Mostrando entradas con la etiqueta dinero. Mostrar todas las entradas
Mostrando entradas con la etiqueta dinero. Mostrar todas las entradas

jueves, 6 de abril de 2023

El jeta

Tengo un amigo que es un jeta. Siempre llega tarde, no hace nunca nada por nadie y trata de sacar la mejor tajada en toda ocasión en que se hacen cosas o se pone dinero en común. Mal estudiante y peor trabajador, se las ingenia para estar en buenas posiciones, siempre a favor de la corriente, donde fluye el dinero con el mínimo esfuerzo. Tiene un ego que no le cabe en el pecho, sólo habla de sí mismo y continuamente está justificando sus comportamientos ruines ante los demás -siempre en distancias cortas, nunca en público de verdad-. Suerte que es mal orador porque, sino, podría llegar a ministro... Sí, tiene mucha jeta.

Escuchaba el programa de Carne Cruda sobre "Quién cobra las ayudas públicas" y comentaron la noticia de un alto cargo público que cobraba el bono social térmico por ser familia numerosa. Una ayuda que va destinada a familias vulnerables... El tipo, lejos de ocultarlo o amagar con devolver el dinero, trató de justificarse en público y, en una actitud muy de la España del pelotazo, argumentó que él iba a cobrar la ayuda porque era un orgulloso padre de cuatro hijos -siempre el ego por delante-. Supongo que le debemos mucho porque sus hijos van pagar nuestras pensiones.

Los jetas suelen cobrar grandes cantidades de dinero público: son un sumidero de nuestros impuestos... Y, lo peor de todo: están a la vista, dando mal ejemplo. Gente que no produce nada, recibiendo y despilfarrando. Robando ese dinero a quien realmente lo necesita - o, al menos, lo necesita más-. Para que puedan poner el lavavajillas a todas horas, la calefacción o el aire acondicionado con las ventanas abiertas... 

Algunos de estos jetas son los que van por ahí diciendo que hay que acabar con las paguitas, las pensiones, las ayudas al desempleo... Porque ellos se merecen cobrar más. Pero también los hay muy progres: defienden a ultranza el Estado o la recaudación de impuestos... Porque saben cómo sacar tajada. 

 

En el mundo laboral-empresarial creo que no me he encontrado gente así. Me he encontrado gente que escurre el bulto, que aparenta estar haciendo cosas cuando no está haciendo nada, que dicen ser expertos en algo cuando sólo tienen vagas nociones, que no responden cuando los necesitas... Pero no suele ser una situación que se prolongue en el tiempo: el  mercado laboral es muy inestable, al final esa gente acaba moviéndose a otro sitio o espabila. Al menos es así en los puestos en que yo me muevo: puestos bajos, en primera línea de la cadena de producción. Quizá los jetas se manejen por las alturas... pero el mundo de la empresa privada es muy opaco, muy turbio y muy cruel: con intrigas y luchas sangrientas por el poder -requiere otra actitud mucho más agresiva y competitiva que la de mi amigo el jeta, requiere cierto esfuerzo y habilidad en las malas artes-.

martes, 2 de agosto de 2022

Trabajos de mierda

Ya llevo un par de meses en la nueva empresa. Me ha resultado fácil adaptarme: a la gente y, también, a las nuevas tecnologías. Al final, las tecnologías no son tan diferentes unas de otras. Cambian los nombres, la apariencia... se busca siempre el golpe de efecto, lo revolucionario... más bien se busca el trending topic: convertir tu solución en viral, que todos se entusiasmen y utilicen ese nuevo lenguaje, ese nuevo control de versiones, el IDE supersónico, el software definitivo para la gestión de proyectos... Y está muy bien, la gran mayoría de novedades vienen a facilitar la vida a los trabajadores del sector, aumentar la productividad... con curvas de aprendizaje realmente rápidas. Los informáticos que estén próximos a la jubilación deben de flipar con lo rápido que ha evolucionado todo esto. La extrema atención que debíamos prestar para ciertas tareas, la memoria, la interiorización de patrones y lógicas de acción, la agilidad... Ya todo está automatizado, codificado, segmentado, protocolarizado... incluso los modelos de negocio: las consultoras, las empresas de producto, las que alquilan infraestructura... En cuanto surge un nuevo nicho, se le aplica la fórmula y se explota.

La gente de la nueva empresa es muy maja. Supongo que también ayuda que la mayoría son del sur -Andalucía-, eso hace más fácil la conexión, aunque sólo sea por el feeling climático, los lugares, expresiones y bromas comunes. Me hacen sentir un poco viejo. No es muy grande el desfase generacional -unos 10 años- pero, los más jóvenes, manejan unos referentes culturales de la infancia bastante diferentes a los míos. Tengo que hablar en inglés, pero no todo el rato. Mi inglés es bastante chusquero, no me siento seguro en ese idioma, tampoco tengo tanto dominio como para expresarme con todos los matices y la rapidez que me gustaría, así que es bastante liberador combinarlo con el español. La propia consultora fomenta cierto compañerismo y el establecimiento de lazos: con fiestas y reuniones ociosas, cursos de formación... Realmente consiguen crear un ambiente agradable -aunque la mayor parte del tiempo estés currando en proyectos externos-.

