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viernes, 4 de febrero de 2022

Muerte entre los olivos

Hace un par de meses asesinaron a un hombre de unos 39 años en Villarta de los Montes, mientras recogía aceitunas. Un echo que pasó desapercibido en los medios regionales. Esos días también encontraron muerto a un estudiante de matemáticas en Badajoz, y los medios estuvieron focalizados en esto último. 

Villarta está a unos 40km de aquí. Existe bastante relación entre ambos pueblos: gente de aquí casada con alguien de allí, personas que van a trabajar allí... Sin embargo, era mucho más habitual que en las conversaciones y chismorreos estuviera presente el estudiante hallado muerto en la capital de la provincia -¿A quién podrían interesar asesinatos ocurridos en pequeñas localidades del extrarradio de la provincia?-.

Es cierto que el estudiante de matemáticas estuvo desaparecido unos días, y eso dio mucho juego a los medios de comunicación. Pero también es cierto que todos preferíamos conocer esa historia de una vida universitaria llena de posibilidades y buenos augurios que no la de un joven trabajador que tenía que levantarse por las mañanas para recoger aceitunas al tercio -alguien condenado a repetir los mismos ciclos de por vida-. 

No creo que sea un problema de los medios de comunicación. En este caso los medios sólo han dado lo que una sociedad clasista demandaba. Y seguro que quien trabaja en esos mismos medios se siente más conectado con el estudiante que con el aceitunero. Pero, oye, todo bien: como no tenemos medios de comunicación locales que presten atención a nuestra cotidianidad nos tocará convivir con asesinos.

Cuando una sociedad no se quiere, no se siente orgullosa de lo construido y se avergüenza de sí misma, tampoco le importa lo que pase a sus individuos o a su territorio... Ponemos la mirada lejos: en las luces de neón, en los políticos, el futbol y el bullicio de las capitales... con la esperanza de que plantados de perfil nadie nos dispare. Quizá con la infantil ilusión de poder escapar algún día de aquí, mientras nos camuflamos y conformamos entre ovejas, olivos, monterías, burocracias de funcionario o chanchullos de ayuntamiento.
Desde luego que este no sería el primer asesinato que queda impune por La Siberia en los últimos años. 

Imagen de la película "Muerte entre las flores"

lunes, 18 de marzo de 2019

La sangre del cordero

Recordaba haberme cortado muchas veces. Siempre he estado rodeado de objetos punzantes y afilados. Siempre me había manejado con poco cuidado, como si fuese un reptil capaz de regenerar cada una de las amputaciones.
Pero, esta vez, al ver correr la sangre y atisbar las consecuencias, pensé: -Podía haberlo evitado fácilmente y, ahora, por las prisas y dejarme llevar por la rabia, voy a tener que prescindir de esa parte de mi cuerpo lo que me resta de vida.

Así que, recogí el dedo meñique que flotaba en el charco de sangre del cordero que acababa de matar y me dirigí al botiquín.
El muy cabrón me había propinado una patada en la cara mientras le clavaba el cuchillo por debajo de la oreja y, de la mala hostia que invadió, le rajé el cuello. La muerte fue rápida, y también lo fue la amputación del dedo de la mano con que sujetaba su cabeza.

Parecía un corte limpio, vendé la mano como pude, eché el dedo al bolsillo, me monté en el coche y conduje hasta el hospital más cercano, en una localidad a unos 50 kilómetros .


-No podemos hacer nada. El dedo está perdido. Tendrá que apañárselas con los que le quedan.

Me desinfectaron la herida, la cosieron, me pincharon algún analgésico y me volví por donde había venido.
Cuando llegué al lugar de los hechos... El cordero no estaba, sólo quedaba el charco de sangre.

-¡Fantástico! En menos de un segundo he perdido un dedo y un borrego. Un día redondo. Verás que risas cuando lo cuente en casa.


Se había hecho tarde, con las prisas y la intensidad de la situación no había llamado a nadie y, allí, en medio del campo, donde teníamos el establo para los animales, no había cobertura.
Así que me tocaba conducir de noche, herido, ensangrentado y oliendo a lana y mierda de oveja. No me gustaba conducir de noche por esas carreteras tan solitarias.
-Bueno, pondré el CD de "Nine inch nails" y haré como que me desplazo en una peli de David Lynch...

