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viernes, 16 de noviembre de 2018

Redes sociales: de realidades edulcoradas al "coño insumiso"


En nuestro post anterior, vimos como ha ocurrido una especialización -cercamiento-, en áreas muy concretas de la fotografía. Estas áreas se han delimitado en el plano de las temáticas -y sus técnicas y tecnologías asociadas- pero también en el ámbito de los profesionales y aficionados.

En el terreno de la Estética podríamos, a su vez, pensar en los cercamientos que convirtieron los campos de labor comunales de la sensibilidad estética premoderna en los pastos académicos y los cotos de caza en los que ha medrado el arte desde el romanticismo hasta la postmodernidad, plácidos pastos y cotos de donde –huelga decirlo– han desaparecido las competencias instituyentes, y donde sólo a unos pocos se les permite ser productivos.1

Estas áreas delimitadas, además, se ven atravesadas por una confluencia hacia una cierta realidad ideal, que aproxima las imágenes fotográficas con las creadas enteramente por ordenador.

Ahora veremos como esta confluencia hacia una realidad ideal tiene diferentes efectos en las diferentes áreas de especialización de la fotografía, y en ese cajón de sastre en que se han convertido las redes sociales e internet -entendido como el conjunto de informaciones al que acudimos a resolver nuestras dudas-.


Siempre había tenido cámara de fotos -de carrete y después digital-. Me gustaba utilizarlas, enseñar las fotos, comentarlas con amigos y familiares. Con la fotografía digital cambiaron un poco las costumbres: había que proyectar las fotos en una televisión u ordenador y, en lugar de seleccionar copias, se grababan todas en un CD y se pasaban al interesado. Con las redes sociales se produjo un giro de tuerca más: ahora sí que era fácil compartir y comentar fotografías.

Así que, muchos nos lanzamos de lleno al proyecto de volcado de la realidad en el mundo digital. Para rellenar ese inmenso espacio vacío con vivencias y contenidos.
El retrato -y sobre todo el autoretrato- resultan imprescindibles en este medio. Hay que dotarse de una identidad: en cualquier avatar de red social, en foros especializados, cursos virtuales, currículums… Dependiendo de la red a la que vaya destinada la fotografía, puede moverse en la faceta de lo pictórico o de lo documental.
Utilizamos fotografías en las que nos vemos favorecidos, o en las que causamos una impresión acorde al contexto, igual que cuando salimos a la calle nos arreglamos -aunque solo sea mínimamente-. La foto nos confiere realidad, es la prueba de que si coincidimos en el espacio-tiempo con otros habitantes de la red podremos reconocernos -por muy peregrinas y absurdos que puedan resultar nuestras opiniones y comentarios en el mundo virtual-.

El que, con las primeras cámaras digitales, las fotografías pasaran directamente al ordenador, facilitó mucho el proceso de asociar nuestra identidad virtual a una foto real: el mismo dispositivo en que almacenábamos nuestras fotografías era el que utilizábamos para comunicarnos. Y la tendencia ha seguido en esa dirección: hoy día, cualquier aparato de comunicación lleva una cámara de fotos integrada -y un sistema de posicionamiento y diversas herramientas de control-.

Otra consecuencia de que nuestras fotografías se encontraran en el ordenador fue que: estaban directamente accesibles para un número cada vez mayor de herramientas de retoque fotográfico y creación de imágenes. Muchas de estas herramientas se utilizan tanto para retoque como para creación, así que, la convergencia que hemos visto antes, no solo ocurre en el plano estético, sino también en un planto técnico. Actualmente, en aparatos electrónicos que no disponen de la versatilidad y potencia de los ordenadores, es habitual que existan aplicaciones que se encargan de aplicar los retoques más populares a nuestras fotos, sin la necesidad de tener que manejar complicadas herramientas.
Esto ha hecho del retoque fotográfico casi una norma y que, la mayoría de fotografías que utilizamos en nuestras redes, tengan algún tipo de alteración.

Así que, aunque el retoque fotográfico existe desde el inicio de la fotografía, ahora está al alcance de un abanico muy amplio de población. No es necesario ser artista dadaísta, o poseer un taller de revelado, cualquiera puede crear un “meme”2 potencialmente gracioso y viral con el amplio catálogo de imágenes de internet, y un poco de imaginación. Todos podemos convertirnos en proveedores de contenidos y ser mundialmente conocidos... aunque, en la práctica, toda esa actividad quede reducida a círculos más o menos estrechos.