Hacía mucho tiempo que no trabajaba para una consultora. Son ambientes muy dinámicos, cambiantes, precarios... Hoy estás en un cliente, mañana te mandan a otro... La apariencia es muy importante: parecer que controlas, parecer que eres experto, proyectar una imagen de seguridad, decisión, ambición... Algo en lo que no soy especialmente bueno, yo soy más de demostrar con hechos. El proyecto en el que estoy trabajando me gusta, para mí es una especie de reto tecnológico, porque utiliza herramientas y lenguajes modernos con los que hacía años que no trabajaba. Me resulta novedoso, pero seguramente sea un coñazo excesivamente burocratizado para quien lleve mucho tiempo en el nicho de ese lenguaje de programación -Java- en entornos web: estamos migrando servicios a una infraestructura nueva, con lo que va muy bien para tener una visión global de las tecnologías y metodologías que se utilizan, y no estar únicamente con el foco puesto en la programación.

Quizá el peor punto en contra sea el tipo de negocios a los que se dedica la empresa para la que estoy subcontratado: juego online, apuestas deportivas, crypto... movidas muy chungas. Es lo que David Graeber definiría, sin ningún tipo de fisura, como un "trabajo de mierda": un trabajo absolutamente dañino para la sociedad. En cierta manera, el tipo de trabajos que siempre he desempeñado en mi carrera profesional: trabajos bien pagados, que otorgan cierto estatus social pero que, probablemente sería mejor que nadie desempeñara. Sólo que en este caso es mucho más explícito, no se trata sólo de sostener y reproducir un sistema social desigual e injusto, sino de trabajar para los peores vicios de nuestras sociedades: ludopatía, blanqueo de dinero, especulación... Obviamente no son cosas que yo vea en mi trabajo del día a día, que es meramente técnico: lo más que veo son transacciones de dinero, que podrían ser para apostar o para comprar productos de amazon.

jueves, 16 de diciembre de 2021

De aceitunas y suicidas

Estaba muy contento.. Había comprado una vara y una manta nuevas! Este año no iba a dejar ni una aceituna en el suelo!
Era finales de otoño -el puente de diciembre-. No había helado fuerte aún. Por las mañanas calentaba el sol. 
Dando palos con la vara, estirazando de las mantas, con los sacos al hombro hasta la furgoneta... sudaba como un gorrino. El sudor, el aceite, las ramas sacudidas del olivo, el canto de los pájaros... Generaban un ambiente y sonoridad bucólica... Pero el día avanzaba y aquello no tenía vistas de acabarse. Era un trabajo duro. 
Siempre lo digo: -Lo que hace penoso un trabajo son las condiciones en que se realiza. Recoger aceitunas una mañana está bien. Pero si lo tienes que hacer 90 días seguidos, a destajo, sin vacaciones y cobrando poco, se convierte en trabajo esclavo
Hay personas que creen que por haber estudiado en su adolescencia y juventud no debieran desempeñar ese tipo de trabajos. Pero, claro... ahora estudia mucha gente. Y los trabajos penosos siguen existiendo -alguien tiene que llevarlos acabo-. Es curioso que, con tantas personas estudiando, no se haya conseguido un reparto más justo de las tareas. Sólo excusas para que los trabajos duros los desempeñe "el otro": el rumano, la sudamericana, el pobre... 

-Bueno, he sido un estudiante mediocre, no tengo ninguna habilidad especial, ningún talento, nunca hago nada por nadie... Pero soy de aquí, del país. Sé contar los euros, tengo algunos vicios... me merezco mis privilegios arbitrarios.

*****************

Hace unos días, los medios, dieron la noticia de que Verónica Forqué se había suicidado -a sus 66 años-. No tengo ni idea de cómo era su vida, así que no puedo saber qué la pudo llevar a cometer un acto así. Era una actriz famosa, seguía saliendo en la TV, seguro que tenía una situación económica holgada. Seguro que no se veía obligada a realizar trabajos penosos. 
Se hicieron algunos análisis -en clave anticapitalista- que apuntaban a nuestros estilos de vida como causas del suicidio -del suicidio en general, no el concreto de Verónica-. Estilos de vida que generan malestar: aislamiento, soledad, estrés... incluso culpa -por no estar invirtiendo correctamente nuestro tiempo o dinero-. Un malestar que lleva a la inseguridad, la desconfianza y el odio hacia el otro. 

