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jueves, 6 de mayo de 2021

Pablemos

La moción de censura en Murcia, que tuvo como consecuencia la convocatoria de elecciones en Madrid -y la salida de Pablo Iglesias de la vicepresidencia del gobierno para presentarse como candidato por la comunidad-, finalizó con Pablo fuera de la política.

Realmente, el resultado de Podemos en las autonómicas no fue tan malo -pero Pablo esperaba más-. Muchos votantes de izquierda ya lo veían venir: se comentaba su giro al centro, su excesivo protagonismo -era común referirse a su partido como Pablemos-, la disolución del núcleo inicial... 

Dejó mucho decepcionado en ese camino meteórico que comenzó con la canalización del descontento del 15M en una salida institucional -entrando primero en el parlamento europeo, después asaltando las municipalidades, hasta convertirse en un partido clásico que ha conseguido formar parte del gobierno-.

Leía una cita de Antonio Escohotado en la que decía "La casta política es el peaje que debemos pagar por la democracia".
La cita es abiertamente provocadora -Escohotado e Iglesias tienen sus rifirrafes intelectuales-. Pero creo que es difícil negar que Podemos se ha convertido en "casta" -de hecho, hace años que sus miembros no utilizan ese término-. Pero, además, se pagan otros peajes: el acotamiento de acción de los gobiernos, o unos discursos simplistas y campañas centradas en lo simbólico -más que en las condiciones materiales reales-.

Así, a medida que se adentraba en las instituciones, el programa de Podemos se fue aproximando al centro representado por pp-soe, aunque con alto componente social y énfasis de lo público.

Ya asentados, su discurso se enfocó en acabar con la corrupción y el establecimiento de mecanismos de transparencia. Quizá sea este uno de sus mayores logros -junto con la ruptura del bipartidismo y la alternancia de poder-. Pero, una vez solventados esos problemas: su relato se acabó. Se convirtió en una opción política más -diría que eso ocurrió en el momento mismo en que decidieron entrar en el gobierno-.

 

Sin duda, la irrupción de Podemos en la escena política, ha beneficiado a nuestra democracia representativa. Seguramente sus logros nos parezcan ínfimos, si los comparamos con la ilusión inicial de alcanzar una democracia real. Pero no hay que olvidar que Podemos surgió de la nada, del proyecto imaginado por gente de a pie, gente que trabajaba para ganarse la vida.
El sistema se puede cambiar desde dentro, pero hay límites que no te va a dejar traspasar. Otro de los logros de Podemos ha sido presionar esos límites y ponerlos en evidencia.

A mí me parecen legítimas estas críticas que se hacían a Pablo Iglesias y su partido. Supongo que, cuando estás en el poder, debes aprender a encajarlas e ignorarlas: es el precio que pagas por convertirte en "casta". 

Pero una cosa son las críticas en aspectos morales, formales o políticos y otra cosa es el acoso a que se le ha sometido desde que entró en el gobierno. Un acoso en lo personal que, desde luego, va mucho más allá de su dimensión política. Sí, es una persona que genera odio entre la derecha española -tanto como lo hace el lenguaje inclusivo-. Una actitud que recuerda mucho al bullying que los niños reproducen en los colegios contra otrxs niñxs. Supongo que responde a ese rechazo tan español hacia quien asciende meteóricamente: -No puede ser. Tú eres un comemierda como nosotros. No te puedes codear con el presidente. Vuelve a tu agujero en la universidad!

Imágenes extraídas de internet. Del primer Pablo Iglesias, a la caricatura grotesca que se representaban sus haters

 

Seguramente, Pablo Iglesias no debería haber entrado en el juego de vox, ni en esa dialéctica de la clase obrera enfrentada a cayetanos y fascistas -ya sabemos que están ahí, no hace falta señalarlos todo el rato-. La gente no quiere oír hablar de eso. Vivimos en una sociedad líquida, postmoderna, sin hilos que guíen el relato de la historia. Preferimos que nos regalen los oídos con la terracita, la cervecita, el centro comercial... mientras el resto del tiempo estamos jodidos trabajando, chupando atascos, sin proyecto de vida, sin ilusión... Pero que no nos llamen pobres de mierda -como poco: clase media-.

La campaña madrileña ha sido bastante repugnante. Una especie de gallinero donde todos intentaban cacarear por encima de los demás. Retorciendo los argumentos, tratando de culpar al otro de lo mismo que lo acusaban -Rebota, rebota y en tu culo explota-.
Supongo que, cuando el ayusismo rompió el tabú sobre vox y lo puso en el tablero político -en igualdad de condiciones-, vox decidió que podía jugar también a los memes y a ridiculizar la figura de Pablo Iglesias -para que no se escuchara su voz-.
En algo que recordaba a aquella ocasión en que los diputados del pp no dejaban hablar a Labordeta y no tuvo más remedio que increparles:

"Ustedes están habituados a hablar siempre porque aquí han controlado el poder ustedes toda la vida. Y ahora les fastidia que vengamos aquí las gentes que hemos estado torturados y reprimidos por la dictadura a poder hablar. ¡Eso es lo que les jode a ustedes! ¡Coño! Y es verdad, ¡Joder!"

La dictadura ya nos queda lejos. También esa retórica de rojos y nacionales. Pero es verdad que les jode. No les jode que lxs hijxs del obrero tengan estudios, diseñen sus edificios, sus programas informáticos, que hagan cine, o den clases a su prole en la universidad... Lo que les jode es que se metan en sus instituciones, les hablen de igual a igual y que, además, las gestionen mejor que ellos ¡Coño! Y es vedad ¡Joder!