Esta alteración sistemática de la fotografía no ocurre solo en el retrato, sino también en otras áreas. En fotografía de monumentos y edificios es común utilizar el HDR para eliminar los molestos efectos de un excesivo contraste entre claros y oscuros. En fotos de naturaleza también es muy habitual recurrir a retoques fotográficos, después de todo, estamos acostumbrados a las imágenes de plantas y animales dibujadas a mano alzada por zoólogos y botánicos. En noticias de prensa se usan montajes para poner juntos personajes que se desea relacionar argumentalmente -normalmente, si se obra de buena fe, son montajes burdos para dejar claro que la imagen es una superposición y que la relación es argumental-.
Luego están las imágenes de las carteleras de películas, que prácticamente constituyen un género en sí mismas, donde sí que se emplean técnicas muy sofisticadas para dotar a las imágenes de un gran impacto -imágenes que mezclan fantasía y realidad sin ningún tipo de pudor-.
En la publicidad ocurre algo similar a las imágenes creadas para el cine ya que, en el fondo, la finalidad es muy similar en los dos ámbitos: captar la atención de los potenciales consumidores y convencerlos de que compren su producto.
Los publicistas se ven así forzados a afilar sus herramientas para captar la atención de un público cada vez más disperso.

Somos constantemente bombardeados por imágenes de todo tipo: fotografías tomadas de forma instantánea con teléfonos móviles, imágenes históricas, de fotógrafos aficionados o profesionales, procesadas, retocadas, borrosas, difusas, producidas con diferentes técnicas y herramientas de diseño…
Imágenes de publicidad, historias personales, chistes gráficos, noticias reales, noticias falsas… todo se mezcla en internet y las redes sociales, todo se muestra en las pantallas de nuestros ordenadores y teléfonos móviles. Hemos aprendido a orientarnos en este aparente caos, identificamos rápidamente a qué categoría pertenece cada imagen, cada texto.

En cierta medida, todos somos conscientes de que la mayoría de imágenes que se nos presentan hoy día en los medios han sufrido algún tipo de procesado. No es solo que se hayan tomado en el momento oportuno: justo cuando la luz es menos dura, el momento justo del salto… Pero no nos importan mucho los detalles, ¿Cómo consiguieron llegar a ese resultado? Intuimos que la teoría y la práctica detrás de todo eso pueden ser excesivamente complejas y preferimos no complicarnos la vida. Aceptamos ese grado de fantasía, en lo que nos presentan, como la captura de un instante real.
Convivimos con esas imágenes que tienen algo de misterioso y mucho de atractivo, nos acostumbramos a ellas.
La visión, puesta en jaque por las revelaciones de los fotógrafos, tiende a adecuarse a las fotografías3
 
Todas las imágenes tienen mucho de artificial, pero queremos creer en su posibilidad, en su espejismo. Las imágenes nos hacen ilusionarnos con esos mundos y seres mágicos, casi mitológicos, que nos muestran las fotografías retocadas y las imágenes digitales. Una experiencia envolvente.
Como cada fotografía es un mero fragmento, su peso moral y emocional depende de dónde se inserta. Una fotografía cambia según el contexto donde se ve: así, las fotografías de Smith en Minamata lucirán diferentes en una hoja de contactos, una galería, una manifestación política, un archivo policial, una revista fotográfica, una revista de noticias generales, un libro, la pared de un salón. Cada una de estas situaciones propone un uso diferente para las fotografías pero ninguna de ellas puede asegurar su significado. Con cada fotografía ocurre lo que Wittgenstein argumentaba sobre las palabras: su significado es el uso. Y por eso mismo la presencia y proliferación de todas las fotografías contribuye a la erosión de la noción misma de significado, a esa partición de la verdad en verdades relativas que la conciencia liberal moderna da por sentada.4

Pero, con internet, nos encontramos con que todo es susceptible de aparecer fuera de contexto, en el contexto de las pantallas. Todo es susceptible de mezclarse: en los resultados de un buscador, en la línea de tiempo de redes sociales...

Con esta profusión de imágenes se constituye esa realidad ideal a la que hemos aludido antes. Una realidad que, al estar controlada y dirigida por intereses de mercado, de entrada, es mentirosa: idolatra la tecnología -es el avance tecnológico el que la ha hecho posible-, edulcora la realidad -eliminando lo que molesta-, ensalza una cierta idea de belleza antinatural-no hay más que ver la cantidad de “Photoshop” que lleva cualquier fotografía de modelos- y unos estilos de vida y políticas del crecimiento que nos llevan en la dirección de lo social y medioambientalmente insostenible.