Cuando llegué a casa y aparqué el coche en el garaje, Sky -nuestro gato- no salió a recibirme.
-Qué raro, si no suele moverse de aquí...
De repente me vino la imagen de un bulto blanco en el arcén de la carretera, justo a unos metros de la entrada a nuestra calle. Caminé en esa dirección llamando a Sky.
-¡Sky! ¡Sky!...
Cuando llegué a la carretera, se confirmaron mis sospechas. El bulto blanco parecía un animal muerto y sangre fresca salpicaba el asfalto. Seguro que se trata de Sky...
Caminé hasta él... ummm.... Parece demasiado grande para ser un gato.

No llevaba linterna ni chaleco y no había luna, así que, la carretera estaba totalmente a oscuras...
Algo se movía, me acerqué más. De pronto... Pasó un camión inundándolo todo de una luz blanca muy molesta.
El bulto se incorporó, vino una ráfaga de olor a chuches y gominolas.
Aquello no era Sky -¡Era el cordero!
Clavó sus ojos degollados en los míos. Tenía la lana del costado derecho teñida de sangre seca y un dedo meñique le brotaba del cráneo agitándose como una serpiente.

Un hilo de sangre coagulada le colgaba de la boca. Mientras realizaba movimientos entrecortados, con una voz aguda y metálica, dijo:

-Soy un unicornio. Puedo concederte un deseo...

-¡Devuélveme mi dedo maldito cabrón!


lunes, 12 de septiembre de 2016

El Olivo, ecologismo y hormigas atrapadas en la miel

"El olivo" es una película dirigida por Icíar Bollaín. Está bien. Pero, si por algún tipo de magia negra, aparecieras en escena, sabrías de inmediato que estás dentro de una película... el lenguaje del cine, los gestos, la pose... es quizá demasiado obvio, exagerado... Y eso te hace sentir un tanto soso, impasible... Hay escenas prescindibles y personajes que no parecen encajar del todo.
Pero, la historia en sí, es muy interesante y te atrapa. Es un reflejo de la sociedad española en los años en que todo iba "bien"?: la economía crecía, la gente se endeudaba sin miedo, se construían muchas casas... Hasta que llegaron las casas sin gente y la gente sin casa... Todo iba "bien" para los que jugaban al capitalismo arrasando el mundo de siempre -el que guarda y cuida la tierra, el inframundo de las raíces...-
Pero ese inframundo también necesita que su relato sea contado desde el lenguaje del cine. Un lenguaje histérico, explícito, alegre, banal, onírico...
Quizá un economista o un tecnólogo no tengan ni la menor idea de cómo será el mundo dentro de 2000 años -seguramente imaginarán un Mundo apocalíptico-. Los olivos de la película saben cómo era el Mundo cuando el Imperio Romano se extendía hasta la península Ibérica... El progreso puede ser bastante ácido, corrosivo, destructivo... Como lo es el traumático trasplante de "El olivo": cortar ramas y raíces para encajarlo en un macetero y llevarlo al hall de una gran empresa, que quiere transmitir una imagen verde, sostenible.

Plantea la película, entre otros, el problema de la propiedad del terreno. Hay muchos modelos de propiedad en la actualidad. Pero, normalmente, el que adquiere la propiedad se siente dueño de lo que hay en ella: árboles, animales, ríos, charcas... En un contexto capitalista es muy difícil hacer llegar la idea de que lo que hay en un territorio transciende la vida humana: que es necesario para que la vida humana exista tal como la conocemos y que destruir o alterar, destruye y altera también nuestra forma de vida... Es la lucha ecologista que viene perdiendo batallas desde sus inicios en el siglo pasado. En grandes escenarios como las selvas tropicales, arrecifes coralinos, los polos...
Aunque estas batallas también transcurren en pequeños escenarios. Y hay algunos de ellos donde las batallas se ganan: por ejemplo en las zonas rurales donde se practica una agricultura y ganadería familiar.
Yo he vivido durante años en un pueblo, donde no existen una agricultura o ganadería industrial, sino que tiene más bien un carácter familiar, o como complemento a otros ingresos.
Los ganaderos y agricultores son crueles, no les tiembla el pulso con el cuchillo o la motosierra. Pero, el que tiene olivos, los cuida y quiere tener una gran producción. Al igual que quien tiene ovejas quiere que sus corderos crezcan sanos y se alimenten de la hierva del campo -porque es comida gratis-...
Otra cosa es que se los seduzca con venenos o especies exóticas, se atemorice con plagas, se presione económicamente para aumentar los rendimientos o se minusvalore y denigre su trabajo porque es algo físico -olvidando el gran conocimiento del medio que es necesario, un conocimiento no formalizado, transferido a menudo por imitación, sin seguir el afamado método científico-. Es por eso que digo que aquí la batalla ecologista se ha ganado, porque el que vive del campo quiere conservarlo, porque vive el campo, lo Ama... Una de las mayores amenazas que sufre este microcosmos, es el ninguneo de sus profesiones, casi siempre marginadas -por embrutecidas: paletos e ignorantes-, apartadas de los organismos de poder, víctimas de políticas estatales o europeas que están sometidas a intereses totalmente fuera del control de la población local.

