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domingo, 28 de junio de 2020

Un cambio de verdad. Una vuelta al origen en tierra de pastores

Abro el Whatssap. Se trata de una foto a un par de páginas de lo que parece una novela. Empiezo a leer el texto. -¡Coño! ¡Qué bien escrito está esto! ¡Cómo mola! Habla de La Siberia Extremeña, de Garbayuela, la resinación de pinos...
-¿De dónde has sacado esto, Quiterio? ¿Quién lo ha escrito?
-Un escritor de Barcelona. Estuvo viviendo una buena temporada en una finca de por aquí. Hace poco que se ha publicado el libro.
-Dime el título. Tengo que hacerme con él.


Y así fue como me sumergí en la experiencia vivida por Gabi Martínez. 

Desplazando la vista sobre mi Kindle, observaba desfilar los paisajes -y muchas de las personas- que yo tan bien conocía.

La última novela que había leído fue "Las ratas" de Miguel Delibes -hará ya más de un año-. También una novela que transcurre en el entorno rural, y que rezuma sensibilidad y conocimiento del medio ambiente por los cuatro costados.
60 años separan ambas publicaciones. España ha cambiado mucho. Supongo que nadie podía esperar, en los 60's, que hubiera turistas de interior y, menos aún, en estos pueblos siberianos, tan anodinos.
Es verdad que no hay muchos, pero existen. Vienen viajeros incluso de países extranjeros a disfrutar del avistamiento de aves, la pesca, la caza...

La vida de los que trabajan el campo también ha cambiado. Se ha tecnificado aún más. La tecnología se ha abaratado. La fase más basta de mecanización ha concluido y, ahora, se orienta al control -del campo y también de ganaderos y agricultores-: crotales, bolos, drones, aplicaciones meteorológicas, GPS, móvil, subvenciones...
Si antes la maquinaria era cosa de grandes explotaciones que podían amortizar los costes, ahora, por pequeñas que sean, también se las denomina "explotaciones" -con todas sus connotaciones de máximo aprovechamiento y tasa de beneficio-.

Todos estos cambios quedan muy bien reflejados en "Un cambio de verdad". Los desplazamientos se hacen en coche, las llamadas al móvil son habituales, para la esquila se utilizan máquinas eléctricas, los animales llevan su identificación... Y, si antes un pastor podía vivir de 50 ovejas, ahora necesita 500.

En esos aspectos, el contraste en ambas novelas es muy bestia. Aunque, también existen numerosas constantes.
Hay un pasaje de "Las ratas" que me llamó la atención especialmente. El pasaje habla de la construcción de presas y pantanos:

"[...] Tomó al Nini nerviosamente por el pescuezo y le explicó confusamente algo sobre un plan de regadío que alcanzaría hasta el pueblo.

— Date cuenta, Nini, si llueve como si no. Cuando el Pruden quiera agua no tiene más que levantar la compuerta y ya está. ¿Te das cuenta? Dejaremos de vivir aperreados mirando al cielo todo el día de Dios.
"

Leyendo las primeras páginas de la novela de Gabi Martínez, donde se alude a la recurrente situación de sequía, pareciera que el problema del agua no se ha solucionado.
Y, es cierto, gran parte del territorio de La Siberia está sumergido bajo las aguas de pantanos, que proliferan como setas. Pero ese agua se utiliza para la producción de electricidad, para abastecer a los municipios y para regar tierras abajo -fuera de la comarca-. Los habitantes apenas se benefician de los embalses y, las temporadas de sequía, siguen suponiendo un gran problema: riesgo de incendios, pastos que se agotan rápido, charcas y manantiales que se secan -con el consiguiente trajín de los ganaderos para proporcionar agua a sus animales-.... Así que, aquí -aunque es cierto que existen muchas casas que cuentan con piscinas privadas y que siempre que abres el grifo sale agua potable-, agricultores y ganaderos siguen mirando al cielo, anhelando la lluvia.


