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miércoles, 30 de noviembre de 2022

Turista en Lanzarote

Me había tocado ventanilla. Hacía tiempo que no me ocurría. Ryanair siempre solía colocarme en los lugares menos deseados. Era muy temprano y me entretenía mirando los colores del amanecer. De vez en cuando se abría un claro entre las nubes y se veía el mosaico de luces de carreteras, pueblos y ciudades. La mayoría de pasajeros dormía. A mi lado había una chica joven dando cabezazos. Al cabo de una hora empezó a apoyar su cabeza sobre mi hombro. No estoy acostumbrado a que me toquen desconocidos, pero no podía despertarla. Así que hice como si no pasara nada, seguí leyendo y subrayando mi libro -volábamos sobre el océano y todo era monótono-. Quizá no era lo suficientemente punk, quizá me duchaba demasiado, yo no me dormiría sobre un desconocido... La lectura era densa: el pensamiento de Henri Bergson y su teoría del tiempo como duración, del pasado que se proyecta y se trae desde el presente... Pero aquella cabeza apoyada en mi hombro, en un cielo en calma... Sí, el tiempo transcurría de forma extraña. Bergson decía que no, que el tiempo no pasaba, que los que pasábamos éramos nosotros. Con las turbulencias la cabeza se incorporaba sobre sus propios hombros, pero al rato volvía al mío... Debo inspirar confianza, pensé.

Era un viaje familiar a Lanzarote. Las Islas Canarias son un lugar asombroso. Es un paisaje absolutamente diferente al continental. Debe ser extraño el vivir aislado, depender del barco o del avión para alejarse un poco. Nos alojábamos en un complejo turístico, en un "pueblo" que no era pueblo: era una concentración de complejos turísticos, restaurantes, bares, tiendas y todo lo que necesitan los turistas extranjeros para seguir con vida. Estábamos a finales de Noviembre y el clima era muy agradable, podías darte un baño sin mucha pereza. Siempre me resultó extraño que la gente quisiera ir a esos lugares a pasar largas temporadas, me parecía soberanamente aburrido, encerrarse en esos chalets, sin nada que hacer... Seguro que el tiempo transcurría de otra manera así. Seguro que en unos meses envejecerías varios años.

Nosotros estábamos muy entretenidos haciendo turismo. En un par de días ya nos habíamos recorrido toda la isla, nos habíamos montado en camello y en autobuses repletos de guiris -donde comentaban el paisaje en español, inglés y alemán-. En ocasiones te sentías absolutamente ridículo, infantilizado sobremanera... No necesito pasar por esto -pensaba-. Pero la reproducción del bus seguía con sus relatos fantásticos de erupciones monstruosas y eternas. Todos tomábamos fotografías y gravábamos vídeos con nuestros celulares.

También había tierras cultivadas, pueblos y, al menos, una ciudad donde vivía gente de verdad. Fruto de la primera colonización española -la que arrasó con los primeros habitantes procedentes del norte de África-. Quizá la nueva colonización de los turistas arrase también a esta cultura hispánica. Quizá solo los volcanes permanezcan y ese persistir colonizador de plantas, animales y humanos en general.

jueves, 22 de agosto de 2019

Ir de camping en vacaciones

Fuimos a visitar el pueblo de O Grove. Allí está el balneario de "La Toja": un lugar de lujos y gente rica. Pero a nosotros nos pareció más oportuno un corto recorrido por las bateas de mejillones de la ría de Arousa. Nos montaron en un pequeño barco turístico y vagabundeamos por las destartaladas balsas flotantes. Nos mostraron las cuerdas repletas de mejillones, vieiras y ostras ¡Como si fueran cortinas mágicas repletas de vida! Nos comentaron que, en general, cada batea era gestionada por una familia (como el que por aquí tiene su cercón con un puñado de ovejas). Y, mientras, para que no dejáramos de sentirnos de vacaciones, nos pusieron vino blanco y mejillones para amenizar el viaje.

Ir de camping en tus vacaciones tiene algo que ver con ese tipo de decisiones. Aborrecer el lujo y el poder, priorizar la naturaleza y formas de vida sostenibles. Tener claro donde eliges enfocar la mirada

La tienda de campaña tiene sus incomodidades, pero te permite estar en contacto con parajes a los que no llega el turismo de masas. Seguramente no entres en contacto con gente normal -porque los campistas somos todos unos frikis- pero, al cambio, estarás en pleno contacto con el ambiente, la naturaleza, los ciclos lunares y solares, el calor y el frío. Protegido por la exigua intimidad que brinda un trozo de tela impermeable, fijada al suelo con unos palos de metal.
Te sientes un poco gallina: te acuestas al anochecer con los grillos, te levantas al amanecer con los pájaros y, cuando refresca, se pone la piel de pollo desplumado.