Es lo que le ocurre al anciano que no quiere vender su olivo, porque ese olivo no es suyo... Él se queda con la producción del árbol, a cambio de cuidados. El olivo lleva en ese terreno más de 2000 años y ha visto pasar infinidad de familias a recoger sus aceitunas... ¿Qué derecho tiene nadie a arrancarlo o cortarlo? No es sólo una cuestión de hippies verduleros... es una cuestión que afecta nuestra forma de vida, nuestro ser en el Mundo -al que hemos ido adaptándonos durante millones de años-. Un Mundo que nos ha modelado, que sentimos con nuestra piel, respiramos, bebemos, comemos, vemos... ¿Qué necesidad hay de venderlo por intereses pasajeros? ¿Qué necesidad hay de sacrificarlo en el altar del progreso?


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Estas hormigas surgieron de su inframundo para quedar atrapadas en un bote de miel mal sellado. El escenario era dantesco: Los cadáveres, casi intactos, flotaban en el líquido ambarino mientras los insectos vivos seguían hundiendo sus mandíbulas en la dulce muerte.
A mí no me importaba un carajo el destino de esos bichos, sólo quería un poco de miel para endulzar mi café. Eché los cadáveres a un lado y conseguí una cucharada limpia de hormigas.

miércoles, 9 de septiembre de 2015

El verano: Arte y tradiciones


En el verano uno se relaja, le baja la tensión y disfruta con los diferentes teatros y excesos institucionalizados (forjados por sedimentación durante siglos de historia).

Los toros
José Garrido - Plaza de toros de Herrera del Duque - 14 de Agosto de 2015

No soy el más aficionado a la tauromaquia, pero me gusta el espectáculo. Disfruto cuando sale bien: cuando música, toro y torero representan su peligrosa y sobrecogedora danza de muerte; cuando la espada desgarra rápida y profunda la vida del animal.
Sufro cuando sale mal: cuando el toro no puede soportar con bravura el dolor, cuando queda corto de fuerzas, cuando no entra al trapo, cuando la muerte se prolonga...
El toreo está lleno de contrastes, de gloria y abucheos; de incertidumbres, personalidad y animalidad...
Hay mucha gente en contra de esta forma de arte:
  • Porque se mata al animal públicamente. Y la muerte es algo que debe ocurrir en privado, con pena, indolora, aséptica...
  • Porque la gente que asiste disfruta con el espectáculo y es completamente amoral disfrutar con la tortura y muerte de animales.
  • Luego hay otros que lo ven como símbolo de la opresión y conquista cultural de un Estado demasiado grande.
A mí, estéticamente, me fascina: la fuerza del toro, la fragilidad del torero y su "paquete", los colores, la sangre, la música, el público atento (sobrecogiéndose, aplaudiendo)...
Es una forma de contacto con la naturaleza, de encuentro con la vida y con la muerte, con todo lo que nuestra sociedad tecnificada expulsa a los suburbios y entierra en el subconsciente.
También me causa sentimientos encontrados, porque quiero ser normal, aceptado en la mayoría de círculos sociales. Y la norma parece tender hacia el precepto moral de ampliar los derechos humanos al mayor número posible de seres vivos... Claro que, los derechos humanos, son sólo una declaración de intenciones... Y, aceptar preceptos morales, solo porque es main-stream es un tanto banal.

La religión católica
Virgen de Consolación - Herrera del Duque - 28 de Agosto de 2015

Lo he ido dejando caer: aceptar preceptos morales, sin cuestionarlos, no es propio del adulto libre. A la religión le gustan los niños, adiestrar desde pequeños para someter y ampliar su comunidad, hacerse cada vez más fuerte...
La religión católica tiene feos detalles, porque utiliza la culpa y el miedo para extender su influencia...
Sí, vivimos en una sociedad individualista, que no casa con el concepto de rebaño defendido por la Iglesia. Pero también es cierto que existen otras formas de crear comunidad entre personas libres...