Uno de los aspectos que más me gusta de "Un cambio de verdad" es el lugar donde pone el foco: las ovejas, las aves, la fauna, pinos, encinas, ganaderos, resineros... La narración deambula en todo momento por la base, lo que realmente sustenta y da sentido al territorio.
Para mí, toda buena historia tiene que contarse así, desde abajo. Y Gabi lo hace muy bien. Se instala en una finca, en una casilla austera -más bien pobre- y empieza a relacionarse con el territorio y con sus gentes desde ahí. Nos ilusionamos con el proyecto de merina negra de Miguel, respiramos el pinar con Quiterio, aguzamos la vista y estiramos el cuello para observar la colonia de buitre leonado con Álvaro Eldelcamping, alimentamos las colmenas en invierno, sudamos en verano, nos ilusionamos con los espárragos de la primavera, las lluvias y las setas del otoño...
Con el deseo de Gabi por conocer el rebaño de merina negra, sentimos la presión social -siempre presente- en los pueblos, en los que todos estamos ligados con todos. Aquí, las diversas etapas de nuestra vida transcurren en el mismo lugar, con las mismas personas, y hay que conjugar nuestra multiplicidad de intereses e inquietudes con cambios en las relaciones que establecemos con los demás -compatibilizar el deseo con el respeto a los que conforman nuestro círculo y nos sostienen-.

Seguramente, Gabi, podría haber encontrado alcaldes, concejales, maestros, médicos, funcionarios, algún empresario de éxito -al estilo del cazador rico-... Estoy convencido de que se cruzó con ellos... Seguro le lanzaron propuestas para narrar alguna historia desde su privilegiada posición, para fijar así la épica de sus logros y su "desinteresado" esfuerzo por el progreso de los pueblos y la zona.
Podría haberse instalado en una casa en cualquiera de los municipios más grandes de la zona -aquí los alquileres son muy baratos, si se comparan con Barcelona-. Pero decidió contar la historia de los pastores y de todo lo que se veía desde la altura de los rebaños de ovejas: las moscas, los buitres, los mastines, los cazadores... Y la historia está bellamente contada, mucho mejor que cualquier artículo pagado por la junta de Extremadura y encargado a cualquier mercenario.

Sí, se trata de una historia parcial. En La Siberia hay mayor diversidad social y de formas de vida que la reflejada en la novela. Pero es la historia parcial que, desafortunadamente, suele quedar oculta, tapada por los relatos grandilocuentes de los que organizan las sociedades y disponen de sus recursos.

Desde que yo era un niño, mi familia hemos mantenido una cantidad variable de ovejas en la zona de Garbayuela. Para mí resulta tremendamente cercana esta historia -no voy a atribuirme el título de ganadero, sería demasiado pretencioso, pero es una actividad que en nuestra familia conocemos de primera mano-.
Vivimos una época tecnológica, pragmática, en la que cuesta encontrar un sentido fuera del enriquecimiento -el aumento del capital-, más allá de la escalada en una vida de lujos y colección de postales de viajes. Gabi no consigue en su novela encontrar el sentido de la existencia -no creo que nadie pueda hacer algo así-. Pero nos cuenta historias de vidas muy dignas -muy rocambolescas algunas- que merecen toda nuestra atención. Historias que son puntos de fuga hacia otras realidades -que están ocurriendo en lugares demasiado cercanos-. Historias insertas en nuestros sistemas de organización social y económico, pero dominadas y ocultas bajo el tupido manto de las economías de escala, la masificación de las ciudades, el turismo, las prisas, la burocracia y las ayudas de la PAC.
"Un cambio de verdad" nos desvela esas historias, las engalana, las dignifica, las maqueta y encuaderna para que las disfrutemos desde su particular mirada.

domingo, 7 de julio de 2019

La fábula del pastor y el maestro

Escuchaba en la radio a un pastor trashumante hablar de lo exótico, curioso y vocacional de su trabajo. Pero, a pesar de todas las bondades que relataba, deseaba que sus hijos no siguieran sus pasos: -El campo es muy esclavo, hay que estar pendiente de los animales los 365 días del año. Es gratificante y no es excesivamente duro pero no tienes períodos de vacaciones.

Y es que hace tiempo que asumimos que los trabajos han de ser desagradables, que los hacemos para obtener dinero y que, por tanto, necesitamos de tiempo de ocio y evasión. Así que, cuantas menos horas laborables se exijan y cuanto mayor sea el salario, mejor es el puesto (más deseable).