Yo también lo percibo así. Cuando era joven no me preocupaba mucho el dinero: mis padres me proveían de techo, comida y ocupación -estudios-. Luego empecé a dar tumbos por los trabajos, intentando abrirme hueco: ganar más dinero, conseguir mejores condiciones... Después vinieron las niñas... y las preocupaciones comenzaron a girar en torno a ellas: mantener el hogar, el coche, el seguro, los ahorros, el colegio... 
En todas las etapas me topaba con la perseverante ansiedad: sacar mejores notas, estudiar más, un máster, una certificación, idiomas, conseguir mejor salario, un seguro más barato, un coche mejor, una casa más grande, piscina, comprar acciones, echar la lotería... Una espiral en la que nunca se llega a la meta, en la que nunca nos es dado disfrutar de lo conseguido. Hay que trabajar más, formarse, invertir, diversificar... porque existen un montón de amenazas que pueden arrebatártelo todo: la inflación, los impuestos, las crisis, el paro... 
-Ya cuando me jubile lo haré todo: los viajes, los libros, los amigos, pintar... Pero nada de eso nos llega. Porque todo ese marco ideológico del trabajo, el esfuerzo, el consumo y el progreso hacia capas económicas cada vez más altas, nos ha calado tan hondo que hemos perdido la consciencia de que sea solo una posibilidad entre muchas otras. 

Los del trabajo penoso sufren. Pero también sufren los que participan del éxito y el dinero, los que estirazan y aprietan el nudo de la soga que nos asfixia.

***************** 

Llevé las aceitunas al molino de la cooperativa. La maquinaria que separaba las hojas y pesaba la aceituna limpia, hacía un ruido terrible. Pero resultaba muy reconfortante: ver llegar la gente con su carga, poniendo su trabajo de pequeños grupos autónomos en común; te sentías parte de algo, de un pueblo, una historia...


[...] aceituneros altivos,
decidme en el alma: ¿quién,
quién levantó los olivos?

No los levantó la nada,
ni el dinero, ni el señor,
sino la tierra callada,
el trabajo y el sudor.

Fragmento del poema "Aceituneros" de Miguel Hernández

martes, 22 de octubre de 2019

Luchemos como viejos por el fascismo pop en las batallitas de oficina

Paco había vivido toda su vida en un barrio obrero de Sevilla. Allí regentaba un pequeño taller mecánico. Había trabajado largas jornadas por más de 45 años. Su esposa y él sacaron adelante a sus tres hijas. Pagaron sus estudios, estancias en el extranjero, academias... Las mantuvieron alejadas de las garras del trabajo hasta que consiguieron una buena colocación.
En los últimos años de la empresa familiar, Paco, se subió la cuota de autónomo para que le quedara una pensión digna. Su mujer se había dedicado a las tareas del hogar y, aunque echaba una mano en el taller, lo hacía sin contrato. Así que tendrían que vivir los dos con la pensión de Paco. Afortunadamente, terminaron de pagar las hipotecas antes de la jubilación. 
Hoy, Paco y su mujer, Ana, junto con miles de jubilados del norte y sur de la península, llegan caminando a Madrid. Para manifestarse por unas pensiones dignas.
- Somos unos afortunados. -Comenta Ana ante los micrófonos de Telecinco. - Mi Paco cobra 900€ al mes. Nuestras hijas no necesitan ayuda. Una es médico en Londres, otra en Frankfurt y la más pequeña es ingeniera informática en Nueva York. No las vemos mucho, pero estamos muy orgullosos de ellas -una lágrima se escurre por su mejilla-. Mi Paco y yo vamos tirando con los 900€. Venimos a la manifestación porque en el barrio ves situaciones muy duras: gente que ha estado toda la vida trabajando como burros pero les quedan pensiones bajísimas y, además, tienen que ayudar a los hijos... Y, bueno, aquí en Madrid, la capital del reino, hay mucho dinero. Dicen que los diputados cobran buenos sueldos... Seguro que cuando conozcan nuestras historias tomarán medidas. ¡Llevamos toda la vida luchando por nosotros y nuestras hijas, no vamos a permitir que un cordón policial nos frene! ¡Somos viejos joder!
Mandril disecado. En el Museo de Ciencias Naturales de Madrid. 19 de Octubre de 2019

**********************
Venía en el autobús escuchando la conversación que un chico joven mantenía por teléfono con su hermana. Lo acababan de ascender en el curro y estaba muy contento. -Tú lo que tienes que hacer es dedicarte a las cosas que te dan más dinero e ir dejando las otras actividades. Si no, vas a estar toda la vida trabajando.
Después describió todos los productos que había comprado en una gran superficie, el coche de empresa que le habían asignado y todos sus extras.
El chaval era joven -veintipocos años- pero ya tenía bastante experiencia -por los infortunios que narraba en otras empresas-.
Había abandonado su pequeña ciudad de provincias para instalarse en una mega urbe llena de oportunidades. Sin duda: había prosperado, había conseguido dar el salto a una nueva y flamante clase social. Seguro que no volveríamos a encontrarlo en el autobús.

******************
El otro día, santiago abascal -que no tiene nada que ver con nati abascal- acudió como invitado a "el hormiguero" -un programa de entretenimiento-.
Hace unos años, su partido -considerado de corte fascista por un amplio sector de la sociedad- no tenía representación en el gobierno. Pero ahora que la tiene, está legitimado para aparecer en televisión y difundir su mensaje racista y misógino.
Recordé este post "La prensa cambia de chaqueta", donde el Doctor Zaydus auguraba el auge del "fascismo pop".