Estoy un tanto resentido con el catolicismo: me costó mucho desprenderme de sus "mandamientos", su culpa, sus mitos, su represión-normalización de la sexualidad...
Aún así, también me causa curiosidad: todo el arte, la literatura, el imaginario, la capacidad de congregación, el dolor, la negación de la muerte, la forma en que todos lo toman en serio.

A finales de Agosto, la Virgen de Consolación viene desde la ermita hasta el pueblo, y se queda en él durante 9 días. Es un acto muy solemne y somos muchos los que nos reunimos para recibirla. No puedo evitar acordarme de la fábula de "El traje nuevo del emperador": porque no deja de ser una figura muy bien ataviada a la que muchos atribuyen propiedades psico-mágicas.

El ganado
Ovejas paridas alimentándose de pajas, para criar corderos sanos y jugosos - Puerto de los Carneros (La Siberia) - 2 de Agosto de 2015

Los humanos crían animales como alimento. Llevan milenios seleccionando y moldeando los más jugosos y dóciles. En una doble acción: represión de lo impredecible, lo áspero, lo esquivo; y potenciación de lo apetecible, lo manso.
Y nos hemos vuelto como los animales que nos alimentan y acompañan. La religión católica llama a sus simpatizantes abiertamente "rebaño". Así que, el ganado bravo es un anacronismo, un vestigio de lo salvaje, como la terminación de nuestra columna vertebral que otra vez fuera un rabo.

Con los festejos taurinos surge la polémica, los animalistas atacan con sus valores a los asistentes: los llaman paletos, salvajes, cavernícolas...
Y estos ataques denotan un montón de contradicciones: porque el paleto, el que vive en los pueblos, es el que realmente cuida de los animales y las plantas, al que le preocupa que ese mundo rural siga existiendo, porque quiere vivir en él y de él.

Es verdad que la mayoría de la población vive en las ciudades y que, en una democracia, tienen todo el derecho a convertir sus valores morales en leyes, y con ello someter lo rural a su lógica de maximizar el beneficio, de utilizar la Naturaleza como una fábrica de alimentos, energía o parque temático... Ante esa lógica aplastante, no se puede anteponer lo bello, lo tradicional, lo divertido, lo imprevisible, lo arriesgado, lo no controlado...

El torero es un atleta: ser un buen torero requiere una férrea disciplina y decisión para dominar la técnica. Pero para ser realmente bueno, hay que aportar algo más: la estética, la autenticidad, lo que le destaque del rebaño, lo que emocione. Todos estamos sometidos a férreas disciplinas (más bien coacciones) para "ganar las habichuelas", pero no se espera de nosotros ninguna autenticidad, solo productividad...

martes, 26 de agosto de 2014

retorcidas

Aquí, en el pueblo, hay una Dehesa de Encinas centenarias. Contorsionistas en formas inverosímiles. Pasear por ella es toda una experiencia -pasear entre árboles maduros siempre lo es-. Cierta atmósfera de magia e incredulidad te atrapa: ¿Cómo son posibles en un suelo tan agreste? ¿Cómo sobreviven a podas salvajes, heridas de muerte...? Retorcidas de dolor, y aún así, proyectándolo en apacible sombra y abundantes bellotas.


Sí, la Naturaleza es irregular... y generosa. Dedicamos tremendos esfuerzos para someterla a la línea recta, a nuestros esquemas simplistas y ritmo acelerado. Siempre con resultados erróneos, con acciones violentas y reacciones tardías.

Así que acabamos implorando a Dios. Porque no puede ser que la Naturaleza se nos escape de las manos. Debe haber algo superior, algo como nosotros... pero más grande y misterioso. Una invención que sirva para todo: que perdone al poderoso y que llene de esperanza al pobre... Ardua tarea la de los teólogos. Uno ya no sabe si la tendencia a ser gobernados es fruto de siglos de entrenamiento o un gen social que nos condiciona como hormigas: ser reinas o esclavos.

Con todas las historias que forman parte del imaginario occidental y toda nuestra ciencia: ¿Cómo es posible que ese cuento de negación de lo humano y lo natural siga teniendo quien lo tome en serio?

Así que, el catolicismo, nos somete a la tiranía de la fe, nos corta las ramas y nos retuerce como las encinas de estas dehesas. Pero en lugar de sombra, proyectamos odio: hacia la tierra agreste, que arañamos y exprimimos con violencia en busca de frutos exóticos, dinero... En constante lucha por un porvenir ilusorio, irreal, de muerte ¿Es por eso que se dice que el catolicismo es una religión nihilista? Promete un cielo que solo es posible alcanzar tras consumir la vida. Riquezas que solo llegan tras la entrega a la ley del esfuerzo y el crecimiento, hasta los límites de lo insostenible. La negación adherida a todas las creencias, también al capitalismo.