Unos días antes, escuchaba a un maestro deseoso de que llegaran las vacaciones: -Para ir tranquilamente a la piscina, tomar la cervecita, hacer deporte, pasear por la playa...
Es verdad que, comparado con el del pastor trashumante, el trabajo de maestro puede parecer bastante desagradable y, por tanto, es lógico que necesiten de períodos extensos de vacaciones.
Reprimir -o motivar- a las despreocupadas criaturas, condicionarlas y entrenarlas para incorporarlas a la sociedad (mercado de trabajo), además de atender a la extensa burocracia -que emana desde Bruselas hasta materializarse en el plan educativo de un centro- se aparece como el paradigma más absoluto de trabajo enajenado en pro del aparato represor de los estados.

Sin embargo, la mayoría de maestrxs estarían conformes en que sus hijxs siguieran sus pasos: -Es una buena profesión, tienes un salario aceptable, pocas horas semanales, muchas vacaciones y es muy fácil conciliar la vida familiar. El Estado es la empresa más segura del mundo.


En el más loco de los mundos, el pastor, que desempeña una actividad libertaria, vocacional, respetuosa con la tradición y el entorno, desea que sus hijxs no sigan su camino porque quedarían excluidos del sistema capitalista de ocio y consumo -quizá también del sistema de protección y seguridad social, si no consigue los ingresos suficientes-. Mientras que el maestro, el funcionario que trabaja por mantener el orden y el sistema de poder que le da de comer, goza de prestigio social, salario, vacaciones pagadas...
La estricta burocracia a la que se somete a los trabajadores de los estados marca los horarios laborales, los períodos vacacionales, los rangos salariales... En fin, establece los límites entre el trabajo digno y el que no lo es. Y hacen que el trabajo del pastor sea irreconciliable con una vida familiar que transcurra en los cauces de la normalidad que marca el capital -porque podría aceptarse, sin demasiadas objeciones, que los Estados son principalmente herramientas del capital para el intercambio comercial en entornos seguros y para la provisión de mano de obra-.

El pastor quizá no lo sabe, pero es un contraejemplo, un antisistema, forma parte de la resistencia, es un héroe que lucha a contracorriente para demostrar que otro mundo es posible. Y eso es lo que hace duro su trabajo.

El maestro no. El maestro es sólo un engranaje del Estado que hace imposible que el del pastor sea un caso de éxito. Así que no es de extrañar que, desde que Focault popularizara la semejanza entre las cárceles y las escuelas, se haya intentado contrarrestar ese símil desde la lógica capitalista: publicitando una imagen de los colegios más moderna, dinámica, abierta, participativa, democrática, customizable... En la que el conjunto de la sociedad asume la responsabilidad de estar educando su descendencia para sacrificarla en el altar de un mercado laboral elitista y destructivo para con el entorno que nos vio nacer como civilización. Todo sea por la rentabilidad y porque nuestros hijos encuentren un trabajo como el Mercado [de]manda.

Gracias por nada. (1ª imagen: Trasterminancia de rebaño de ovejas merinas negras - Siruela - Noviembre de 2016; 2ª imagen: extraída del perfil de facebook de "El blog del maestro" )

We don't need no education
We don't need no thought control
No dark sarcasm in the classroom
Teacher, leave them kids alone
Hey!, Teacher, leave them kids alone
All in all it's just another brick in the wall
All in all you're just another brick in the wall.
Letra de Another Brick in the Wall - Pink Floyd


"El torturador es un funcionario. 
El dictador es un funcionario.   
Burócratas armados, que pierden su empleo si no cumplen con eficiencia su tarea. 
Eso, y nada más que eso.   
No son monstruos extraordinarios.   
No vamos a regalarles esa grandeza."
Eduardo Galeano, Días y noches de amor y de guerra

martes, 11 de junio de 2019

¿Sueñan las ovejas eléctricas con guiris quemados al sol?