*******************

Me encontraba tomando café con los compañeros del curro. Hablábamos sobre las vacaciones y el Camino de Santiago. Uno de los jefecillos comentaba que él lo había realizado en bici, pero que era una paliza. -Bueno, depende de cómo te lo tomes, pero yo tenía pocos días y me había propuesto terminarlo.
El tío no se rinde ni deja que nadie le pase por encima -ni jefes ni subalternos-. Supongo que es lo que, desde recursos humanos, llaman un perfil agresivo -aunque resulta un tipo afable y simpático-.
Después nos estuvo contando una historia sobre su hijo adolescente: había perdido un partido de fútbol y estaba muy malhumorado porque no aceptaba la derrota. -¡Vaya! No tiene a quién parecerse -pensé de forma irónica para mis adentros-.
-Tú sólo tienes niñas ¿Verdad?
-Sí -contesté.
-Las niñas son mucho más tranquilas. Mi hermana tiene dos niñas y, cuando nos reunimos, las ves ahí tan calmadas, en un rinconcito, jugando con sus muñecas... Mis hijos no: están todo el tiempo compitiendo y poniendo la casa patas arriba.
-Bueno, yo no creo que sea por la condición biológica de ser niñas. Lo veo más como una cuestión cultural: a los niños se los educa para la competitividad y la agresividad, mientras que a las niñas se las orienta a los cuidados y la sumisión; la mayoría de referentes de lo masculino y lo femenino van en esa dirección.
-No, no, no... Eso va en los genes. Mis hijos eligen sobre sus actividades y sus referentes, yo no los he condicionado nunca... 
-Tienes razón -yo no soy un perfil de esos que, en recursos humanos, llaman agresivo-.

miércoles, 14 de marzo de 2018

¿Qué dinero! ¿Qué trabajo! Ni qué niño muerto!

Cuanto más dinero tenemos más seguros nos sentimos ante cualquier posible adversidad, también nos dispone más lujos y comodidades. Pero no es suficiente tener dinero, además queremos estar frescos, despiertos y ávidos para conseguir cada vez más cantidad: porque el dinero se agota y la vida sigue. Y, aunque nuestra vida se agote, la de nuestros seres queridos sigue adelante. Así que, nos gustaría dejarles el respaldo de nuestros bienes, para que supla la ayuda que podríamos haberles prestado en vida.
El dinero se convierte en objeto de deseo, y dedicamos gran cantidad de horas a conseguir cada vez más, sin que haya un consenso de cuánto es el máximo del que una persona puede disponer, o el mínimo imprescindible para ser feliz. Porque al final se trata de eso: de ser feliz, de gozar de libertad...

El dinero condiciona absolutamente nuestra vida, sin embargo, cada vez tiene un carácter más abstracto: una serie de números almacenados en una cuenta bancaria. Y, al tratarse de algo tan etéreo, necesita de altas dosis de tecnología (para impedir falsificaciones) y burocracia (para mantenerlo en los circuitos estadísticos de la economía capitalista).
Ya no es como la enorme hucha del Tío Gilito, llena de billetes y monedas de oro... Un lugar donde relajarse, nadando entre papeles impresos con caras de presidentes y contando cada centavo.

Pero el capitalismo necesita trabajadores. Los trabajadores se caracterizan porque solo pueden acceder al dinero a costa de su tiempo y sus habilidades. Tener un trabajo, en la mayoría de los casos, te garantiza una mínima cantidad monetaria para comprar comida, vivienda, transporte, cuidar unas mascotas, hijos... Cuánto más bajo y duro sea tu trabajo: más pendiente estarás de cubrir esas necesidades básicas y menos tiempo tendrás para ser feliz y llevar a cabo tus proyectos de vida (u otros mundos posibles).

Trabajo, dinero,  necesidades básicas, seguridad... ¿Y la realización personal? Podría conseguirse siempre que tu idea de realización personal se enmarque en este esquema. Lo que suelen decir todas esas teorías de autoayuda, motivacionales: -Busca un trabajo que te guste y no tendrás que trabajar ni un solo día de tu vida.-
Pero aquí subyacen dos ideas contrapuestas:
Que existen personas que no trabajan y que, además de tener sus necesidades básicas resueltas, pueden dedicar todo su tiempo al ocio (o proyectos personales).
Que el trabajo, en general, es una carga, una lucha constante por la supervivencia. En un mercado laboral donde, además, existe un exceso de demandantes de empleo.

El buen funcionamiento de las sociedades actuales se basa en este esquema de trabajo/dinero. Aunque se trate de un trabajo que guste, siempre se han de realizar tareas que no satisfacen: porque el dinero acarrea burocracia y, además, está en manos de otro, al que hay que complacer para conseguirlo. No importa si eres ingeniero de la NASA o redactor freelance, siempre hay que prostituirse. Siempre queda un cierto malestar... A menos que tu fin último sea el dinero, conseguir cada vez más.