Yo prefiero el mundo real, el que perciben mis sentidos. Claro que, si te rodeas de lo monótono, el gris, humo, prisas, metal, papel... Quizá sea preferible una religión nihilista.

De pequeño, el único contacto que tenía con estas viejas encinas, era en los días de Navidad, cuando se hacía una gran hoguera en la plaza del pueblo con el tronco de una de ellas. Ardía durante todas las fiestas.
Tantos años de historia no pueden borrarse demasiado rápido.
Las dehesas son terrenos singulares, gestionados por todos, puestos en común... Al salir de la iglesia "el tronco" ardiendo era punto de encuentro, donde calentarse el culo, las manos y jugar a descubrir lo inflamable de los diferentes materiales. Con el pasar de los días el gran dinosaurio se iba consumiendo.
Las encinas crecen tan despacio... Al contrario que pinos y eucaliptos, de los que hay numerosas plantaciones. Quemar madera...

Así que, iban a morir al pueblo, cerca de la iglesia. Cuando la muerte ronda cerca, el miedo se intensifica y muchos se arriman a Dios. Esperando una segunda vida. Sí, en la vejez volvemos a las fantasías, como cuando éramos niños y creíamos que podríamos volar... como Super Ratón.

jueves, 31 de octubre de 2013

Sueños sangrientos en la víspera de Halloween

Habíamos estado todo el día de excursión para llegar a aquel lago glaciar. Era un atardecer al sol que da calor, al aire fresco y limpio de la alta montaña. No acababa de comprender cómo podíamos haber subido tantos víveres: Chuletas de cerdo, panceta, cerveza, pan... -Sí, somos una pareja con anchas espaldas y piernas recias-.
Me acerqué a la orilla del lago, mientras mi mujer seguía organizando todo lo que habíamos porteado. El agua estaba en calma, como un espejo donde se miraban las nubes y reflejaban los últimos rayos de sol.
Una pequeña rapaz sobrevolaba el lago, con aleteo errático, como de murciélago... extraño para un ave -pensé-. De repente se abalanzó sobre el lago y capturó un pescado. Con peculiar vuelo se acercó a mí y me dejó la presa al lado, invitándome a comer.
- No, gracias. Mejor que lo comas tú, seguro que te hace más falta. -Dije pensando en la comida que habíamos llevado hasta allí-.
Pero el águila, alconcillo, o lo que carajos fuese aquello! no parecía comprender. Se alejó, se comió el pescado, y continuó con su revoloteo errático por el lago.
Al cabo de unos minutos, llegó un gato a beber... Y ocurrió algo que no podía creer: La rapaz pareció aumentar de tamaño, se abalanzó sobre el felino, clavándole las garras de ambas patas en la columna vertebral, y partiéndola en un certero y diabólico movimiento.
Volvió a acercarse a con su presa, la dejó a mi lado. Esta vez no me atreví a rechazarla. Le dí las gracias y miré con desconcierto al gato, de un parduzco oscuro, era salvaje -no cabía duda...-
- ¿Qué hago yo con esto?
Me imaginaba cortando las manitas del gato y arrebatándole la piel, las tripas... Pero ¡Cómo le explico a mi mujer que nos vamos a comer un gato! En nuestra cultura los gatos son mascotas, no alimentos (¿Cómo le explico eso a esta pequeña rapaz!).
Por otro lado... ya está muerto, sería un desaire (no sólo hacia el ave cazadora, sino ante la Madre Tierra) dejar que se pudra sin más...


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Un oso grizzly bailaba sobre sus dos patas traseras, bajo mi ventana. Mientras repartía zarpazos sangrientos en la cara de gente que miraba. Todos reían: En cuclillas para recoger sus propios ojos, sus tripas... Los violines y acordeoncillos no dejaban de sonar... más y más fuerte. Y el oso no paraba de girar, destruir... picando carne para las alborotadas gaviotas, gaviotas sin alas, sobre un suelo de tierra gris coagulada.

domingo, 3 de marzo de 2013

Poesía de la sangre caliente


El subconsciente no paraba de enviar mensajes
y la razón que no daba a bastos...
a pasar su filtro exhaustivo.

El cuerpo lleno de energía,
ejecutando inconsciencia.
Así,
todos decían:
que estaba loco!...
perdido.