Se ha retirado con dignidad, consciente de que la sociedad lo tenía enfilado y se había convertido en un lastre para su propio proyecto. Estoy convencido que volverá, estaba demasiado metido en la actividad política, le vendrá bien tomar posiciones en lo teórico, pergeñar nuevos proyectos... Y, como cantara Julio Iglesias

"Al final las obras quedan las gentes se van.
Otras que vienen las continuarán.
La vida sigue igual.
"


miércoles, 18 de mayo de 2011

Nacionalismos, nacionalidades, gentilicios, castas, clases

Estos días, con lo de las clases de idiomas, no he dejado de darle vueltas al asunto de la nacionalidad, el gentilicio...
Además, me ha coincidido con el estudio en historia de la Edad Media, Moderna y Contemporánea, cuando se empiezan a configurar los Estados Modernos: las monarquías y la nobleza pierden poder, en favor de la alta burguesía, y se empiezan a formar cámaras de gobierno "electas" (entre los nobles y los burgueses más ricos).
Es curioso como Inglaterra toma la delantera: cuando el resto de Europa estaba aún sujeto al poder de las monarquías absolutistas, los ingleses ya habían conseguido relegar el papel del rey y las nuevas clases burguesas enriquecidas formaban parte del gobierno del país.
En esta convulsa época es cuando se fijan las fronteras de los países, que no son más que grandes parcelas que los reyes disputan en cruentas guerras, e intercambian en acuerdos matrimoniales. Entonces, es de suponer que la nacionalidad estaba ligada a la persona del monarca y no tanto a la de la tierra que se habitaba, la lengua, la cultura... Porque la clase campesina, que era la mayoría, difícilmente podía ser consciente de la diversidad que hubiese más allá de su comarca. En cambio, la figura de un rey, de una nobleza, parece más fácil de captar en una sociedad donde las relaciones de vasallaje seguían siendo muy importantes.
Con este burdo resumen, quería subrayar que, el sentimiento nacionalista, si existía, es probable que no fuese tal como se entiende hoy en día. Me refiero a la población campesina mayoritaria.

Hoy en día un nacionalista lo es independientemente de sus gobernantes, podría morirse el rey y toda la casta política y ¿Yo seguiría diciendo que soy español? Los Estados se asientan en territorios fijos, las fronteras son inamovibles, todo el mundo sabe dónde están. Las lenguas, la cultura, los impuestos, el ejército, el equipo de fútbol... las refuerzan. En un mundo donde los movimientos migratorios abarcan todo el globo y donde las diferencias económicas entre países son brutales, cabría preguntarse si ¿los sentimientos nacionalistas son de la misma índole en los países pobres que en los ricos? ¿O, mejor aún, si es un país receptor o emisor de inmigrantes? Y, si estos signos, símbolos, etc. que todos los Estados potencian y controlan tienen la misma intención.

Pero las fronteras son necesarias: porque existen desigualdades económicas entre distintos territorios. Los Estados son controlados por el capital (o también pueden considerarse parte del mismo). Encargados de mantener las infraestructuras para el resto de actividades económicas. Y no se puede ser tan frívolo, tan amoral, tan inculto, tan mal Cristiano... como para decir que la nacionalidad no importa y que las fronteras no tienen más que una función de control, migratorio y monetario por parte de los estados (que no queremos que los "otros" participen de nuestra riqueza). Para reforzar la idea de frontera y, darle una base moral a esa estructura de control, se introduce el concepto la identidad nacional. El Estado capitaliza la cultura y se convierte en paladín de su pureza, la inculca, la difunde, la apoya, la normaliza, la simboliza... Como consecuencia: surgen también fanatismos, racismos, intolerancia... que en el fondo es poner una barrera más, una barrera psicológica de disuasión migratoria.
El mayor avance de los Estados actuales ha sido conseguir encajar las fronteras "nacionales" con las del propio "estado". Si entendemos "nacionalidad" como aquel conjunto de población que se identifica porque comparte una cierta cultura y "estado" como el conjunto de organismos, administraciones... etc. que administran un territorio. Esto se ha conseguido de forma similar a como se ejerce el poder político en democracia, es decir, de arriba hacia abajo. Es la clase política, los grandes capitales, las instituciones que han copado el poder quienes proponen las ideas, definen la cultura y después la difunden al pueblo, para que, de forma pasiva, la secunde y la acepte.

Me irrita que se intente inculcar la identidad nacional, está claro que vivimos en sociedad y que existen unas normas que tienen variables regionales, pero esas regiones no tienen porqué coincidir con los territorios administrativos. Existe, además, una gran mezcla de pueblos y creo que, la solución de instar al inmigrante a adoptar la cultura del lugar al que llega, es profundamente injusta y denigrante. Pero este debate no se ha llegado ni tan siquiera a plantear dentro del sistema democrático, porque no se sabe qué consecuencias puede tener la ruptura del binomio Estado-nación y porque no interesa que la comunidad sea capaz de establecer un diálogo y llegar a pactos por si misma. Lo que interesa es que trabajen y consuman y no se pierda el tiempo en "chorradas".

Las fronteras sirven para lo que sirven y, si les quitamos su dimensión cultural, quizá sea más fácil ver su injusticia. La cultura la posee y la hace la gente, interaccionando, entrando en contacto. Con los nuevos medios de comunicación y desplazamiento me parece difícil restringirlas a un lugar físico. Por eso yo no soy español, ni extremeño, ni catalán, ni nada... yo soy de un pueblo de la provincia de Badajoz que visc a Barcelona y construyo mi cultura cogiendo cosas de aquí y allá en un batiburrillo de ningún lugar. Uno puede añorar sus orígenes pero eso no les da entidad de barrera física. Además, creo que en una sociedad de clases globalizada, como la nuestra, en la que las clases bajas son explotadas, puede ser más beneficioso para todos la identidad de clase.