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viernes, 3 de junio de 2005

Un bicho

Ella se marchó, pero le dejó un bicho dentro que poco a poco le iba royendo el corazón. Sin duda estaba enfermo, había entrado en su círculo vicioso, en una cadena de pensamientos que no le conducían a ningún lugar.
Secretamente la había deseado siempre, pero se acostumbró a vivir la vida resignado y, aunque mantenía la esperanza en un giro brusco, ahora estaba asustado. Lo quería todo y lo quería de golpe. ¿Y si fracasaba y se quedaba otra vez colgado? Sería sólo eso, un fracasado, un estúpido soñador al que su soledad había empujado a un mundo de irrealidad, de sueños y fantasías. Un Don Quijote sin su Panza, un montón de secretos mal acumulados que a nadie interesaban. Hay cosas para las que uno nunca está preparado, cosas que nadie te puede enseñar porque nadie las sabe y, cuando esas cosas ocurren, tampoco sabes a quien culpar, quizá a la obcecación por cometer tus propios errores.
Irónicamente la vida seguía igual, a pesar de que su mundo había desaparecido en la más grande explosión. La agenda mantenía su curso, ajena a la transformación de su alma, a la destrucción de las cosas en las que creía. A veces su mente se habría, veía el camino, pero no tenía fuerzas para avanzar y se pudría delante de sus libros, ejecutando obligaciones, cumpliendo plazos.
El pasado que nos agarra de los pelos, que se convierte en futuro y presente. ¡Qué estupidez pensar que el tiempo lo arregla todo, que si se rompe un vaso se pone otro en su lugar, que si cambias algo de sitio nadie lo va a notar! Y que hagan falta años para darse cuenta de eso, que puede que haya gente que nunca lo descubra y vivan dichosos en ese limbo que es la ignorancia.
Tomó una decisión: -Venderé mi alma al Diablo. -Él es muy listo, sabrá lo que hay que hacer y, de todas formas, mi alma ya no me pertenece, es del bicho que ella me metió dentro.
El Diablo acudió rápido, ávido de almas, y más sabiendo que podía ganar dos por el precio de una.- Lo que me pides es fácil, no vale un alma, ni tan siquiera media, guárdala para otra ocasión en que me haga más falta. – Jeremías se quedó atónito: -¿Qué tipo de Diablo eres tú que desprecias mi alma? ¿Acaso no es lo suficientemente casta y pura? – A lo que él le respondió: - No es ni tan siquiera tuya, además está enferma y sucia. Date el placer de curarla, que lo malo llega sin esfuerzo, pero el placer hay que buscarlo. –Y, en diciendo esto, desapareció.
- Más sabe el Diablo por viejo que por diablo, pero yo soy joven todavía, estoy confuso y lo único que tengo es un montón de energía contenida que no sé adónde dirigir. Voy a dejar esta ciudad. ¿Me voy lejos, o cerca de ella? Me iré lejos, al campo, me perderé entre las malezas, hasta que me consuma este bichito, a ver qué pasa cuando ya esté hueco. Que no soy hombre de esos que se rigen por sus pasiones y no dominan sus instintos, y si lo soy… los mataré con whisky por la mañana y cerveza por la noche, hasta olvidarme de su pelo, sus besos, su olor,… Pero, ¿y ella?, ¿estará bien sin mí? Ella me desea, lo he visto en sus ojos, lo he visto escrito en la Luna, el Diablo dijo que era fácil. La secuestraré, nos encerraremos en un cuarto oscuro hasta que queden limpias nuestras almas de tanto frotarnos y podamos fundirnos como figuras de cera en nuestro propio infierno.