Ciertamente era arriesgado,
pero ciertamente cierto.
¡Qué suerte tener un subsconsciente tan espabilao!
en la realidad arraigado.
¡Qué fortuna tener una vaga consciencia,
lenta...
siempre llegaba a destiempo,
cuando en pleno salto al vacío
trataba de mantener el vuelo.

Era agradable sentirse intuitivo,
sin miedo, sin medio,
sin mediar los temores, los cálculos.
Claro que...
Había calculado mucho.
Los circuitos estaban grabados,
establecidos,
hardcoded
en un cerebro infestado
de imágenes psicodélicas,
canciones techno-punk,
comandos "invertidos",
rimas en asonante,
códigos abiertos,
pulsiones castradas,
violencia sublimada.

Pintaba paisajes y
paisanajes...
manchados de sangre.

Como Heráclito:
veía vida y muerte
por todas partes,
continuamente,
en fluir eterno.
Jamás volverás a nadar en el mismo rio!-
Esa menstruación habrá huido,
y la diarrea será moñigo.

No habrá otra oportunidad,
los demás no te dejarán:
Te invitarán a visitar sus celdas,
sus tumbas adornadas de flores
y aromas inflamables,
metales brillantes,
muy valiosos y codiciados
por el resto de cadáveres
tremulantes.

Sí, tenía mucha suerte:
de amar y ser amado.

lunes, 18 de junio de 2012

La ley natural

La ley natural (logos) es distinta de la ley que gobierna a los humanos (nomos): una obviedad como otra cualquiera. Sin embargo no es difícil escuchar, sobre todo en ciertos entornos como el comercial, empresarial, macroeconómico o político, que la que ha de imperar es la ley de la Naturaleza, la del más fuerte, la libre competencia. El capitalismo, traslada así la ley natural a las relaciones humanas. Y esto lo presentan como un gran avance, una gran revelación alcanzada en la cumbre de la mayor desigualdad social.
Entonces uno se pregunta: ¿Para qué se organizó el hombre en sociedades? La respuesta no puede ser otra que para crear un kósmos paralelo, pero gobernado por unos pocos, en lugar de los designios de los Dioses (o una razón u orden universales) que desafiaban sus apetencias.
Primero fue Heráclito hablando del logos, la lógica universal que rige el kósmos confiriéndole belleza y armonía. Los estoicos continuaron en esta línea, aceptando serenos cualquier revés del destino. Sí, la Naturaleza es sabia y dio al hombre el intelecto y la voluntad para poder elegir.
Si el hombre actuase guiado por la razón, estaría haciéndolo de acuerdo con la Naturaleza. ¿Pero actuamos guiados por la razón? ¿o por los instintos? Además, cada persona es única, no sólo en su circunstancia. ¿Nos conocemos lo suficiente a nosotros mismos como para saber cuando nos guían las apetencias?

Estas argumentaciones siempre me han causado desconcierto:
La Naturaleza es bella: las selvas, las estrellas, los ríos, los animales... Si vivimos según sus leyes, deberíamos alcanzar esa misma belleza y armonía. Es decir, ¿deberíamos regirnos por nuestros instintos y apetencias?: Seguramente así acabaríamos con la propia Naturaleza a un ritmo más desenfrenado. Además este tipo de comportamiento va en contra de todas las ideas de justicia, libertad, sostenibilidad e igualdad, que esperamos para nuestras sociedades. ¿Dónde está el error pues?
El error reside en creer que comportarse de acuerdo con la Naturaleza consiste en imitarla. Pero ya hemos dicho, que el hombre es un ser racional, también social, y actuar acorde la Naturaleza es hacerlo acorde a su propio ser.
 
Las sociedades humanas no son más que un área dentro de la Naturaleza (el kósmos, el universo), pero en lucha: porque la estrategia que hemos elegido para relacionarnos con ella ha sido la del sometimiento, no la del "junco que se dobla pero siempre sigue en pie".

¿Debemos someternos a la ley de la Naturaleza? o ¿Luchar continuamente para cambiarla? ¿Deberíamos no inventar vacunas para las enfermedades puesto que son naturales?
Quizá la pregunta debería ser otra: ¿Cómo vivir en sociedad sin destruir la Naturaleza? Aunque quizá no tenga mucho sentido -si estamos ya pensando en escapar del planeta cuando lo hayamos consumido-.