Viajábamos hacia el mar, al sur. La primavera había sido breve, efímera... Así que los agricultores adelantaban la siega.
Desde el coche -con el aire acondicionado a tope- se sucedían rastrojos salpicados de alpacas: dispersas, apiladas o transportadas en grandes remolques. Cuanto más al sur, más intensa la actividad.

Todos nuestros viajes comienzan desde un agreste terruño de interior, de clima seco y rudo. Resulta poco apto para la agricultura, así que predomina el ganado en extensivo (ovejas).
Ahora están recién esquiladas. Y lo agradecen. Porque a principios de junio el calor es ya sofocante.
Nada más desprenderse de la lana quedan blancas y finas. Pareciera que brillan con luz propia. Pero en pocos días se apagan y funden con la tierra: de tanto rumiar tendidas bajo las encinas, de tanto abrir caminos serpenteantes y polvorientos entre espacios adehesados y torres de la electricidad⚡.
Por la tarde, cuando el sol va perdiendo intensidad, se incorporan con desgana a comer y beber. El campo se ve extremadamente seco y, al observarlas, con el pescuezo doblado y la cabeza clavada en los rastrojos, rasurando cada brizna... Uno piensa: -¡Qué bien se aprovecha todo! Aquí, donde nunca pasa nada, donde todo ocurre a ras de suelo: los corrales, las casillas, la siembra, el ganado, los matojos...

En el sur no. Allí todo es más exuberante e intenso (intensivo). Hay más movimiento, el grano viaja más lejos y las pilas de alpacas son más altas. Aunque no tanto como los bloques de pisos y apartamentos. Donde los colores chillones de los guiris se funden con el olor a pizza, cerveza y crema solar -con factor de protección siempre escaso-.


Así que, nos gustan las ovejas, esas recicladoras de la dehesa. Y, aunque a veces nos molesta verlas ahí tendidas, a la sombra, sin hacer nada -cual turista borracho en la playa-, valoramos su titánico esfuerzo por transformar el pasto dorado en cagarrutas negras y tiernos corderos, por frenar el erosivo transporte del suelo al mar, al mar!

Crazy cow ovejas. Junio de 2019



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¿Sueñan los androides con ovejas eléctricas? (en inglés: Do Androids Dream of Electric Sheep?) es una novela corta de ciencia ficción del subgénero ciberpunk del autor Philip K. Dick (1928-1982) publicada inicialmente en 1968. Fue adaptada libremente por Ridley Scott en la película Blade Runner de 1982.

La acción se sitúa en un mundo lleno de polvo radiactivo después de una guerra nuclear que terminó matando a la mayoría de los animales, esto lleva a que la gente tenga animales eléctricos....

sábado, 1 de julio de 2017

Parkinsonia aculeata, Palos Borrachos y las actividades que se realizan por placer durante el tiempo libre

No recuerdo cuando comenzó mi extraña afición por plantar árboles... Más o menos, cuando supe que Sophia iba a nacer... creo...
De lo que sí estoy seguro es de  que vivía en Barcelona.
"Tener un hijo, plantar un árbol y escribir un libro.": - Fácil ¿no? Lo difícil es criar la hija, que el árbol te sobreviva y que alguien lea el libro.

Recuerdo pasear por las calles y parques de la Ciudad Condal, acercándome disimuladamente a los árboles y, en cuclillas, mientras saboreaba los aromas del ocre orín de los perros, iba recogiendo semillas que más tarde sembraría en casa, con la ilusión de que germinaran. En las ciudades hay gente muy rara, realmente en todas partes, pero en la ciudad, con la careta del anonimato, nos exponemos más.

Quería un "Palo Borracho", me encanta ese árbol, con su tronco inflado y lleno de pinchos.
Palo borracho - Málaga 2016

Pero recogía semillas de cualquier especie que me resultara atractiva. Y así fue como las semillas de Parkinsonia acabaron en mi bolsillo.

Nadie lo pregunta, pero si lo hicieran... No sé porqué lo hago. No tengo una respuesta clara y contundente. Me gustan los árboles, me gusta que los demás reparen en ellos. Por eso, siempre que puedo, hablo de árboles, o pregunto sobre árboles -porque no tengo ni puta idea de árboles, ni de plantas-, no investigo sobre ellos, sólo sé lo que me voy encontrando, lo que otros me cuentan...