Amasijo de orugas arrastrándose por el suelo en La Siberia extremeña


Andaba yo mirando a mi hija de 11 meses, en uno de sus momentos de alegría y juego. Obviamente, ella no sabe nada de dinero, trabajo, convenciones sociales ni está influenciada por los medios de comunicación. E intentaba escudriñar en ella qué la hacía feliz, qué la hacía seguir adelante, en una vida tan aparentemente sin sentido: totalmente dependiente (ahora comienza los intentos para alzarse sobre sus dos pies), sin hablar ni poder elegir su comida... En una vida que, a los adultos, en ocasiones, se nos hace demasiado larga, demasiado dura. Nunca he conseguido ver en ella ese hastío, todo lo contrario: se la ve feliz cuando juega, explorando el mundo que la rodea, mordiendo, tocando, arrastrándose... ¡Rebosa vitalidad! Incluso cuando llora desconsoladamente porque hay algo que la molesta o no consigue lo que quiere. Sí, vive intensamente, sin grandes lujos ni artificios.

Jugar, explorar... Parece que en la edad adulta se transforman en: competir, catalogar... Mucho más estresante y aburrido. Será que, al crecer, se nos queda todo mucho más pequeño y necesitamos ir cada vez más lejos. Necesitamos colaborar, apoyarnos en los demás... Pero, en algún momento, hubo alguien al que no le apetecía dialogar, o participar en proyectos colectivos para ampliar el mundo conocido, y decidió imponerse con violencia, someter a los demás para que trabajaran en su proyecto personal.

Someter a los otros es también tarea ardua, hay que estar continuamente pendiente, sofocando revoluciones, ejerciendo represión... obligaciones bastante fastidiosas que, además, no acaban nunca, porque los sometidos pueden identificar fácilmente a su enemigo, tomar conciencia de clase, organizarse y guillotinar al Rey!
Resulta mucho más efectivo, y menos engorroso, organizar estos "juegos del hambre". Donde los individuos competimos en el mercado para materializar proyectos ajenos, a cambio de un dinero apremiante y un ocio extraño (consistente en vivir de forma efímera el ideal burgués). Gozamos de cierta autonomía y libertad. Mantenemos afiladas nuestras herramientas de trabajo, en la lucha por la supervivencia, a la espera de una oportunidad que nos permita avanzar en la propia estructura de poder que nos somete.
En este ajetreo máximo, ya no sabemos para qué trabajamos o si, en nuestros juegos de infancia, existía la idea de ampliar nuestro mundo conocido en otras direcciones. Donde nuestra felicidad y curiosidad no compitieran ni restaran a la de los demás.
Otro mundo posible, donde los niños sigan siendo vitales y sus cadáveres no se afanen pesadamente en conseguir un puñado de dólares.

martes, 7 de abril de 2015

La vida artificial, la jungla de cristal y el trabajo pringoso

He pasado las vacaciones de Semana Santa en el pueblo, en el mismo donde ahora vivo. Y he aprovechado a hacer un montón de cosas para las que no encuentro tiempo en el día a día.
En el día a día estoy atrapado en un mundo virtual, artificial... Es por el trabajo, nada físico, hiperconectado a todos los aparatos electrónicos. Así que, al acabar la jornada laboral, uno está estresado, cansado y con mil historias que resolver al día siguiente. Y, por supuesto, no has hecho nada para ti, tu hogar o tu familia, sólo has justificado el ingreso de un salario en la cuenta corriente... Eso es lo enajenado: privar al obrero del fruto de su trabajo a cambio de dinero.

La eficiencia es un concepto genial: resolver la mayor cantidad de tareas en el menor tiempo posible. Somos esclavos de la eficiencia, tratando de aplicarla en cualquier ámbito, a cada momento... Si vas al campo a pasear, fantaseas con tu negocio rural. Si vas a cortar leña, pergeñas cortar la máxima posible de forma "sostenible". Porque, en el fondo: el dinero se ha convertido en requisito indispensable, en la condición necesaria para emprender cualquier acción.

Luego están las ciudades, las junglas de asfalto y de metal, donde no se produce nada. Donde se consumen cosas de ningún lugar. Pero donde el dinero fluye con mayor rapidez y en cantidades más grandes. Es obscena tanta desigualdad! Se acaba por odiar el dinero. Pero también se ama... Tener mucho es mejor que no tener nada... Cubrir las necesidades básicas... Incorporar los hijos en el escalón más alto... Viajar más lejos... trabajar menos... tener más ocio!

Trabajar menos, tener más ocio y ganar más. En una sociedad que odia su trabajo (porque es enajenado) y ama cosas que no son suyas, que son ficticias, breves: escapadas con encanto, lujo, deporte... El ocio no es más que estar ocupado en algo que no sea el trabajo, y es más completo cuando requiere una inversión monetaria.