Después de todo, hemos de satisfacer nuestras necesidades. Estas son cada vez mayores y van más allá de lo fisiológico. Podría decirse que hemos conseguido cubrirlas independientemente de la Naturaleza: Sintetizamos alimentos en extravagantes lugares; tenemos experiencias sexuales de lo más bizarras; la esperanza de vida es más alta que nunca... Entonces ¿Por qué seguimos progresando, creciendo?: Porque nuestra Naturaleza nos impone otras necesidades que las meramente fisiológicas. Y aquí es donde entran en juego la libertad, la voluntad, los placeres y la razón.
Hubo un tiempo (clasicismo y helenismo ) en que se pensaba que la dirección a seguir estaba marcada por la Felicidad. Pero con la disolución de los órganos de autogobierno (polis) y la concentración del poder en cada vez menos manos y más arbitrarias, surgió la idea de que era imposible conseguir la felicidad en la vida terrena: Se intentó alcanzar después de la muerte.
Cuando la ciencia alzó la voz y empezó a sospecharse que después de la muerte no había nada, que hasta el mundo de ultratumba se había poblado de especuladores y mercaderes; entonces nos dijimos que la felicidad era el dinero: tener cada vez más, crecer, progresar... Pero crecer es siempre a costa de algo o alguien: la Naturaleza; otros pueblos; el espacio, cada vez más corto; el tiempo, cada vez más acelerado...

No tenemos mesura, ni moderación, galopamos a cojón sacado en busca de nuevas conquistas, del progreso. Y este último parece estar íntimamente ligado a la destrucción de la Naturaleza y la polarización de las sociedades, cada vez más injustas. Sí, nos hemos empeñado en unificar la ley, en someterlo todo a una sola voluntad. Y no hemos unificado sólo la ley, también hemos hecho coincidir placer y deber: El deber es hacer dinero y a la vez fuente de placer.

Esa es la verdadera crisis: la de valores morales y éticos.  Las costumbres y leyes orientadas al crecimiento y no a la felicidad de los pueblos. Nadie se preocupa por cómo ha de ser un buen gobernante, y cuando se habla de formar ciudadanos siempre subyace la idea de entrenarlos para el mercado de trabajo... El trabajo, esa pesada carga que iba a desaparecer -o al menos disminuir progresivamente- con el avance de la tecnología; otra víctima y colaboradora del crecimiento...

lunes, 16 de abril de 2012

Retales

Sobre la crisis actual: "Quizá antes no estábamos tan bien como creíamos que estábamos y ahora no estamos tan mal como nos dicen que estamos". - Oído en "la nube" de TVE2 -

"Al no existir ideales, como en el siglo anterior el Anarkismo, Comunismo, Socialismo... Los movimientos sociales, como el 15M, solo denuncian pero no avanzan en ninguna dirección, solo comparten su rabia" - Oído en "Carne Cruda", entrevista con Vicente Verdú autor del libro "la hoguera del capital". -

La denigrada "crisis", ha conseguido poner en práctica una idea que, aún hoy, a la mayoría le parece una locura: el decrecimiento económico. Ha lanzado a muchos a conseguir sus sueños, empresa que de otra forma, desde una posición de seguridad, no habrían iniciado. Ha proporcionado una justificación al "no hace falta gastar tanto", sin que te tachen de agarrado. La estrategia empleada ha sido la del miedo y, como daño colateral: el incremento de la desigualdad social.

El otro día la señora X, conservadora, pero no adinerada, me comentó con tono grave y cierta preocupación:
-¡Qué vándalos aquellos chavales en la manifestación! ¿Qué culpa tiene el pobre tendero que intenta ganarse honradamente el pan?
Ante semejante apelación, no pude contenerme y le contesté -en tono igualmente grave- algo que intuía no le iba a parecer razonable:
- Pero lo que quemaron fueron bancos y grandes superficies.
La verdad, no sé que respuesta esperaba yo obtener ante semejante afirmación. Pero me sorprendió cuando, con tono aliviado, dijo:
- ¡Ahhh! Entonces, si eran bancos y grandes superficies, es otra historia.
Mi cara se iluminó: -Por fin, algo está cambiando...

Sobre las normas del lenguaje: 
Cuando vivía en el pueblo, me decían que hablaba mal el Castellano. De mayor, que hablaba mal el Inglés. Ahora, que vivo en Barcelona, hablo mal el Catalán. A veces, uno se cansa de que le digan que lo hace todo mal, y que sean siempre los mismos acomodados los que nos dictan la norma.