El Coño Insumiso en el Valle de los Caídos. Imagen de portada en el perfil de Facebook de Willy Toledo (desde el 6 julio de 2018)

Conclusión

Si algo tiene apariencia de fotografía tendemos a pensar que es real. Nuestro pensamiento y nuestra práctica diaria nos dicen que con una cámara capturas imágenes de lo que tienes delante, lo que está pasando o posando. Así que, nos habíamos acostumbrado a que las imágenes nos dijeran qué podíamos exigir a la realidad. Pero, en el mundo actual de las pantallas, ya ni tan siquiera tiene sentido la frase de “una imagen vale más que mil palabras”. Necesitamos manejar el contexto, un contexto mucho más amplio que en los orígenes de la fotografía, porque ahora cualquier imagen puede ser inventada.

Necesitamos algún relato que las conecte y las dote de sentido. Que las confiera algún poder de transformación.

Quizá, un relato como el que hace un tiempo protagonizó el actor “Willy Toledo”, tras ser encarcelado por una denuncia de ofensa a los sentimientos religiosos por parte de una asociación de abogados católicos y no presentarse al juzgado5.
El caso saltó de las redes sociales a los medios de comunicación de masas, incluida la televisión. La ofensa la había realizado el actor a través de su perfil de Facebook, así que, los medios se vieron obligados a mostrar imágenes de dicho perfil. Y fue bastante extravagante, porque la foto de portada era un fotomontaje -muy burdo- del Valle de los Caídos, donde se había sustituido la cruz por una enorme vulva rosada -“el coño insumiso”-. Y, además, se mostraban por escrito los comentarios -blasfemias- que había proferido el actor desde su perfil. En un horario de máxima audiencia, como es el de los telediarios.
Podría decirse que, el de Willy Toledo, es un caso de éxito: había conseguido trascender del mundo virtual al real, para llamar la atención sobre una serie de leyes que protegen los sentimientos de una determinada religión -la católica- en un Estado supuestamente aconfesional. De forma que un gran número de personas conocieran los hechos, se forjaran una opinión y abrieran un debate.
El tirón del caso duró apenas unos días, porque los medios continuaron inundando todo con otras noticias. Pero lo cierto es que el caso generó un hilo de interés que podía ser fácilmente seguido a través de internet.

La imagen del coño insumiso servía muy bien al relato del actor en su cruzada contra aquellas leyes que, desde el franquismo, perduran en el código penal español. El Valle de los caídos es un símbolo del nacional catolicismo y, sustituir la cruz por un coño, no deja de ser una ofensa a esos sentimientos católicos que, durante siglos, reprimieron toda sexualidad -especialmente la femenina-.
Seguramente no podría haber sido considerada una obra de “bellas artes”, pero estaba inserta en un contexto, y servía a un relato que se sale del habitual del capitalismo de consumo.

Posiblemente, las imágenes de guerra de los fotógrafos del siglo pasado tuvieron su efectividad: hoy día puede decirse que apenas hay guerras -en los países occidentales-. También en este batiburrillo de posibilidades -lo disposicional- que se presenta en la nueva fotografía y los medios de comunicación acabe surgiendo un repertorio que resulte efectivo en lo social.

[...]es imprescindible que recordemos que esa repertorialidad sólo puede darse mediada por un nivel disposicional, un nivel constituido por las competencias y los contextos de actuación que permiten actualizar y desplegar las formas, haciéndolas operativas.6


Referencias

1 Claramonte, 200.
2 «Meme de internet», Wikipedia, la enciclopedia libre, 30 de septiembre de 2018, https://es.wikipedia.org/w/index.php?title=Meme_de_internet&oldid=110952875.
3 Sontag, Sobre la fotografía, 144.
4 Sontag, cap. El heroísmo de la visión.
5 «Detenido Willy Toledo para que declare mañana ante el juez», www.efe.com, accedido 30 de septiembre de 2018, https://www.efe.com/efe/espana/sociedad/detenido-willy-toledo-para-que-declare-manana-ante-el-juez/10004-3747458.
6 Claramonte, La república de los fines, 224.

miércoles, 9 de septiembre de 2015

El verano: Arte y tradiciones


En el verano uno se relaja, le baja la tensión y disfruta con los diferentes teatros y excesos institucionalizados (forjados por sedimentación durante siglos de historia).