La Naturaleza queda totalmente fuera de este esquema. Tampoco parece importarnos mucho. De cuando en cuando, salimos al campo y nos maravillamos, nos conmovemos... Pero el ritmo frenético nos vuelve a poner en lo enajenado, la tele y el sofá. Así que, al intentar leer a los clásicos (Heráclito, Aristóteles, Cervantes...), nos damos cuenta que no los comprendemos, que nuestra cosmovisión ha cambiado completamente... ¡Hemos escapado a las leyes de la Naturaleza! Y, realmente, estamos a punto de salirnos de ella. Sólo somos esclavos de nuestras propias leyes: de convivencia, del mercado... Pero eso no las hace más justas. Está claro que habitamos un mundo de injusticias y desigualdades. Así que, lo que hemos hecho ha sido eludir el capricho, la incertidumbre y el libre albedrío de la Naturaleza, para adentrarnos en un nuevo cosmos de leyes de dominación y sometimiento humanas. Tenemos nuestro propio tablero, con reglas que se han ido imponiendo en violentos juegos de poder.

Someterse a las reglas, aprobar los exámenes, obedecer... Lo importante no es el sacrificio, sino el sometimiento. Aceptar el dinero, sin cuestionarlo, y seguir el camino allanado del funcionario, del trabajador por cuenta ajena. Pero el sometimiento es cobarde y repugnante. Así que lo externalizamos, decimos que no es algo nuestro, que lo hacemos porque necesitamos la pasta. Y ese "necesitar la pasta" lo justifica todo: sometimiento, avaricia, desigualdad, guerras,...

Así que, aquella idea clásica del "logos": una razón, una lógica, un Dios que rige el cosmos y al conjunto de los hombres, que lo gobierna todo. Esa idea no tiene cabida hoy día. Hoy día todo son oportunidades que hay que ir aprovechando, oportunidades que nos brindan los grupos de poder: delegar sus tareas para abarcar más y conseguir sus objetivos, más dinero, más poder...

***********

Pasó el día del trabajador, de los que construimos la jungla de cristal, de los que adornamos las paredes de la cárcel, de los que soñamos con una libertad robada, que ya no nos es dada disfrutar... nos destruiría.
Así me contento:
sacando la cabeza fuera
para sentir como sopla el viento.

---------

Es la época en que florece la jara pringosa. La flor es grande y destaca desde la carretera. Es blanca y suave, como un vestido de comunión... La imagen de un gran jaral en flor... es un tanto impúdica. Como en las pelis americanas: cuando la amiga fea del chico popular se viste de princesa, se pinta los labios e intenta seducir, sin sutilezas. Pero no importa que se pinte o abra de piernas: porque es fea y pringosa. Como todas esas flores de labios blancos diciendo: -fóllame..., ámame...- Repugnan, hieren el gusto del guerrero.



martes, 26 de marzo de 2013

Envenenamiento laboral, monetario y educativo

Pensaba en negativo y escuché a Elsa Punset hablando de magia e inteligencia emocional. -Sé que parece muy Happy-flower, que las circunstancias le han sonreído, que yo no soy más que una persona normal, clase obrera...- . Pero me hizo mirar al punto de luz en el pozo séptico.

Yo, a veces, también despotrico y digo: -¡El trabajo embrutece!- Y es verdad, el trabajo se vuelve absorbente. Al trabajo se va a trabajar! y nadie sueña si no es con cobrar más. Todo gira al rededor del dinero. -¡El dinero no da la felicidad!- Y es verdad, es solo moneda de cambio, pero todos te valoran en función del dinero y tu posibilidad de conseguir más, trabajando más. Así que, dinero y trabajo se alinean para justificar competitividad, disciplina, esfuerzo... en fin... infelicidad.
Yo soy más de soñar, de intentar, de evadirme, probar, escapar, pintar, crear... Así que tengo que hacer enormes esfuerzos por abstraerme del trabajo, del dinero, del entorno, y mirar el mundo desde una precaria nube.
Claro que, siempre hay gente que te apoya! Gente que sonríe y quita importancia a lo que no la tiene. Puedes ver la fe en sus ojos -hasta en tus proyectos más peregrinos y difusos-.
Y otra que te hunde! Personas que envenenan, coercionan, ridiculizan, anulan... así que uno no puede permitirse estar de bajón, ser débil. Esto es lo más duro de hacerse adulto, que no te puedes relajar, no puedes esperar que alguien te venga a levantar. No puedes esquivar las balas: solo encajarlas en el pecho y disimular el tambaleo, solo.

Los celos, las apariencias, lo superficial y lo banal, apremian al adulto a dejar de soñar... aunque, bien mirado, no es solo al adulto, el proceso empieza desde muy pequeños: encauzando, sublimando, sugiriendo, obligando, modelando...
Echo en falta buenos modelos, referentes variados.
Echo de más gente quejándose aquí y allá. ¿Y el refuerzo positivo dónde está?