Mientras el cuchillo atravesaba su cuello, la sangre pintaba de rojo la pueril lana y la tierra seca del suelo. Le miré a los ojos, se le escapaba la vida, de forma silenciosa, porque la mano decidida  de mi padre no le permitía abrir la boca. Hizo amago de levantarse, pero yo le sujetaba las patas, impidiendo que escapara, con fuerza. -¡Qué hermoso está! ¡Este va a tener buenas chuletas!-
El untuoso olor a borrego se mezclaba con el de jara y tomillo. La madre no percibía la tragedia, no lo haría hasta horas después.
En los últimos espasmos, con la mirada ya serena, tranquila, vacía... pensé en la expresión "mirar con ojos de cordero degollado" y en la experiencia de crecer libre en el campo, acarrado bajo las encinas, arrodillado mamando de las ubres de una vieja y cansada madre.

jueves, 12 de abril de 2012

El orden natural

Hubo un tiempo en que los hombres creían que existía un Orden Natural, un lógos, un nexo, una ley que regía el kósmos, el Todo ordenado -la Naturaleza-, dotándolo de belleza y armonía. Estoy pensando en la Grecia clásica.
Hoy día resulta casi imposible una concepción así: nos hemos lanzado al sometimiento de la Naturaleza e invertimos tremendos esfuerzos en sublimarla, en utilizarla como un medio, como una materia prima de la que obtener nuestros sofisticados productos.

Hace unos días, mientras salía de la gran ciudad, me di cuenta de lo difícil que resulta observar la Naturaleza como algo cotidiano o normal. Podría decirse que ha quedado como un adorno, un parque temático, un residuo o campo por explotar...

Al hombre moderno no se le ocurriría decir que "la Naturaleza es sabia". - ¡No! La Naturaleza es algo aleatorio, impredecible, sucio, molesto... y necesitamos la tecnología para evitar cada uno de sus inconvenientes - .

Lo cierto es que la Naturaleza es bella y compleja, hasta los más pequeños detalles, hasta la más insignificante de las células. Quizá eso nos causa desconcierto, no poder alcanzar su perfección, la facilidad con la que todo parece surgir: las aves elevarse en los cielos; las plantas brotar, a su ritmo, pausado; los peces surcando el mar; nuestro propio cuerpo, que intentamos reconstruir con silicio y plástico. La envidia nos corroe: también queremos ser creadores. Y nos decimos que "la Naturaleza es cruel": porque asesina y come carne cruda, porque sus leyes no las dictamos nosotros. Tenemos tremendo miedo al dolor y la muerte, no soportamos tenerlos cerca. Nos refugiamos en nuestras junglas de asfalto y de metal, esterilizamos las superficies y ocultamos la crueldad en cualquier otro lugar.

Por supuesto, tampoco necesitamos dioses que nos sean favorables, contrarios, o creadores. Nosotros somos dioses: científicos, economistas, tecnólogos... los verdaderos creadores. Vivimos en nuestro propio mundo, ya que la naturaleza permanece oculta y no es más que una enorme fuente de materias primas y alimentos. Y ahí es donde ejercemos nuestra violencia: contra la Naturaleza, que ha quedado relegada al "otro" lugar; contra los "otros" que quedan más allá de nuestro progreso; y, cuando hay escasez o "crisis", contra los "otros" que no son de nuestra clase social.
Si no se ve, no hay remordimiento ni culpa. Y, después de todo, somos dioses: podemos ser crueles, caprichosos, furibundos, libidinosos...
Quizá no nos queda más remedio que ser eso, diosecillos. Después de renegar de la armonía, luchar y esforzarnos por destruirlo todo, guiados por la ambición de unos pocos, por consumir más, ganar más, llegar cada vez más alto, más lejos y más rápido. Ya no podemos recrearnos en la belleza natural, en el nacimiento y la muerte, en esa extraña armonía que permite la existencia de contrarios.

El invierno trae los fríos; hay que enfriarse. El verano trae calor; hay que sudar. La destemplanza del clima pone a prueba la salud; hay que enfermar. Una fiera nos saldrá al encuentro en un lugar y un hombre más dañino que todas las fieras. Algo nos quitará el agua, algo el fuego. No podemos cambiar esta condición de las cosas, pero podemos adquirir un ánimo grande, digno del varón bueno, con el que padezcamos con entereza lo fortuito y vayamos de acuerdo con la naturaleza. - Séneca

Demasiado aferrados a la pureza y perfección de nuestras propias creaciones, nos olvidamos de disfrutar sin más.

Copa de Esequias (h. 530 a. C.). Antikensammlung. Munich. Viaje maravilloso de Dionisio en el mar del vino. En torno al mástil crece una vid fecunda. Los delfines saltarines, contagiados por la presencia de Dionisio, auguran una travesía venturosa.