lunes, 12 de septiembre de 2016

El Olivo, ecologismo y hormigas atrapadas en la miel

"El olivo" es una película dirigida por Icíar Bollaín. Está bien. Pero, si por algún tipo de magia negra, aparecieras en escena, sabrías de inmediato que estás dentro de una película... el lenguaje del cine, los gestos, la pose... es quizá demasiado obvio, exagerado... Y eso te hace sentir un tanto soso, impasible... Hay escenas prescindibles y personajes que no parecen encajar del todo.
Pero, la historia en sí, es muy interesante y te atrapa. Es un reflejo de la sociedad española en los años en que todo iba "bien"?: la economía crecía, la gente se endeudaba sin miedo, se construían muchas casas... Hasta que llegaron las casas sin gente y la gente sin casa... Todo iba "bien" para los que jugaban al capitalismo arrasando el mundo de siempre -el que guarda y cuida la tierra, el inframundo de las raíces...-
Pero ese inframundo también necesita que su relato sea contado desde el lenguaje del cine. Un lenguaje histérico, explícito, alegre, banal, onírico...
Quizá un economista o un tecnólogo no tengan ni la menor idea de cómo será el mundo dentro de 2000 años -seguramente imaginarán un Mundo apocalíptico-. Los olivos de la película saben cómo era el Mundo cuando el Imperio Romano se extendía hasta la península Ibérica... El progreso puede ser bastante ácido, corrosivo, destructivo... Como lo es el traumático trasplante de "El olivo": cortar ramas y raíces para encajarlo en un macetero y llevarlo al hall de una gran empresa, que quiere transmitir una imagen verde, sostenible.

Plantea la película, entre otros, el problema de la propiedad del terreno. Hay muchos modelos de propiedad en la actualidad. Pero, normalmente, el que adquiere la propiedad se siente dueño de lo que hay en ella: árboles, animales, ríos, charcas... En un contexto capitalista es muy difícil hacer llegar la idea de que lo que hay en un territorio transciende la vida humana: que es necesario para que la vida humana exista tal como la conocemos y que destruir o alterar, destruye y altera también nuestra forma de vida... Es la lucha ecologista que viene perdiendo batallas desde sus inicios en el siglo pasado. En grandes escenarios como las selvas tropicales, arrecifes coralinos, los polos...
Aunque estas batallas también transcurren en pequeños escenarios. Y hay algunos de ellos donde las batallas se ganan: por ejemplo en las zonas rurales donde se practica una agricultura y ganadería familiar.
Yo he vivido durante años en un pueblo, donde no existen una agricultura o ganadería industrial, sino que tiene más bien un carácter familiar, o como complemento a otros ingresos.
Los ganaderos y agricultores son crueles, no les tiembla el pulso con el cuchillo o la motosierra. Pero, el que tiene olivos, los cuida y quiere tener una gran producción. Al igual que quien tiene ovejas quiere que sus corderos crezcan sanos y se alimenten de la hierva del campo -porque es comida gratis-...
Otra cosa es que se los seduzca con venenos o especies exóticas, se atemorice con plagas, se presione económicamente para aumentar los rendimientos o se minusvalore y denigre su trabajo porque es algo físico -olvidando el gran conocimiento del medio que es necesario, un conocimiento no formalizado, transferido a menudo por imitación, sin seguir el afamado método científico-. Es por eso que digo que aquí la batalla ecologista se ha ganado, porque el que vive del campo quiere conservarlo, porque vive el campo, lo Ama... Una de las mayores amenazas que sufre este microcosmos, es el ninguneo de sus profesiones, casi siempre marginadas -por embrutecidas: paletos e ignorantes-, apartadas de los organismos de poder, víctimas de políticas estatales o europeas que están sometidas a intereses totalmente fuera del control de la población local.

Es lo que le ocurre al anciano que no quiere vender su olivo, porque ese olivo no es suyo... Él se queda con la producción del árbol, a cambio de cuidados. El olivo lleva en ese terreno más de 2000 años y ha visto pasar infinidad de familias a recoger sus aceitunas... ¿Qué derecho tiene nadie a arrancarlo o cortarlo? No es sólo una cuestión de hippies verduleros... es una cuestión que afecta nuestra forma de vida, nuestro ser en el Mundo -al que hemos ido adaptándonos durante millones de años-. Un Mundo que nos ha modelado, que sentimos con nuestra piel, respiramos, bebemos, comemos, vemos... ¿Qué necesidad hay de venderlo por intereses pasajeros? ¿Qué necesidad hay de sacrificarlo en el altar del progreso?


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Estas hormigas surgieron de su inframundo para quedar atrapadas en un bote de miel mal sellado. El escenario era dantesco: Los cadáveres, casi intactos, flotaban en el líquido ambarino mientras los insectos vivos seguían hundiendo sus mandíbulas en la dulce muerte.
A mí no me importaba un carajo el destino de esos bichos, sólo quería un poco de miel para endulzar mi café. Eché los cadáveres a un lado y conseguí una cucharada limpia de hormigas.

2 comentarios:

  1. Creo que el concepto 'ecologismo' es un invento del capitalismo. Mis generaciones anteriores eran más ecologistas de lo que me cuentan ahora en la urbe.

    Y sí, yo me encuentro en la disyunta entre la metrópoli y lo rural de La Mancha. Entre lo eco y lo natural. Y cada Navidad, bajar a casa más para coger aceituna que para comer turrón. Y con todo el gusto del mundo, ¿eh? Y que me cuenten historias; me da pánico pensar en perder lo que vinieron cultivando mis abuelxs.

    Por cierto, no he visto la película, pero está entre mis pendientes.

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  2. Más que un invento, el ecologismo, me parece un subproducto del capitalismo, un daño colateral: Destrucción del medio - ecologismo; Pobreza - caridad; Stress - autoayuda; Obesidad - culto al cuerpo; Miedo - Estado policial... Formas de tranquilizar nuestra conciencia, esconder la cabeza debajo del suelo, esquivar temporalmente el problema...
    El hecho de cambiar de coche cada 10 años, de móvil cada 2 o comprar ropa cada temporada, no está directamente relacionado con la muerte y destrucción, así que seguimos el camino allanado, esperando que los científicos den con una solución y los políticos se lo tomen en serio... después de todo, no somos más que títeres del sistema?
    Y un agricultor o ganadero necesitan cada vez más tierra, más productos químicos, más maquinaria, más tecnología, para poder vivir del campo. Hasta que el campo sea definitivamente una gran fábrica de olivas, uvas, madera, carne, cereal... Quizá, gracias a los ecologistas quede algún parque temático de la Naturaleza o alguna reserva de salvajes (como en "Un mundo feliz"). Parece que de entre todos los mundos posibles elegimos el alto rendimiento... Y eso que siempre pienso que somos mayoría los que preferimos vivir tranquilos, pasarlo bien, dedicar el tiempo a lo que nos gusta o consideramos nuestro deber.
    Sí, ser ecologista seguramente es mejor que no serlo, porque al menos intuyes que hay un conflicto... que la dirección en la que va la sociedad no es la que deseas como individuo...
    Creo que perder el vínculo (emocional y físico) con los pueblos, lo rural, la naturaleza (ir a coger aceitunas, cultivar un huerto, coger setas, pasear...) es el primer paso para su transformación de Medio (Ambiente) a un simple medio (para satisfacer otros fines). Después de todo, el género humano tiene una gran capacidad de adaptación, tenemos mucho aguante...

    Desde mi punto de vista, como arborícola, habitante del bosque habitado, aceitunero esporádico, paisano del Mediterráneo... la película merece la pena.

    Saludos!

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