecas), el arte (los museos), el poder (comisarías, ayuntamientos, congresos)... Nuestra boda también tuvo su lugar, aunque fuese tan etéreo y fugaz como la primavera en el campo de la Siberia.


Llevábamos viviendo juntos mucho tiempo, teníamos dos niñas en común, estábamos acomodados y muy entretenidos (porque dos niñas entretienen mucho). Aún así, decidimos casarnos: por las vacaciones y, por si a alguno de nosotros le sucedía algo, que el otro no tuviera problemas legales para reclamar sus derechos.
Pero es que además ¡decidimos celebrarlo! ¡Hacer una gran fiesta!: porque el Amor merce ser celebrado, porque nos hacía ilusión reunir a nuestros amigos y familiares de toda la geografía española, que se conocieran, se besaran, hablaran... en un ambiente distendido, multidisciplinar, diverso... Hacer algo que comentar en el futuro, establecer un punto de referencia en el tiempo (para todos los que, en mayor o menor medida, forman parte de nuestra vida).

El no lugar lleno de amigxs

Ya nos aproximábamos a los 40. Habíamos asistido a unas cuantas bodas y fiestas. Así que, teníamos claro lo que no nos gustaba de esos acontecimientos. Y también teníamos algunas vagas ideas de lo que nos gustaría que fuese.

Estamos acostumbrados a que la tv y las revistas nos muestren celebraciones de gente rica y famosa, quizá príncipes, quizá duquesas... Estamos acostumbrados a que lo normal sea imitar ese modelo. Incluso ensayamos posturas efímeras que fotografiamos y luego compartimos en nuestras redes sociales, como si fuéramos ese clase de gente. Pero a nosotros nunca nos gustó "esa clase de gente" que vive pijamente a costa del trabajo de los demás. Aborrecemos sus cuentos recargados de lujos y jerarquías. Preferimos los cuentos de pastorcillos, leñadores y payeses, gente que hace cosas...


Unos años atrás, había visto una película ambientada en la Extremadura de principios del siglo pasado (creo que era Pascual Duarte). En una de las escenas se celebraba un banquete de boda. Era una familia humilde. Juntaron unas mesas y unas sillas, había algo de música. Cocinaron unos conejos y se los comieron, mientras bebían vino. Todo muy sobrio y silencioso. No parecía muy divertido (la película pretendía ensalzar lo sombrío y gris de la España de aquella época), pero era algo que podía organizar una familia, sin recurrir a empresas externas especializadas.

Mis fiestas favoritas siempre han sido aquellas en que se implica todo el grupo y se celebran en el campo. El campo tiene esas pequeñas incomodidades que hacen que nada sea perfecto: porque estás expuesto a la meteorología, las plantas, animales..
Mi referente es Jubileo: una romería que se celebra en una ermita relativamente alejada del pueblo. La gente bebe mucho en esa fiesta. Tiene su faceta religiosa, que es la que realmente fundamenta la reunión, pero es muy fácil eludir esa parte: permanecer a la sombra de los árboles, fuera del alcance de cualquier autoridad. Una especie de juego en el que pequeños grupos autónomos (de amigos) deciden organizarse y reunirse alrededor de un punto, exterior a la ciudad, para pasarlo bien y probar las croquetas y embutidos de otras casas.



Así que, el que nosotros pudiéramos organizar el evento (do it your self), era tan importante como el lugar: tenía que ser en el campo, y no en un campo cualquiera. Debía ser un lugar con el que tuviéramos un vínculo. Un punto de contacto con la Tierra y la Naturaleza. Una puerta hacia lo salvaje.

Nos gusta la comida típica. Y no solo la de nuestro pueblo, la comida típica de cada pueblo que visitamos. Porque en la cocina queda grabada la cultura de la zona. Y nos gusta la multiculturalidad, conocerla, vivirla, apropiárnosla... Nunca entendí a esa gente que se avergüenza o rechaza sistemáticamente la comida de su zona: -No me gusta el cordero, ni el cerdo, tienen grasa y sabor, ni el ajoblanco... es comida de otros tiempos, de gente ruda, forzados a trabajos duros... Prefiero el pollo sintético y las hamburguesas del mierdonalds, que son más blandengues y dañinas para el medio ambiente... como yo.-
La cocina de aquí es contundente, basada más en la calidad de la materia prima que en la sofisticación de la elaboración. Una cocina práctica, alegre, para disfrutar en compañía, donde la gente se mueve e interactúa de forma espontánea. No como esas cocinas de laboratorio diseñadas para disfrutar en la pasividad y rigidez de tu asiento, mientras los platos desfilan ante la soledad de un paladar y fosas nasales finamente estimulados.
Pero no nos engañemos, lo más importante de todo es... ¡Que no falte bebida y que la cerveza esté bien fría!

A unos 20km del pueblo mi familia tiene un terreno. Hay ovejas, un establo, encinas, pinos, una casilla... Es zona de monte. Allí no puedes llegar y decir: "Antes todo esto era campo" ¡Allí todo es campo! El punto perfecto para que tenga lugar una fiesta: el no lugar.


