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sábado, 2 de octubre de 2021

Escritura y oralidad

Nunca me ha gustado mucho hablar. Sucede que cuando hablas en grupo, todos quieren dar su opinión y, a medida que se desarrolla la conversación y van saliendo nuevos matices y malentendidos, todos a la vez quieren meter baza. Entonces el que tiene el tono de voz más potente es el que acaba imponiendo su relato, muchas veces dando la vuelta a lo mismo -machaconamente-. 

En una conversación a dos es más fácil, aunque también suele ocurrir que el uno no escuche al otro y ande más pendiente de su propio discurso que de los cambios de opinión que le pueda suponer lo que el otro está contando.

Quizá también estoy algo traumado porque, desde la más tierna infancia, me he tenido que tragar discursos, mítines y similares que ni me iban ni me venían. Que seguramente no le importaban a nadie de la audiencia y que no eran más que un mero relleno de actos institucionales. Donde sólo se decían perogrulladas -o se decía lo que se tenía que decir, sin sorpresas ni cambios de guion, a menos que alguien metiera un gazapo-. Discursos para reñir o adular al público, para lucir el modelito o cierta verborrea. 

Así que, cuando tengo que contar algo, procuro ser breve y conciso y no enredarme en adornar los relatos, porque no se me da bien y tampoco conozco a nadie que me sirva de modelo. 

Hablar requiere una gran agilidad mental, imaginación, conocer a tu audiencia, estar en sintonía, tener claros tus objetivos e ir a por ellos antes de que al que está en frente le de tiempo a reaccionar.
Pero bueno, tampoco todo es negociación, convencer, seducir... También está el hablar por hablar, sin fin aparente, por puro entretenimiento, por diversión, por opinar, divagar, cotillear, soltar barbaridades, contar chistes, informarse, poner en común... Esto me parece divertido, pero es complicado mantener el equilibrio y no acabar enfadados.

Así que, siempre he tenido en alta estima a la escritura. Porque lo que se escribe siempre está más meditado, filtradas las repeticiones, más lleno de matices, más condensado... Y, si tienes que consultar algo, es más fácil que en una conversación, donde las palabras se las lleva el viento. Además, escribir te permite construir un marco desde el que exponer tus ideas, no tienes que plegarte a lo inmediato, lo práctico... Que es a lo que te fuerza la oralidad -porque cualquiera te puede interpelar en cualquier momento-. En la escritura se juega más en el terreno de la posibilidad y no meramente de la realidad.

Pero en los últimos tiempos tengo la certeza de que la oralidad está cobrando relevancia. Hay un montón de gente grabando vídeos, podcasts, programas de radio, televisión, audios de whatsapp, canciones ... Y hay cosas de verdadero valor -no porque tengan un precio, ya que muchos lo hacen de forma totalmente altruista- sino porque están realmente elaboradas. Está claro que primero fue la oralidad y que nuestra escritura está llena de símbolos y mil triquiñuelas para que el lector pueda imaginar al hablante, pero las nuevas tecnologías de la comunicación están salvando muchas de las barreras que antes sólo era posible saltar recurriendo a la escritura.

En el último par de años, dedico mucho más tiempo a escuchar podcasts o canales de youtube que a leer. La pandemia le ha dado un gran impulso a todo esto. Muchos profes graban sus clases y las ponen a disposición de todo el mundo. Hay video tutoriales de prácticamente cualquier tema. No sólo se puede hablar para hacer un resumen o dar aclaraciones sobre un texto o un manual, sino que se puede exponer un tema enteramente hablando y apoyándose en herramientas audiovisuales. Incluso comentar entrevistas de personas relevantes. Todo mediante la más pura oralidad.

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Antes de que las niñas se vayan a dormir dedicamos un rato a la lectura en voz alta. Me parece que leer en voz alta mezcla lo mejor de los dos mundos. Enriquece mucho más la lectura y también las conversaciones, porque el libro sale de sí, de la individualidad del lector, se comparte y permea nuestras vivencias.

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No soy muy de audionovelas, pero alguna vez he escuchado algún fragmento muy bien interpretado. Supongo que no tardarán en aparecer novelas puramente orales y no tengamos que preocuparnos por si tal o cual palabra va con v o con b, o si la admiración y la interrogación se abren o cierran.