We don't need no education
We don't need no thought control
No dark sarcasm in the classroom
Teacher, leave them kids alone
Hey!, Teacher, leave them kids alone
All in all it's just another brick in the wall
All in all you're just another brick in the wall

viernes, 8 de febrero de 2013

Corrupción, recompensa del oportunismo y espiral de malestar

Hoy he escuchado en la radio cómo unos cargos públicos (el alcalde de Barcelona y un diputado de CiU) se quejaban de lo poco que ganan los políticos y, que por esa circunstancia, se sucedían tantos casos de corrupción.
Los sueldos de estas personas son de dominio público, son sueldos muy altos, quizá un orden de magnitud por encima de la media, son privilegiados... Entonces, me quedé con cara de gilipollas pensando... - Esta gente vive en una dimensión paralela?? -
Ya no sólo porque a un porcentaje muy importante de la población le es indiferente la política (entre un 30% y un 40% de absentismo en cualquier tipo de elecciones españolas). Sino que además, un numero cada vez mayor de personas (desde que empezó la "crisis" y las políticas de austeridad), aborrece la clase política: la consideran un estorbo, una lacra, parásitos.
Lo que denotan estos comentarios es que los políticos son corruptos por naturaleza: Un individuo que se entrega a la actividad política en una democracia representativa, como se supone es la nuestra, y hace alarde de desear un sueldo que sólo se da entre las minorías privilegiadas es que: O bien representa a esas minorías, o bien sólo busca su lucro personal.

Vivimos en una sociedad de tremendas desigualdades. Desigualdades con las que somos complacientes cuando nos favorecen y de las que nos quejamos amargamente cuando nos son adversas.
Aquí podríamos distinguir varios ámbitos o escalas: A nivel global (Primer Mundo Vs otros ), a nivel estatal, regional, a nivel de sector productivo... hasta llegar al nivel individual y sus redes cercanas (familia, amigos, trabajo...).
Tendemos a demandar, o admitir, una mayor igualdad en los ámbitos globales. - No tiene sentido que por nacer en un país u otro se limiten las oportunidades de prosperar económicamente. - Es una afirmación que, quitando prejuicios racistas, todo el mundo estaría dispuesto a asentir, formaría parte del ideal liberal, del sueño americano! Una tierra de oportunidades para quienes quieran trabajarla. Otra cosa distinta es que exista una iniciativa política (iniciativa social coordinada) desde los países privilegiados para conseguir ese ideal.
Los que vivimos en el Primer Mundo somos conscientes de la gran suerte que supone haber nacido en el lugar adecuado, y no queremos renunciar a ello. Argumentamos esta arbitrariedad construyendo un imaginario de superioridad que va desde nuestros ancestros al origen de nuestra cultura, el esfuerzo de generaciones... Hechos que justifican la situación actual pero que que no la legitiman.

El lado perverso reside en que, ese mismo esquema de desigualdad in-justificada, se traslada a nuestras relaciones más cercanas: - Yo tengo más estudios y me merezco ganar más. - Yo he asumido más riesgos y por eso tengo más dinero. - Yo he trabajado muy duro, así que debo estar por encima de ti. - Yo he tenido que tragar mucha mierda, pisar muchas cabezas y lamer muchos culos para llegar a donde estoy. -
Las dos últimas afirmaciones podrían encuadrarse dentro del "a mayor esfuerzo mayor recompensa" (aunque la última con un sentido claramente peyorativo). Y las dos primeras "a mayor astucia mayor recompensa" (aunque uno puede intuir que tiene mucha importancia el partir de un contexto familiar y social favorable).
Una de las contradicciones de las teorías liberales es que: Aunque el ideal liberal dice que la mano invisible del mercado haría converger el sistema a una competencia perfecta y a la mayor de las eficiencias posibles. Al final, nos encontramos con que es imposible partir de una situación de igualdad de oportunidades, y que, estas desigualdades, en lugar de disminuir se acrecientan. Creando un sistema fundado en la injusticia, donde la recompensa (económica) no es proporcional al esfuerzo, las habilidades o la audacia, sino a una suerte de oportunismo y condiciones de partida que, además, no puede ser corregida mediante el ideal moral, porque cualquier comportamiento antimoral está permitido si revierte en un beneficio económico.

Esta arbitrariedad en la recompensa económica es fuente de malestar. Un malestar inevitable: Porque siempre existe el referente de alguien que gana más siendo un perfecto incompetente en cualquier área (de ahí el oscurantismo de las empresas a la hora de que unos empleados sepan lo que ganan otros y los salarios en función de la "valía"). Un malestar que se realimenta: Porque el beneficio económico justifica actos en contra del bien común y la justicia (de ahí la corrupción política y sus deseos de amasar más dinero que las clases a las que representan, puesto que son ellos los que se exponen a la opinión pública). La espiral del "y yo más", que no satisface al individuo ni nos lleva a un Mundo más justo.