Los toros
José Garrido - Plaza de toros de Herrera del Duque - 14 de Agosto de 2015

No soy el más aficionado a la tauromaquia, pero me gusta el espectáculo. Disfruto cuando sale bien: cuando música, toro y torero representan su peligrosa y sobrecogedora danza de muerte; cuando la espada desgarra rápida y profunda la vida del animal.
Sufro cuando sale mal: cuando el toro no puede soportar con bravura el dolor, cuando queda corto de fuerzas, cuando no entra al trapo, cuando la muerte se prolonga...
El toreo está lleno de contrastes, de gloria y abucheos; de incertidumbres, personalidad y animalidad...
Hay mucha gente en contra de esta forma de arte:
  • Porque se mata al animal públicamente. Y la muerte es algo que debe ocurrir en privado, con pena, indolora, aséptica...
  • Porque la gente que asiste disfruta con el espectáculo y es completamente amoral disfrutar con la tortura y muerte de animales.
  • Luego hay otros que lo ven como símbolo de la opresión y conquista cultural de un Estado demasiado grande.
A mí, estéticamente, me fascina: la fuerza del toro, la fragilidad del torero y su "paquete", los colores, la sangre, la música, el público atento (sobrecogiéndose, aplaudiendo)...
Es una forma de contacto con la naturaleza, de encuentro con la vida y con la muerte, con todo lo que nuestra sociedad tecnificada expulsa a los suburbios y entierra en el subconsciente.
También me causa sentimientos encontrados, porque quiero ser normal, aceptado en la mayoría de círculos sociales. Y la norma parece tender hacia el precepto moral de ampliar los derechos humanos al mayor número posible de seres vivos... Claro que, los derechos humanos, son sólo una declaración de intenciones... Y, aceptar preceptos morales, solo porque es main-stream es un tanto banal.

La religión católica
Virgen de Consolación - Herrera del Duque - 28 de Agosto de 2015

Lo he ido dejando caer: aceptar preceptos morales, sin cuestionarlos, no es propio del adulto libre. A la religión le gustan los niños, adiestrar desde pequeños para someter y ampliar su comunidad, hacerse cada vez más fuerte...
La religión católica tiene feos detalles, porque utiliza la culpa y el miedo para extender su influencia...
Sí, vivimos en una sociedad individualista, que no casa con el concepto de rebaño defendido por la Iglesia. Pero también es cierto que existen otras formas de crear comunidad entre personas libres...

Estoy un tanto resentido con el catolicismo: me costó mucho desprenderme de sus "mandamientos", su culpa, sus mitos, su represión-normalización de la sexualidad...
Aún así, también me causa curiosidad: todo el arte, la literatura, el imaginario, la capacidad de congregación, el dolor, la negación de la muerte, la forma en que todos lo toman en serio.

A finales de Agosto, la Virgen de Consolación viene desde la ermita hasta el pueblo, y se queda en él durante 9 días. Es un acto muy solemne y somos muchos los que nos reunimos para recibirla. No puedo evitar acordarme de la fábula de "El traje nuevo del emperador": porque no deja de ser una figura muy bien ataviada a la que muchos atribuyen propiedades psico-mágicas.

El ganado
Ovejas paridas alimentándose de pajas, para criar corderos sanos y jugosos - Puerto de los Carneros (La Siberia) - 2 de Agosto de 2015

Los humanos crían animales como alimento. Llevan milenios seleccionando y moldeando los más jugosos y dóciles. En una doble acción: represión de lo impredecible, lo áspero, lo esquivo; y potenciación de lo apetecible, lo manso.
Y nos hemos vuelto como los animales que nos alimentan y acompañan. La religión católica llama a sus simpatizantes abiertamente "rebaño". Así que, el ganado bravo es un anacronismo, un vestigio de lo salvaje, como la terminación de nuestra columna vertebral que otra vez fuera un rabo.

Con los festejos taurinos surge la polémica, los animalistas atacan con sus valores a los asistentes: los llaman paletos, salvajes, cavernícolas...
Y estos ataques denotan un montón de contradicciones: porque el paleto, el que vive en los pueblos, es el que realmente cuida de los animales y las plantas, al que le preocupa que ese mundo rural siga existiendo, porque quiere vivir en él y de él.

Es verdad que la mayoría de la población vive en las ciudades y que, en una democracia, tienen todo el derecho a convertir sus valores morales en leyes, y con ello someter lo rural a su lógica de maximizar el beneficio, de utilizar la Naturaleza como una fábrica de alimentos, energía o parque temático... Ante esa lógica aplastante, no se puede anteponer lo bello, lo tradicional, lo divertido, lo imprevisible, lo arriesgado, lo no controlado...

El torero es un atleta: ser un buen torero requiere una férrea disciplina y decisión para dominar la técnica. Pero para ser realmente bueno, hay que aportar algo más: la estética, la autenticidad, lo que le destaque del rebaño, lo que emocione. Todos estamos sometidos a férreas disciplinas (más bien coacciones) para "ganar las habichuelas", pero no se espera de nosotros ninguna autenticidad, solo productividad...