Understanding Deaf Culture - Nancy Rourke (www.nancyrourke.com)


Algunos de mis canales favoritos:

  • La Linterna de Diógenes --> Un podcast de anarquismo, ciencia, historia...
  • Filosofía con flow --> Me gusta todo lo que tiene que ver con los filósofos postestructuralistas
  • Ernesto Castro --> Me gustan especialmente las conferencias, charlas o entrevistas, las hace muy amenas
  • Pol&Pop --> Un podcast sobre teoría política y cultura pop-ular
  • Carne Cruda --> Es mucho más que un podcast, es un programa de radio comprometido, muy ameno y divertido, grabado con mucha calidad y con miles de seguidores

 


viernes, 6 de octubre de 2017

El relato de la técnica, las matemáticas y la Naturaleza


Admirado, con la vista clavada en lo más alto de la columna... Pensé en esos arquitectos (o albañiles) que, entre las múltiples posibilidades que les ofrecían las matemáticas y los materiales, preferían hacer la columna similar a la palmera. Porque sabían que la palmera es imponente y arrasa con su estética, mientras que la columna es sólo eso: un soporte, mecánico.
Palmera de la Plaza Grande de Zafra y columna de la Iglesia Parroquial de Nuestra Señora de los Ángeles en Los Santos de Maimona.

La técnica es siempre interesante, tiene muchos intríngulis... pero las matemáticas acaban por agotarse frente a la complejidad de la Naturaleza y, uno intuye, que quedan cosas fuera de las fórmulas, que las aproximaciones son burdas... Entonces es cuando dices: -Que sí, que conocer la ciencia y las aplicaciones técnicas es genial, porque te permiten actuar casi sin pensar (más bien restringiendo el pensamiento a vías ya exploradas), abordar problemas complejos con herramientas tipificadas... divide y vencerás... lo conviertes a digital y ya está! - Es lo más eficiente, en un mundo en que impera la especialización. Trabajamos para otros a cambio de dinero, así que es mejor que todo sea igual, comparable, clasificable, mensurable... Los siguientes tendrán que manosearlo, actualizarlo... mejor si es estándar.

Pero también tenemos un relato que contar, un orden que establecer, un sentido que encontrar, vacíos que llenar... Unos lo intentan con imágenes, música, textos... otros levantan pilares, también hay quien utiliza su propia vida, sus actos...
La palmera no iba a ser menos, va despacio, apoyándose sobre los cadáveres de hojas pretéritas y elevando los retoños a lo más alto, lejos de los depredadores, hacia la luz!

"Cuéntame el cuento del árbol dátil y los desiertos..."




sábado, 1 de julio de 2017

Parkinsonia aculeata, Palos Borrachos y las actividades que se realizan por placer durante el tiempo libre

No recuerdo cuando comenzó mi extraña afición por plantar árboles... Más o menos, cuando supe que Sophia iba a nacer... creo...
De lo que sí estoy seguro es de  que vivía en Barcelona.
"Tener un hijo, plantar un árbol y escribir un libro.": - Fácil ¿no? Lo difícil es criar la hija, que el árbol te sobreviva y que alguien lea el libro.

Recuerdo pasear por las calles y parques de la Ciudad Condal, acercándome disimuladamente a los árboles y, en cuclillas, mientras saboreaba los aromas del ocre orín de los perros, iba recogiendo semillas que más tarde sembraría en casa, con la ilusión de que germinaran. En las ciudades hay gente muy rara, realmente en todas partes, pero en la ciudad, con la careta del anonimato, nos exponemos más.

Quería un "Palo Borracho", me encanta ese árbol, con su tronco inflado y lleno de pinchos.
Palo borracho - Málaga 2016

Pero recogía semillas de cualquier especie que me resultara atractiva. Y así fue como las semillas de Parkinsonia acabaron en mi bolsillo.

Nadie lo pregunta, pero si lo hicieran... No sé porqué lo hago. No tengo una respuesta clara y contundente. Me gustan los árboles, me gusta que los demás reparen en ellos. Por eso, siempre que puedo, hablo de árboles, o pregunto sobre árboles -porque no tengo ni puta idea de árboles, ni de plantas-, no investigo sobre ellos, sólo sé lo que me voy encontrando, lo que otros me cuentan...

Mis aficiones son todas así: sin una finalidad clara, sin una metodología sistemática (son aficiones, no profesiones).
Esto del blog, por ejemplo: ¿Lo hago porque me gusta? ¿Porque necesito liberar mis patacabras? ¿Como práctica para mi futuro como escritor?
Me gusta pensar que es por ordenar los pensamientos. Porque, cuando escribes -más que cuando hablas-, haces una selección, te tomas cierta molestia por verificar datos, profundizar, la estética... Me gusta también pensar que lo hago por dejar un rastro, que el cambio sea observable. Para liberarme del ostracismo y llenar de contenidos poco prácticos la web, ese sitio en el que buscamos siempre cosas útiles o entretenidas. Porque me gusta adornar las cosas que me rodean y, la web, es una de ellas.