Así que, estuvimos trabajando bastante tiempo, buscando cocineros, proveedores y, sobre todo, acondicionando todo aquello. Los corderos nos miraban extrañados y asustados: - ¿Nos matarán a todos? ¿Solo a unos cuantos?
Convertimos el establo en una pista de baile, hicimos bancos con alpacas, apilamos palets a modo de mesa, arreglamos baños, segamos la hierba, retiramos las piedras...
Y llevamos todo lo necesario para organizar nuestra romería, nuestra verbena...


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En "Iros todos a tomar por culo" un disco de Extremoduro grabado en directo, el Robe decía esta frase: "Vosotros podéis hacer lo que queráis, ya sabéis, estáis en un país libre. Eso sí: que no os vean."

El campo es un lugar donde el poder no está representado. Y, aunque no escapa a su influencia, es más fácil que no te vea. Siempre te sientes como huido, como al margen, como en un paréntesis de la normalidad, como un Robinson Crusoe, como si todo estuviera por construir, como en el mejor de los mundos posibles...

Así que, aprovechando el buen clima, los colores de las flores y que nadie nos veía, hicimos los que nos dio la gana y, cuando la fiesta terminó, allí no quedó nada. Como si nunca hubiera tenido lugar.

El no lugar vaciado

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Me curré una lista de música. Porque en los momentos importantes tiene que haber música. La lista tenía canciones que nos habían acompañado a lo largo de nuestra vida, canciones de ayer y de hoy... más bien de ayer: porque ya vamos peinando canas. Y, aunque uno es amante del ruido, los improperios y la (auto)destrucción, procuré que fuera una lista complaciente, amable, animada, variada... como el conjunto de amigos y familiares que nos rodeaban.

domingo, 14 de junio de 2015

La muerte de la encina entre pastos oníricos

Todos tenemos nuestros vicios: el porno, tabaco, tele basura, alcohol, chequear el facebook... Pequeñas cosas que no podemos dejar de hacer y que nos hacen sentir culpables una vez consumadas... dolor de cabeza, mal aliento, prisas... Hay que organizarse, reducir los vicios, ganar tiempo.


Mi padre tiene un terreno, con unas cincuenta ovejas. Por la tarde fuimos a verlas. En el mes de junio ya está todo el pasto seco. Había mucho pasto... son pocas ovejas para tanto terreno.

También hay encinas, muchas se están muriendo: Están infestadas por algún insecto que produce unas pequeñas agallas en el envés de las hojas y que las perfora por el haz al salir. Se les ha juntado con unas podas de esas de sacar cuanta más leña mejor: -¿Y si se seca la encina? -Se corta y a tomar por culo!- Después uno se pregunta: -¿Por qué hay tanto páramo sin un solo árbol? Si tampoco se cultiva cereal (las plantaciones más grandes son de pino y eucalipto)-.
También en la zona, la dehesa pública está llena de encinas senescentes, nadie las repone y, con una presión ganadera elevada, es difícil que crezcan por su cuenta. Así que, poco a poco, de forma silenciosa, los pastos ganan terreno a la dehesa.

Y allí estaba yo, a la sombra de una encina, mirando sus hojas agujereadas y llenas de agallas. Las ovejas tampoco parecían querer alejarse de la sombra. Les molestaba mi presencia, no están acostumbradas a la gente.
Llevaba pantalones cortos y los calcetines llenos de zaragüelles. Todo estaba tranquilo, en paz, soplaba una suave brisa..
¡Olía a campo! Un olor que me era muy familiar de niño... ¡El atardecer de verano es tan tranquilizador... Había tanta variedad de hiervas en el suelo! (Incluso en los calcetines y el hueco de las botas) Cuanto más observaba, más detalles iban apareciendo! El campo tiene ese gran aliciente del cambio constante, como el agua del río de Heráclito... como "el agua de la fuente vieja de siempre, con agua siempre nueva". Pero ¿Quién tiene tiempo de recrearse en esos detalles?
Movimos un poco las ovejas, mirándoles el culo en busca de mosquera, contándolas...

Aún no siendo confortable, se está bien allí, el tiempo adquiere otra dimensión... Sin prisas, sin malos humores, un mundo onírico fuera de la ajetreada vida social.
En esos momentos (esporádicos) uno siente que algo tan sencillo como disfrutar de la naturaleza, en su estado salvaje, nos ha sido robado. Es de suponer que, cuando el campo se explotase sin las tecnologías químicas y de motor, quien trabajase la tierra debía de experimentar estas sensaciones en su día a día -si, además, podía disfrutar del producto de su trabajo...-
Pero, en algún punto, cambiamos la valoración de lo natural: lo natural se da sin intervención humana y, por tanto, no tiene valor.
La educación, la cultura, la demanda laboral... Todo nos conduce a la vida artificial, el cajero automático, la compra, cenas, alcohol... Incluso nuestras drogas "tradicionales" están tecnificadas... Y Los sabores del campo nos resultan demasiado fuertes, secos, pequeños, irregulares, incómodos... Frente a los alimentos tecnificados: homogéneos, vistosos, jugosos, suaves...