Mis aficiones son todas así: sin una finalidad clara, sin una metodología sistemática (son aficiones, no profesiones).
Esto del blog, por ejemplo: ¿Lo hago porque me gusta? ¿Porque necesito liberar mis patacabras? ¿Como práctica para mi futuro como escritor?
Me gusta pensar que es por ordenar los pensamientos. Porque, cuando escribes -más que cuando hablas-, haces una selección, te tomas cierta molestia por verificar datos, profundizar, la estética... Me gusta también pensar que lo hago por dejar un rastro, que el cambio sea observable. Para liberarme del ostracismo y llenar de contenidos poco prácticos la web, ese sitio en el que buscamos siempre cosas útiles o entretenidas. Porque me gusta adornar las cosas que me rodean y, la web, es una de ellas.

La fotografía es otra de mis aficiones que sigue este patrón de lógica difusa... Tomar fotos, pulir, publicar, crear un relato... Con los nuevos medios de comunicación, la imagen llega a más gente, aunque no quieran, porque ver una imagen no cuesta nada, si te la encuentras.
Al igual que me pasa con los árboles, me resulta agradable que las fotos estén presentes, que otros vean lo que yo miro. Como esas canciones que, al escucharlas, nos ponen los pelos como escarpias y nos gustaría que nuestros amigos participasen de esa misma emoción.

Los Palos Borrachos germinaron y también la Parkinsonia. Sophia comenzó la guardería. Los árboles se hacían grandes, demasiado para sus macetas. Así que llegó el momento de liberarlos.
Depende mucho del árbol pero, si se trata de especies exóticas que crecen rápido, suelo esperar al menos dos años. Si los trasplantas antes, es fácil que mueran -porque el clima de aquí es extremoYduro-. Es fácil que mueran igualmente, el campo está lleno de peligros: herbívoros, calor, sequía, heladas, insectos... Si esperas demasiado, las raíces se enroscan en la maceta y, a la hora de dejar libres, no saben serlo.
Con los Palos Borrachos no estoy teniendo mucha suerte, no son como la Encina o el Quejigo -perfectamente adaptados al medio-.
Los siembro en un terreno de mis padres donde tienen ganado. Así que, además de buscar un lugar apropiado -lo menos extremo posible-, tengo que protegerlos de los ataques de las pérfidas ovejas: Alambres, protectores, estacas, bidones, palos, ramas secas... intento aprovechar lo que tengo a mano. Me gusta todo eso: los experimentos de protección, hacer agujeros, estercolar, regar, clavar estacas... Resultan muy gratificantes los trabajos manuales, artesanales...

Tener hijas también requiere muchos cuidados y atenciones. Las puedes buscar un buen sitio de partida, allanarlas el camino y hacer cierto seguimiento. Pero, al final, hay que liberarlas y, el que se hagan grandes, escapa a tu control. Querrías siempre verlas plenas, fuertes, floridas, felices, acogiendo todo tipo de vida... Por una cuestión estética no más.

Así que, a pesar de mis preferencias y prejuicios, de la primera remesa de semillas de árboles, la Parkinsonia aculeata prosperó mucho más que los Palos Borrachos o las Palmeras -otro de mis árboles fetiche, aunque no sean propiamente árboles-.
Y, este verano, echó sus primeras flores: con apenas cuatro anillos ya ha alcanzado la madurez sexual...

Flores de Parkinsonia aculeata - Sibera extremeña 2017

A pesar de que ya no germino semillas
ni me arrastro por los suelos de parques urbanos,
esquivando borrachos y ancianos,
sigo luchando con estacas y alambres
contra el ganado manso.
 