Personalmente prefiero ir sin ningún tipo de pantalla (TV, tablet...): clavar la tienda, los preparativos de cenas y desayunos... ya te mantienen bastante entretenido durante todo el día. Yo me mantengo mucho más activo, me despierto antes y tengo muchas ganas de hacer cosas... cosas molonas.
Porque solemos salir a este tipo de vacaciones sin un itinerario previo. Elegimos una zona y luego vamos viendo sobre la marcha. Si nos apetece descansar en la playa, pasear por el bosque o visitar iglesias y cosas viejas, pues lo hacemos! En prácticamente todas las regiones del mundo se dan facilidades para mantener entretenido al turista, y en los campings siempre suele haber sitio para una tienda más.

No sé, me parece flipante que con tan pocos recursos puedas alcanzar tantos sitios, tan exóticos. Básicamente necesitas un coche donde te quepa todo y eres libre de ir donde te plazca. Y eso que, ahora con las niñas, necesitamos más trastos, más espacio. Quizá lo que me parece realmente flipante es que "necesitemos" tantas cosas cuando volvemos a la vida real.

Vista de la parte sumergida de una batea de mejillones

jueves, 20 de noviembre de 2014

La mentira de sal

Esta semana ha sido ajetreada:

El Lunes tuve que viajar a Barcelona. En el Ave todos íbamos por lo mismo: Trabajo, muy específico, tanto que nadie lo entiende fuera de su ámbito... demasiado estrecho.
Los que hablaban con su compañero -o por teléfono- lo hacían con voz autoritaria... todos sabían lo que tenían que hacer (ellos mismos  y el resto de la humanidad). Como esos amigos o familiares que se alzan en jueces morales y nos recriminan lo que está mal.
Por la ventanilla corría el paisaje: con campos de cultivo, ganado y páramos abandonados... Todo iba quedando atrás... excepto nosotros que, a 300 KM/h, no podíamos parar. Como los libros de historia, donde se suceden reyes y gobernantes a ritmos vertiginosos, mientras los agricultores cultivan y los pastores pastorean.

El Viernes, de ocio a Córdoba. Visitamos la Mezquita, una amalgama de culturas sobreponiéndose una a la otra. Y por encima de todas ellas, la clase turista... desde todas las partes del mundo desarrollado.

Así que el Domingo, de vuelta a casa, después de tantas sacudidas, cansados y con demasiadas imágenes y sensaciones en la cabeza: trabajo, transporte, velocidad, turismo, culturas,... Todo parecía ilusorio, irreal: todo en viene y va. Nada perdura, como una mentira que acaba dando paso a otra, en un acelerado fluir, hacia la Nada?

No es de extrañar que Platón buscara la esencia, lo verdadero. Más allá de lo "real", de lo que perciben nuestros sentidos. Y se recreara en ese mundo estático de las ideas, lleno de paz y por el que es posible viajar sin cambiar de lugar (en una especie de psicodelia sin alucinógenos).
Después, el Cristianismo, alcanzó un gran éxito reciclando esas ideas, negando la Naturaleza cambiante y colocando al hombre por encima de la creación. Con un objetivo claro: Eliminar la vida, para llegar a ese Mundo ficticio lleno de entes bellos, vírgenes y alados (en una especie de enajenada carrera hacia el precipicio). Nada de estudio o reflexión. Sólo sometimiento a normas morales enfermizas. Y como paliativo: el arrepentimiento.
En el proceso, fuimos permisivos con las drogas que más atentan contra la vida y la imaginación: Tabaco, alcohol... quemar la vida, avergonzarse, dolor...
Así que, al pensar en cultura occidental, a uno le asalta el frío, la línea recta, los grises, el sacrificio, la culpa, migrañas, represión, perversión... y la doble moral: la de la Naturaleza y la de los libros, los panfletos.