lunes, 18 de junio de 2012

La ley natural

La ley natural (logos) es distinta de la ley que gobierna a los humanos (nomos): una obviedad como otra cualquiera. Sin embargo no es difícil escuchar, sobre todo en ciertos entornos como el comercial, empresarial, macroeconómico o político, que la que ha de imperar es la ley de la Naturaleza, la del más fuerte, la libre competencia. El capitalismo, traslada así la ley natural a las relaciones humanas. Y esto lo presentan como un gran avance, una gran revelación alcanzada en la cumbre de la mayor desigualdad social.
Entonces uno se pregunta: ¿Para qué se organizó el hombre en sociedades? La respuesta no puede ser otra que para crear un kósmos paralelo, pero gobernado por unos pocos, en lugar de los designios de los Dioses (o una razón u orden universales) que desafiaban sus apetencias.
Primero fue Heráclito hablando del logos, la lógica universal que rige el kósmos confiriéndole belleza y armonía. Los estoicos continuaron en esta línea, aceptando serenos cualquier revés del destino. Sí, la Naturaleza es sabia y dio al hombre el intelecto y la voluntad para poder elegir.
Si el hombre actuase guiado por la razón, estaría haciéndolo de acuerdo con la Naturaleza. ¿Pero actuamos guiados por la razón? ¿o por los instintos? Además, cada persona es única, no sólo en su circunstancia. ¿Nos conocemos lo suficiente a nosotros mismos como para saber cuando nos guían las apetencias?

Estas argumentaciones siempre me han causado desconcierto:
La Naturaleza es bella: las selvas, las estrellas, los ríos, los animales... Si vivimos según sus leyes, deberíamos alcanzar esa misma belleza y armonía. Es decir, ¿deberíamos regirnos por nuestros instintos y apetencias?: Seguramente así acabaríamos con la propia Naturaleza a un ritmo más desenfrenado. Además este tipo de comportamiento va en contra de todas las ideas de justicia, libertad, sostenibilidad e igualdad, que esperamos para nuestras sociedades. ¿Dónde está el error pues?
El error reside en creer que comportarse de acuerdo con la Naturaleza consiste en imitarla. Pero ya hemos dicho, que el hombre es un ser racional, también social, y actuar acorde la Naturaleza es hacerlo acorde a su propio ser.
 
Las sociedades humanas no son más que un área dentro de la Naturaleza (el kósmos, el universo), pero en lucha: porque la estrategia que hemos elegido para relacionarnos con ella ha sido la del sometimiento, no la del "junco que se dobla pero siempre sigue en pie".

¿Debemos someternos a la ley de la Naturaleza? o ¿Luchar continuamente para cambiarla? ¿Deberíamos no inventar vacunas para las enfermedades puesto que son naturales?
Quizá la pregunta debería ser otra: ¿Cómo vivir en sociedad sin destruir la Naturaleza? Aunque quizá no tenga mucho sentido -si estamos ya pensando en escapar del planeta cuando lo hayamos consumido-.

Después de todo, hemos de satisfacer nuestras necesidades. Estas son cada vez mayores y van más allá de lo fisiológico. Podría decirse que hemos conseguido cubrirlas independientemente de la Naturaleza: Sintetizamos alimentos en extravagantes lugares; tenemos experiencias sexuales de lo más bizarras; la esperanza de vida es más alta que nunca... Entonces ¿Por qué seguimos progresando, creciendo?: Porque nuestra Naturaleza nos impone otras necesidades que las meramente fisiológicas. Y aquí es donde entran en juego la libertad, la voluntad, los placeres y la razón.
Hubo un tiempo (clasicismo y helenismo ) en que se pensaba que la dirección a seguir estaba marcada por la Felicidad. Pero con la disolución de los órganos de autogobierno (polis) y la concentración del poder en cada vez menos manos y más arbitrarias, surgió la idea de que era imposible conseguir la felicidad en la vida terrena: Se intentó alcanzar después de la muerte.
Cuando la ciencia alzó la voz y empezó a sospecharse que después de la muerte no había nada, que hasta el mundo de ultratumba se había poblado de especuladores y mercaderes; entonces nos dijimos que la felicidad era el dinero: tener cada vez más, crecer, progresar... Pero crecer es siempre a costa de algo o alguien: la Naturaleza; otros pueblos; el espacio, cada vez más corto; el tiempo, cada vez más acelerado...

No tenemos mesura, ni moderación, galopamos a cojón sacado en busca de nuevas conquistas, del progreso. Y este último parece estar íntimamente ligado a la destrucción de la Naturaleza y la polarización de las sociedades, cada vez más injustas. Sí, nos hemos empeñado en unificar la ley, en someterlo todo a una sola voluntad. Y no hemos unificado sólo la ley, también hemos hecho coincidir placer y deber: El deber es hacer dinero y a la vez fuente de placer.

Esa es la verdadera crisis: la de valores morales y éticos.  Las costumbres y leyes orientadas al crecimiento y no a la felicidad de los pueblos. Nadie se preocupa por cómo ha de ser un buen gobernante, y cuando se habla de formar ciudadanos siempre subyace la idea de entrenarlos para el mercado de trabajo... El trabajo, esa pesada carga que iba a desaparecer -o al menos disminuir progresivamente- con el avance de la tecnología; otra víctima y colaboradora del crecimiento...