Replicando pedazos de vida
adornando mi contexto humano.

lunes, 21 de noviembre de 2016

Trasterminancia y Reservas de la biosfera

Una panda de güeritos fuimos caminando detrás de un rebaño de ovejas, merinas negras todas ellas. Pero también habían cabras, burros, perros, gente a caballo, en coche, bici... todo muy biodiverso.
Seguramente con menos pastores también habrían llegado las ovejas a su destino... Pero los desterrados rurales somos así: cualquier escusa nos parece buena para juntarnos y dar un paseo por el campo, comer migas, tomar cerveza, pitarra... Y estuvo bien chida la trasterminancia, de Tamurejo a Siruela!

merina negra Ande ande Ta mujoso caballo maldito
Ciclistas sin dopar salen de Tamurejo
Cardos y caballo Llegando a Siruela Al fondo Ta murejo
Caballistas Burriking Fuego salvaje Siruela's Park
Carnero Mula campanillera Siruela's Square Carnero nero
Mula
Rumiando Puerta a otros mundos Rumiando 2
Buque pirata Y tú qué miras gilipollas!


Ahora quieren declarar la comarca de La Siberia "Reserva de la biosfera". Lo que se presenta como una gran oportunidad. Y los que aspiramos a quedarnos en la zona, viviendo honradamente de nuestro trabajo, así nos lo parece. No tanto por nosotros mismos, que somos perros viejos y tenemos los días contados... Es más por los que vendrán detrás ¿De qué sirve estar aburrido y solo en un paraíso natural?

Pero las palabras "reserva" y "biosfera" tienen mala prensa por aquí. Sobre todo en los sectores que viven directamente del campo:
  • Reserva: Es un sitio donde soltaron ciervos, jabalíes, gamos... para que fuesen cazados en ruidosas monterías por señoritos de ciudad. Mientras, los extraviados animales invaden carreteras y provocan accidentes de tráfico; transmiten exóticas enfermedades a las reses domésticas; se tacha a los cazadores locales de furtivos... Y bueno, también generan empleo y traen visitantes a los pueblos.
  • La biosfera, supongo que suena a los yogures que publicitaba José Coronado, algo con mucha fibra, natural, verde, ecológico... una especie de engañifa que viene siempre acompañada de la prohibición de prácticas ya asentadas. Prácticas que antes fueron impulsadas desde los gobiernos y los mercados, con la intención de convertir la agricultura y la ganadería en una industria, tecnificada, eficiente. Pero ahora que la estrategia de competir en precios, cada vez más bajos, ha resultado fallida en el territorio, las tácticas de mercado han dado un giro "verde" y las políticas apuntan a crear marca, calidad, diferenciación, con el sabor de lo tradicional... Pero todo eso impone certificar los productos, para evitar fraudes: así se añade una capa más de burocracia, molestias, cambios, errores... y sobre todo: aceptar unos preceptos fuera de la comprensión del productor, porque vienen impuestos por consumidores externos, exclusivos, bizarros, los buscadores de etiquetas de autenticidad.

Así que los sectores agrícola y ganadero desconfían, y con razón, de cualquier medida externa que acaba siempre siendo contradictoria: porque los ciclos agrícolas y ganaderos evolucionan más lentamente que los mercados -incluso que la política-.
Pero también es cierto que, si queremos seguir habitando los entornos rurales y vivir insertos en un mundo globalizado, se hacen necesarios ciertos cambios, adaptaciones. La declaración de Reserva de la Biosfera no va a traer esos cambios, pero sí que brinda la oportunidad de diversificar negocios y explotaciones, de habitar con cierta comodidad el territorio, de darse a conocer en un mercado globalizado, de tener una mayor autonomía y organización frente a las políticas que vienen de arriba...

Y, por supuesto, está el orgullo de obtener el reconocimiento internacional por haber sido custodios del territorio durante siglos, manteniendo cierta "sostenibilidad".
Sostenible: Poner el límite en ese punto en que la velocidad de explotación de los recursos es igual o inferior a su velocidad de regeneración. En lugar de esperar a que se agoten sin más.
Aunque se trate de una sostenibilidad relativa, aunque se hayan cometido atrocidades insostenibles durante el último siglo: presas, inundación de terrenos, plantaciones de pino y eucalipto, deforestación de dehesas, emigración...

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A mí, todo esto de las reservas, me recuerda a "Un mundo feliz"... Y me gusta la idea del "Salvaje": recibiendo la impertinente visita de despreocupados turistas, que le arrojan cacahuetes desde el otro lado de la reja. Mientras copula, riega el huerto, degüella y desuella corderos, recolecta frutos o hace una gran fiesta en primavera.