No es solo en la religión o las drogas que toleramos. Esa misma estructura (ideal != real = malestar)  es una constante cultural. La reproducimos en nuestro día a día: Un cielo de ocio, consumo de fin de semana y escapadas a paraísos efímeros, vacíos. Sobre el tapiz de 40 horas, 5 días semanales, de represión y sometimiento. El ideal indiscutible de las clases medio/altas, frente a su realidad obrera, enajenada: Stress, depresión, trastornos de la personalidad, tics, doble moral...

La Naturaleza no cuadra con nuestro ideal cultural. Este desprecia la autonomía de aquella y dedica enormes esfuerzos a someterla, reinventarla, simplificarla... destruirla. Una historia de violencia...

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Ensimismado en el dedo gordo que asomaba por el calcetín roto... No parecía necesario tanto sufrimiento. - Si está roto, está roto. Y ya está! No voy a comprar otro -. En la vida hay muchas cosas bellas, crueles, de todos los colores... y es cierto que también resulta agradable fantasear, crear... Pero querer hacer de la fantasía una realidad... creer en fantasmas, Dioses, la Democracia, el Dinero... es infantil y arrastra al dolor y la insatisfacción... Como este calcetín roto que deja los dedos fríos...

En el televisor comenzaba "El escarabajo verde", hablaban de una empresa en Sallent, que extrae no sé qué porquería del suelo, para fabricar potasa. Las impurezas, lo que no vale, lo van acumulando. Y a lo largo de los años han creado una gran montaña... Una montaña de sal (porque la impureza es sal). El presentador y un representante de la compañía están subidos en esa gran mentira de sal... No lo hacen porque quieran un mundo mejor -o todo lo contrario-. Es por un sal-ario que vendemos nuestra alma y el bien vivir al Dios del sacrificio, por la promesa de un cielo que ya está ocupado por unos pocos y, al que bien mirado, ni deseamos, ni nos interesa entrar.


domingo, 3 de junio de 2007

Termitero global

El cambio es inminente. Está ocurriendo a marchas forzadas. La globalización, la conexión a la red mundial... Cada vez vivimos una realidad más virtual. Cada día estamos más implicados en una misma consciencia mundial. La TV, la radio, el periódico, las revistas, las películas, la música, el teléfono, internet...
Antiguamente, quizá hace apenas 100 años, visitar un país extranjero, por cercano que este fuera, podría parecernos algo así como visitar otro planeta. Hoy día, se puede viajar sin problemas por todo el mundo desarrollado y lo único que se percibe, es estar en un lugar ligeramente diferente, con ciertas particularidades, casi reservadas a la percepción de minuciosos observadores. Al llegar a un lugar nuevo, con intercambiar unas cuantas palabras con una determinada persona, ya puede ser clasificada dentro de unos patrones que todo el mundo conoce a escala mundial. ¿Es que las nuevas tecnologías de la información han provocado un aumento tan grande en nuestra percepción? ¿O estamos asistiendo a una disminución de la variedad?
Estamos acostumbrados a que decidan por nosotros, a que nos prohíban o nos digan qué es lo mejor, que es saludable y que no. Hemos llegado a un nivel muy alto de especialización, hay infinidad de capas que otros se encargan de hacernos transparentes. Y realmente sería difícil no abstraerse a la mayor parte del conocimiento. Pero esa abstracción la hemos exportado a otras áreas: nos abstraemos de la inmigración, del hambre y la enfermedad en países pobres, las guerras, los daños a la Naturaleza... De vez en cuando, alguien por encima dice: - Este tema es importante y hay que tomar estas medidas que un comité de expertos ha determinado prioritarias-. Y la gran colmena se pone en marcha.
Al final, miles de años de evolución nos ha convertido en obreras de un mundo a nuestra medida.

domingo, 10 de abril de 2005

Urticaria de vida.

La vida no debería ser dura ni amarga,
habría que acabar con los explotadores.
Alegre amanecer junto al mar en calma,
lleno de ira y rabia porque se fue la noche.

Entrar en la vida de los demás,
correr veloz delante de nada,
huir del que dice que hay que parar,
sentir el corazón que se desata,
ver pasar los campos tras un cristal.

Hundidos, hasta el cuello en mierda
por no actuar contra quien tensa la cuerda,
por dejar que otros coman sólo piedras
mientras sus ombligos engordan, aumentan.

Grandes viajeros sin afectos,
sin lugares donde parar quietos,
no ven lo que buscan y se van lejos.
Buscan convencerse de que el mundo no es tan feo,
chocan contra la Humanidad y sus peores sentimientos.