La fotografía es otra de mis aficiones que sigue este patrón de lógica difusa... Tomar fotos, pulir, publicar, crear un relato... Con los nuevos medios de comunicación, la imagen llega a más gente, aunque no quieran, porque ver una imagen no cuesta nada, si te la encuentras.
Al igual que me pasa con los árboles, me resulta agradable que las fotos estén presentes, que otros vean lo que yo miro. Como esas canciones que, al escucharlas, nos ponen los pelos como escarpias y nos gustaría que nuestros amigos participasen de esa misma emoción.

Los Palos Borrachos germinaron y también la Parkinsonia. Sophia comenzó la guardería. Los árboles se hacían grandes, demasiado para sus macetas. Así que llegó el momento de liberarlos.
Depende mucho del árbol pero, si se trata de especies exóticas que crecen rápido, suelo esperar al menos dos años. Si los trasplantas antes, es fácil que mueran -porque el clima de aquí es extremoYduro-. Es fácil que mueran igualmente, el campo está lleno de peligros: herbívoros, calor, sequía, heladas, insectos... Si esperas demasiado, las raíces se enroscan en la maceta y, a la hora de dejar libres, no saben serlo.
Con los Palos Borrachos no estoy teniendo mucha suerte, no son como la Encina o el Quejigo -perfectamente adaptados al medio-.
Los siembro en un terreno de mis padres donde tienen ganado. Así que, además de buscar un lugar apropiado -lo menos extremo posible-, tengo que protegerlos de los ataques de las pérfidas ovejas: Alambres, protectores, estacas, bidones, palos, ramas secas... intento aprovechar lo que tengo a mano. Me gusta todo eso: los experimentos de protección, hacer agujeros, estercolar, regar, clavar estacas... Resultan muy gratificantes los trabajos manuales, artesanales...

Tener hijas también requiere muchos cuidados y atenciones. Las puedes buscar un buen sitio de partida, allanarlas el camino y hacer cierto seguimiento. Pero, al final, hay que liberarlas y, el que se hagan grandes, escapa a tu control. Querrías siempre verlas plenas, fuertes, floridas, felices, acogiendo todo tipo de vida... Por una cuestión estética no más.

Así que, a pesar de mis preferencias y prejuicios, de la primera remesa de semillas de árboles, la Parkinsonia aculeata prosperó mucho más que los Palos Borrachos o las Palmeras -otro de mis árboles fetiche, aunque no sean propiamente árboles-.
Y, este verano, echó sus primeras flores: con apenas cuatro anillos ya ha alcanzado la madurez sexual...

Flores de Parkinsonia aculeata - Sibera extremeña 2017

A pesar de que ya no germino semillas
ni me arrastro por los suelos de parques urbanos,
esquivando borrachos y ancianos,
sigo luchando con estacas y alambres
contra el ganado manso.
 
Replicando pedazos de vida
adornando mi contexto humano.

viernes, 18 de enero de 2008

Pido la voz y la palabra

Escribir por escribir, por mantener la costumbre que un día tuve. Para hablar de las cosas que nunca hablo, para decir lo que nadie quiere oir.


Del hecho de hablar: ¿Qué es lo más importante? ¿Lo que se dice, o crear y mantener un vínculo con el interlocutor? Si es lo segundo, el contenido de las palabras no es lo importante. Por eso siempre se acaban hablando banalidades, excepto si existe una buena conexión emocional y convergencia de intereses, entonces la conversación resulta interesante y crece, sube, baja, se expande y contrae... una feria de los sentidos, un torrente desbordado de ideas y emociones... una borrachera.

¿Pero qué ocurre cuando lo importante es lo que se dice? Cuando se tiene algo que comunicar, una revelación, un sentimiento, una imagen... Entonces ordenas las ideas, las repasas, indagas en ellas... y finalmente publicas un “paper”, escribes un poema, una novela, una canción, pintas un cuadro, grabas una película... lo que sea con tal de que resulte atractivo o útil. Lo que sea, con tal de asomarse al exterior del autismo que te impide subir a la montaña rusa de emociones de los demás.


¡Sí! Yo también tengo instinto gregario, yo también quiero ser tenido en cuenta, aunque sólo sea como un exhibicionista de la palabra.